domingo, 30 de agosto de 2015

Un bonito homenaje

Detesto a los pro-palestinos. Casi cada sábado se reunen en una plaza del centro para marchar entre las 12 y la una de la tarde por medio de la carretera, interrumpiendo y retrasando el tráfico. 
Todo el mundo tiene derecho a manifestarse por aquello en cuyos principios crean, pero no me parece correcto pararse en cada cadena de supermercados del centro (Dunnes Stores, Marks & Spencer o Tesco, entre otros, para intimidar a los compradores y disuadirlos de comprar productos israelíes, al punto de haber visto cómo preguntan, altavoz en mano, qué llevas en las bolsas, si has comprado algo de Israel y conminándote a boicotear lso productos de este país.
Que digo yo que, en un conflicto bélico, el pobre agricultor de a pie no tiene la culpa. Y que si tengo que escoger entre patatas rojas irlandesas y patatas nuevas y blanquitas de Israel, me llevo las de Israel. Y sus jugosas fresas. Y lo que caiga, oigan, que compro lo que me sale de las narices. Y no necesito a ningún manifestante que no sabe en realidad nada de la historia israelita y palestina venga a tirarme de la bolsa de la compra a ver qué llevo.

Este sábado caminaba  hacia el centro para encontrarme con unas amigas, cuando al doblar la esquina me encontré con una inquietante escena, y pensé que ésto ya sería el colmo de los colmos, cortar el puente peatonal. Pero me equivocaba.


Pero no. Se podía transitar sin problema, no había más que una cincuentena de personas y la mitad eran curiosos que se habían parado a mirar y a quienes habían convencido de quedarse. Esos lazos blancos que se mecen a la brisa llevaban escritos en rojos los nombres de todos y cada uno de los más de quinientos niños que perdieron la vida en Gaza hacía un año. Y eso era lo que conmemoraban, el aniversario de la muerte de casi seiscientos inocentes menores de edad.

Se procedió entonces a leer algunos nombres -no los quinientos y pico o aún están allí), y tras leer el nombre de un niño y su edad, la gente arrojaba una flor al río y sonaba un lúgubre toque de pandero. Un ¡pum! que perforaba el alma.



Y aún así, me es difícil comprender qué necesidad había, sin ropa de protección, de meterse en el río como lo hizo este señor para inmortalizar el momento. Alguien de la organización, sin duda, o un señor un poquitito más fanático de lo necesario, porque esa cámara de pacotilla que lleva no es profesiional ni mucho menos. Creo que ni un miuembro de la prensa se habría atrevido a meterse ahí hasta los huevos, no sé.




sábado, 1 de agosto de 2015

Renovando zapatero

Hace años, muchos, compré un zapatero de estos que vienen forrados en lona (canvas). No sé si me costó unos 35 o 40 euros. El tiempo y tres mudanzas lo han mantenido en forma, considerando la calidad del tpoducto. Sin embargo no ha podido con la presencia de Pepper.

Mi gato no suele arañar. Ni a personas ni a muebles. Lo intentó al principio en el salón con el sofá o el sillón, pero le regañabamos y ha dejado de hacerlo. Tiene su rascador en la cocina y suele hacer uso de él una o dos veces al día. El resto de muebles, ni lo toca.

Solía rascar también el canapé de la cama, pero eso lo solucionamos con una sábana colgante grapada al bajo del canapé. Pero su favorito ha sido el zapatero. La textura de la lona le atrae enormemente, se ve.

Además la loneta del frente estaba un tanto desgastada de un par de lavados fuertes y el paso del tiempo.




Así que me fui a mi tienda de manualidades y telas favorita, Vibes & Scribes y busqué una tela adecuada. Y la de Santoro me vino de perlas. Había varias de personjaes conocidos y tan usados que ya cansan. Honestamente, me habría salido más barato comprar un zapatero nuevo pero no encuentro uno de estas medidas exactas (es el espacio que tengo) y que almacene tantos zapatos. Así que a 19.99 el metro y habiendo comprado dos metros y medio, no me ha salido barato el invento, pero el resultado ha sido extrardinario. 





¿Qué os parece el cambio?