domingo, 30 de septiembre de 2007

TULICREM



Tulicrem era un sucedneo de crema de cacahuete que Tulipan trató de vendernos como una alternativa barata de la Nocilla. Nada que ver. Tratando de encontrar información en la red sobre este alimento desaparecido de las neveras de los hogares españoles pocos años después de ser lanzado al mercado, no he hallado respuesta al por qué se dejó de hacer. Una respuesta que viene rápidamente a la cabeza es "¿tal vez porque no vendía?", pero a juzgar por los múltiples blogs que hablan de las cualidades de tan sinpar producto, creo que tenía un número espectacular de adeptos.

He de reconocer que no recuerdo a Tulicrem con nostalgia. Nocilla me parecía algo con más clase y sabor, y al acabarlo, mamá tenía un vaso más para fregar. Pero tenía un color y una textura más apetecible que el Tulicrem.

Leyendo los blogs he encontrado verdaderos fans de esta crema, y "recetas" de cómo mezclar Colacao en polvo con mantequlla para tratar de recrear su distintivo sabor. Sin éxito, naturalmente. He leído de peticiones y recogidas de firmas para que se vuelva a hacer...

Lo único que recuerdo con gusto del Tulicrem eran las tapas, que traían unos personajes de tebeo que recortabas y pegabas en un póster. El póster sí lo conservo, en el interior de un viejo tebeo de la época, y sé de uno que ilustraba la pared de mi habitación con sus personajes de Don Miki, ya que creo recordar que los personajes de las tapas iban por series. Así, recuerdo las de personajes de Bruguera y la de personajes del Don Miki. No estoy segura de que hubiera muchos más.

Tulicrem, no te añoro, mi nevera te dijo adios y te reemplazó con Nocilla cuando me puse en huelga de merienda caida hasta recuperar el sabor de una auténtica crema de cacao. Hoy en dia, aunque vuelvas, no te probaré. Y la nocilla... Ay, eso hace tiempo que lo tengo prohibido!

jueves, 27 de septiembre de 2007

UNA DE ROMANOS


Estaba buscando en el baúl de mis tesoros, que no es un baúl ni mucho menos, claro está. Todos tenemos los nuestros, y este es uno de los míos. Es una moneda romana auténtica, encontrada en la playa de Cádiz. Me la regaló hace mucho tiempo un amigo, por qué se desprendió de algo así es un misterio, tal vez porque era un chico y estas cosas no tienene demasiada importancia para los hombres. Durante los años de mi adolescencia pensé que era una falsificación, tal vez una moneda de pega de las que venden en mercadillos o de las que venían con ciertos pastelitos, pero la llevé al drector del museo histórico de Sant Feliú de Guixols a mediados de los noventa y me confirmó que es auténtica, aunque no tenía mucho valor. En 1995 su valor era de unas 2,500 pesetas. Al parecer monedas de estas hay a montones en toda la península.

Reconozco que me desilusioné. No porque pensara que en realidad tenía en mi posesión un tesoro que me haría millonaria de la noche a la mañana, no la vendería por todo el oro del mundo a no ser en caso de extrema necesidad, porque quien me la regaló fue una persona muy entrañable para mí en aquella época.
Sin embargo, me alegró, también, que nadie me exigiera entregarla de inmediato a un museo, como temía secretamente. Mi moneda no era patrimonio nacional, era mía y sólo mía. Y lo sigue siendo, parte de esos tesoros sin valor monetario pero con mucho valor sentimental que guardamos en una cajita que destapamos de vez en cuanto por el solo placer de contemplar lo que ya sabemos que hay dentro.
La moneda está bastante gastada, pero teniendo en cuenta su edad, creo que se conserva estupendamente, ¿no lo creéis?

