Mi tío, sólo once años mayor que yo, y al que idolatraba de pequeña, siempre tenía una historia que contar. Era una versión interesante de mi abuelo (más parecido al protagonista de Big Fish) con sus historias de legionarios, camioneros y peregrinos. Las historias de mi tío eran más actuales y frescas, y en muchos casos, no fue hasta mucho tiempo después que no me di cuenta de que eran todas un puñado de patrañas.
Porque vamos a ver, la casa donde vivía mi abuela, habiendo sido un convento y con todas sus historias de huesos infantes, de monjas asesinas y sombras por los corredores, no era difícil que me asustara con sus psicofonías de radiocasette caseras, y sus historias de despertar y ver cabezas de vikingos flotando en el pequeño cuartito (aunque yo a los doce años ya pensaba que estas "visiones" eran fruto de su borrachera de la noche anterior).
Una vez me dijo que había visto un ovni desde la playa, de noche. Y años después comprendi que en la Caleta, con dos porrillos, uno puede ver cualquier cosa.
Durante años creí que era amigo íntimo de Felipe, el indio de los Village People. Vivía en la Viña, y creo que incluso le conocí en persona. Claro que cuando tienes 9 años, cualquier calvo puede ser Felipe, una vez le quitas las plumas y la pintura de guerra. Habría sido diferente si me hubiese querido presentar al policia gay, porque por aquellos tiempos aquellos clubes se mantenían en secreto y estaban mal vistos. O cualquiera de los dos componentes negros, porque en el barrio de la Viña sólo se era negro en los 70 con pintura de Carnaval. Pero Felipe era perfecto. Ni alto ni bajo, calvo como una bola de billar y de piel aceitunada, poducto, sin duda, de los paseos por la vecina Caleta o El Campo del Sur, ese que se asemeja al Malecón habanero.
Naturalmente, aunque no le creí la noticia en un principio, la cosa cambia cuando conoces al tipo in situ un fin de semana y al volver al cole el lunes, ya eres el centro de atención en cuanto relatas la experiencia. Para cuando llegó el viernes, ya ni recordaba haber conocido a "Felipe". Y sólo fue años más tarde que me detuve a pensar en lo inocente que somos de niños, y lo pronto que nos dejamos seducir por historias glamurosas.
Mi tío, además, me aficionó al cine de Bruce Lee y me regaló mi primera cinta de los Pecos (cuánto daño hicieron en nuestros corazones adolescentes). Me ofreció mi primer cigarro sólo por el placer de verme toser hasta casi enfermar, y siempre me daba cinco durillos si le bajaba al "almacén" de Paco a comprar tabaco.
Y es, también, culpable, de que a día de hoy aún lleve en el Mp3 Los Grandes Exitos de Village People...
¡Genial tu tío!
ResponderEliminarLo más parecido a él que yo conocí de pequeña era el abuelo de mi amiga, que nos contaba las cosas de tal manera que nos lo tragábamos todo. De grande pienso en lo bien que se lo debía pasar el hombre viendo nuestras caras. Nada más te digo que una vez nos hizo rellenar una solicitud para trabajar en el de trapecistas en un circo, que según él iba a venir en el verano. Y nosotras dos, como dos pavas, entregándole a él las solicitudes una vez llenas para que las mandara y nos llamaran del circo (yo ya me veía con el tutú y el paraguas pasando por la cuerda floja). Ja ja, qué inocentes eramos las niñas en los 70!!