DESAYUNO CON MONEDAS


Hay dos cosas con respecto a las monedas de la fotografa de arriba. Una, no son monedas reales aunque su estado de conservacion, como las auténticas, es precario (podría ser peor), y dos, recuerdo que venían con unos pastelitos de Ortiz que solía comprarme mi madre de camino al colegio para el desayuno.
Nunca fuí niña de Colacao por la mañana, y los cereales Kellogs llegaron a España allá a principios de los ochenta, cuando ya me había acostumbrado al sabor de la bollería envasada que vendían en la panadería, aquella de la esquina donde no importara a qué hora del día fuese, había una señora cuarentona (entonces me parecía mucho mayor), con su falda de cuadros por debajo de la rodilla, su jersey de punto de cuello vuelto y el carrito al lado, jugando a las maquinitas, la de las lucecitas de colores y el ruido insoportable. Probablemente se dejaba allí el dinero del pan, de los huevos y de las caseras.
Pero la panadería era parada obligada cada mañana de camino al colegio, una buena caminata de media hora que era amenizada con el sabor de tigretones, bucaneros, phoskitos, donuts, bollicaos, palmeras, caracolas, medias lunas. Y a veces, cuando no me apeteca dulce, picos Ye-Ye, los del hippy con peinado de Beatle tocando la guitarra eléctrica.
La mayoría de pastelitos envasados traían sus coleccinables, en la mayoría de casos, cromos y pegatinas que acababan invariablmente en nuestras carpetas o los forros de plástico de los libros, o figuritas troqueladas de la Guerra de las Galaxias, y en el cao de estos pastelitos de Ortiz, réplicas de monedas. Sólo conservo estas tres, son de una colección de monedas borbónicas, e ignoro se hicieron diferentes dinastías o si la colección se extendió a otras monarquias europeas.
La cara de la moneda, como puede verse, representa a un monarca y el reverso, abajo, explica el nombre de la moneda y el reinado. Así, la mayor dice ser 8 maravedíes, de 1808 y representa a Carlos III. La que le sigue en tamaño es una copia de 2 reales, de 1721 y el careto es el de Felipe V. Por último, la más pequeña es 1 real, de 1781 y de Carlos III también.
Siempre me ha gustado coleccionar distintas monedas, y por ello las guardé junto con las otras en la caja, motivo por el cual quizá estén tan sucias y desgastadas. No he podido encontrar información alguna en la red. Poner Oriz en el buscador significa toparse con Letizia. Y la casa Ortiz fue adquirida hace unos años por Bimbo y Martínez.
En cualquier caso, me alegra haber encontrado estas monedas entre mis cosas, me trae recuerdos de unos inviernos con sabor a chocolate y bizcocho, a olor de tahona y sonido de tragaperra. Recuerdo especialmente los cromos de Mortadelo en los que aparecia con diferentes disfraces, los antes mencionados troquelados de cartoncillo semiduro de la Guerra de las Galaxias, los cromos de diferentes series de televisión y las pegatinas diversas y tatuajes. Y no es dificil que, a veces, al mirar en el interior de algun libro viejo, encuentre alguna de éstas.
¿Lo mejor? Que aún huelen a chocolate, o cuanto menos, a bolleria, la que no nos sentiamos culpables de comer de niños y nos alimentaba como a campeones.

ORO (ALBANTA)

La historia que esta semana he escrito para Albanta, esta basada en hechos reales. Hace poco mas de un año, mientras la madre de Millie y Gavin visitaba a una amiga, dejando a los niños en el coche (solo estaba en la puerta), tres criminales de 17 y 18 años lanzaron una botella de lucozade llena de gasolina y papel ardiendo contra su coche como venganza por no haberlos querido acercar al Juzgado. Los niños, de 6 y 4 años, sufrieron quemaduras de tercer grado en el 20% de su cuerpo. El juicio se esta celebrando en estos dias.
Se acercaba mi séptimo cumpleaños y mamá había prometido comprarme una cadenita de oro que habíamos estado mirando la tarde previa en el escaparate de la joyería. Gavin estaba celoso. Hacía tiempo que quería un pequeño pendiente, de oro también, con un diamantito como el que lleva Beckham, su ídolo. Gavin es mi hermano y tiene cuatro años, así que mamá le dijo que se lo comprarí cuando fuera mayor.
Aquella tarde de Domingo, la que cambiaría nuestras vidas para siempre, era cálida y soleada, en contraste con el tiempo habitual en Irlanda. Mamá había ido a cada de Mareid, que vendía oro a buen precio, para comprarme la cadena. Aparcó el coche fuera de la casa y nos dijo que no nos moviésemos de allí. Mareid no vive en la mejor parte de la ciudad. No habían pasado ni dos minutos cuando Gavin y yo oímos un golpe de cristal roto y lo siguiente que recuerdo es que todo mi cuerpo ardía, quemaba, el humo negro no me dejaba ver a Gavin, pero podia oir sus gritos desesperados, y los de mamá, llamíndonos, mientras me asfixiaba, gritando con todas mis fuerzas, "Mamá, por favor, mamá".
Una mano me sacó a rastras, y el sólo tacto en la piel me hizo gritar más, confundiendo mis gritos con los de la ambulancia.
No supe nada de Gavin hasta días después. Estábamos en dos hospitales diferentes, a muchos kilómetros de distancia. Sólo tengo siete años y Gavin sólo tiene 4 pero oigo a las madres murmurar en el hospital y mirarme con una mezcla de curiosidad y compasión, y yo no entiendo nada. Las enfermeras son buenas conmigo, y mamá anda a caballo entre dos ciudades atendiéndonos a Gavin y a mí, porque Gavin está muy malito. El cocktel molotof (no sé que es esta palabra, pero lo oí de labios de la madre de Mary, que ocupa la cama contigua a la mía), nos convirtió al parecer en antorchas humanas, y a mi hermano se le derritió una oreja, como si fuera un helado. No puedo imaginarme a Gavin con una oreja derretida. ¿Me partiré de la risa cuando lo vea? Quizás no, porque hace tiempo que no río. He de llevar, durante muchos años aún, un traje especial para las quemaduras que cubren mi cuerpo. El pelo ya me esta creciendo, llevo aquí cuatro meses. No sufrí graves quemaduras en la cara, pero mamá me dice que Gavin está peor y yo quiero ir a verlo. Mi cumpleaños pasó y mamá me compró la cadenita de oro, pero le dije que la cambiara por el pendiente para Gavin. Mamá dijo que no podrá ponerse el pendiente. Claro, le falta una oreja. Y Gavin es taaaan vanidoso. Más que yo, que soy una chica.
Mañana me dejarán salir al jardin del Mater Hospital a caminar un poco. Hoy ha estado aqui un periodista del Post, me ha hecho fotos con los otros niños de mi planta y me ha dicho que me darán una medalla de oro. Una medalla! Se la regalaré a Gavin por Navidad, que ya está a la vuelta de la esquina. Me han elegido persona valiente del año, o algo así. No sá. Yo no sé mucho. Vivo en un barrio pobre de Limerick, pero aquella tarde de Domingo, cuando aquellos tres pedazos de escoria se ensañaron en nuestro coche sólo porque mamá no había querido llevarles a la ciudad, pensé que vivía en Belfast.

domingo, 23 de septiembre de 2007

La historia del bolso.



Segun una reciente encuesta llevada a cabo en el Reino Unido, la media de mujeres en la treintena posee unos 21 bolsos y compra uno nuevo cada tres meses, calculándose que en toda su vida tendrá un total de 111 bolsos. Humm... a mí no me salen los números. Contando los bolsos que ya he tirado, los que regalé, los que dí porque a su vez me los habían regalado y no eran mi estilo, los que se murieron solos de puro viejo... Creo que yo, sin lugar a dudas, romperé la barrera de la media.





Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer, el bolso es más que un complemento de moda o un capricho. Los hay de todos los colores, diseños, precios y tamaños, per todos tienen el mismo objetivo en común: transportar nuestras pertenencias más queridas y/o necesarias. Su utilidad, desde tiempos remotos ha sido la misma y solo ha cambiado el contenido. La primera mención literaria se remonta al siglo XIV, aunque algunos jeroglificos egipcios muestran una especie de bolsitas que se llevaban alrededor de la cintura. Los bolsos estaban unidos a lo que se conoce como "cintos", que se ataban alrededor de ésta. Bordados y joyas los adornaban y se utilizaban para mostrar clase social. Cuanto más elaborado fuese el bolso, más riqueza tenía la persona.




En el S. XVI los bolsos tomaron un papel más préctico con el uso de materiales más comunes como el cuero, y los bolsos se hacian con un cordoncillo que se ataba en la parte superior. También se comenzaron a hacer bolsas más grandes de tela para los viajeros, que se llevaban diagonalmente al cuerpo. En el s. XVII comenzó a ser un articulo variado y utilizado por mujeres y hombres, que llevaban pequeños bolsitos con formas más complejas.





Con la llegada del S. XVIII y el estilo neoclásico, desaparece la cantidad de enaguas bajo las faldas de las mujeres. El uso del bolso arruinaria el efecto de la vestimenta, por lo que se empezaron a utilizar pequeños bolsos de mano llamados "reticulas". Las damas tenian un bolso para cada ocasión y cada revista de moda escribia debates sobre cómo llevar el bolso de manera adecuada. Normalmente en las reticulas se llevaba colorete, polvos faciales, un abanico, perfume, tarjetas de visita, una cajita para las tarjetas y sales.




El término "bolso" comenzó a utilizarse a principios de 1900 y se referia a los bolsos de mano utilizados por los hombres, tipo maletin. Estos se convirtieron en una inspiracion para nuevos bolsos que popularizó el género femenino, incluyendo bolsos con complicados mecanismos de cierre, compartimentos interiores y asas. Asi, los joyeros tambien aportaron los suyo, añadiéndose compartimentos para las gafas de ópera, cosméticos y abanicos.



Los años veinte trajeron una revolución en cuanto a la vestimenta en general, con las formas de los escotes y el largo de las faldas, y los bolsos no necesariamente tenian que conjuntar con lo puesto. Curiosamente, las señoras de alcurnia tenian muñecas con vestidos exactamente iguales a los suyos y réplicas de cada complemento, incluyendo bolsos, sombreros y zapatos.
En los años cuarenta llegó una nueva austeridad en el vestir con la llegada de la guerra y la idea en mente de economizar. Marcos de metal, espejos, cremalleras y cuero eran dificiles de encontrar, por lo que los fabricantes comenzaron a utilizar madera y plástico.
En los años cincuenta comienzan a surgir las primeras casas de diseñadores importantes, incluyendo Channel, Vuitton y Hermes y ya en los sesenta se deja atrés el estilo clásico y maduro para dar al bolso una imágen más juvenil y desenfadada.
Como se suele decir, copiar es la manera más sincera de admiración, por lo que marcas como Kate Spade, Hermes, Gucci, Coach y Dior han sido ampliamente copiados en diseños y falsificados alrededor del mundo, un ejemplo tipico se puede ver en cualquier calle del barrio chino de Nueva York.
En cualquier caso, mis bolsos son de todo tipo: caros, baratos, bonitos, feos, nuevos, viejos, gastados, impecables, coloridos, clasicos, practicos, impracticos, grandes, pequeños, mochilas, carteras, comodos, incómodos... Supongo que cada uno tenemos nuestros gustos y pa' gusto los colores.
Espero no haberos aburrido en demasía.