Siempre fui un culo de mal asiento, me decían. Pero no es cierto. Nada me complacería más que asentarme de una puñetera vez y no tener que vivir contando las cosas que compro porque algún día tendré que mudarme de nuevo. Como es el caso ahora, al ir a cambiar de "alquilados" a "propietarios", aunque para eso aun queda mucho y no voy a volver a molestaros con el tema...
Hasta que no encuentre la casita de mis sueños y me convierta en una pesada que, como una novia ñoña y obsesionada, no pueda dejar de hablar del tema en cuestión.
Hasta que no encuentre la casita de mis sueños y me convierta en una pesada que, como una novia ñoña y obsesionada, no pueda dejar de hablar del tema en cuestión.
Lo que me molesta es no saber pertenecer. Tal vez nunca pertenecí ni a la ciudad que me vio nacer y corretear por las calles con nombres de generales, y perderme por las empinadas y estrechitas calles de telefilm pirata. Por más que me conozco la historia de mi Cádiz y la recito casi de carrerilla cuando he llevado a alguien y me ha tocado hacer de cicerone, creo que en el fondo no he pertenecido a ella jamás. O tal vez sabía, en el fondo de mi corazón, que no iba a pertenecer a ella en el futuro y no deseaba encariñarme demasiado con su cielo, su aire y su mar para después poder decir orgullosa que no me da añoranza el vivir tan lejos.
En Cádiz sólo viví veinte años de mi vida, que se dicen bien pronto, pero pronto se fueron, empleados en la tarea de vivir una infancia efímera, una adolescencia tormentosa y convertirme en mujer tan rápidamente que ni me di cuenta. Luego pasé seis años en un pueblo de la costa gerundense, donde de cierto, jamás pertenecí, ni quise pertenecer, ni llegué a integrarme. Seis años que ni fueron felices ni gozosos, ni tampoco terriblemente horribles, pero de los que no guardo ningún particular afecto. Desde allí me embarqué en una aventura sin nombre en Canarias que sólo duró tres meses y de la que no me gusta hablar. Allá no me dio tiempo ni a plantearme si iba a pertenecer o si siquiera deseaba pertenecer. Y volví a un Cádiz que ya sí que no sentía mío. Mi mezcla de acentos, además, desconcertaba a la gente y estaba cansada de tener que explicar a los que acababan de conocerme que yo era de allí, de Cái-Cái. Pero lo cierto es que la mezcla de "maca-muiaia-quilla" no casaba demasiado bien y sabía que el final se acercaba a pasos agigantados.
Y ante tal disyuntiva, decidí volar a pastos mas verdes, tan verdes como los de Irlanda, donde ahora tampoco sé si pertenezco. Aquí, claro está, al menos soy guiri de condición. El problema es que cuando voy a Cádiz, o a cualquier punto de España, me sigo sintiendo extranjera, guiri perdida, en mi propio mundo.
Recuerdo una tarde de Septiembre en un autobús en Cádiz. Me sonó el móvil, alguien me llamaba desde Limerick. Hacía mucha calor e iba abanicándome con un gran abanico rojo floreado. Yo, con mi conversación en inglés. La señora del asiento de enfrente, mirando sin tapujos, de esas miradas que parecen querer leerte, ya no sólo el pensamiento, si no el alma entera. Se inclina hacia el marido sin dejar de mirarme y le dice: "Fíjate tú, el arte de la guiri con el abanico, qué grassia, ojú".
Tal vez en algun rincón del Universo exista un lugar al que pertenezca, pero hoy por hoy no lo he encontrado y me da miedo vagar perdida por ahí, sin saber donde está lo mío, mi sitio. Dicen que tu hogar está donde está el corazón, y el mío desde luego esta aquí.
Hay cosas que se añoran y se desean, como la brisa del mar en el rostro, la caricia de las olas en los tobillos y la suavidad de la arena cálida. También es cierto que cuando tienes estas cosas 24/7 no las aprecias.
La comida no, eso ya no lo echo de menos. Antes sí, cuando llegué y me traía las maletas cargadas de productos de la tierra, porque aquí sólo habí coles y bacon y comida sin sabor ni condimento. Y yo soy de la era del Rico, rico de Arguiñano. Pero ahora ya son fáciles de encontrar y, de cualquier modo, ya se sabe que lo que gusta, invariablemente engorda.
Del resto, por fortuna, se encarga internet. O mis escapadas a cualquier punto de la geografía española cada dos por tres, o los amigos cuando escapan ellos. Si antes llenaba las maletas de latas de fabada, chorizos y morcillas, ahora lo hago de cómics de la infancia, libros y muñecos, de aquellas cosas que me pertenecieron en un pasado no tan lejanos. Porque al menos una cosa sí es segura: yo puedo no pertenecer a los sitios, pero hay objetos, olores, sonidos, fotos, libros y recuerdos que sólo me pertenecerán a mí.
Y así ha de ser.
Hola Candela: no sé si te servirá de algo, pero yo viví en Cádiz, en mi Cádiz (nací junto a la catedral nueva) hasta los 23 años, y estaba deseando largarme, y me largué. LLevo ya muchos viviendo en Sevilla, que a pesar de lo mucho que he recibido de ella, no siento pertenecerle, y siempre lo digo. (Mi hijo es sevillano).Sin embargo, he vuelto a ser de Cádiz, porque creo, que aunque me he hecho mayor en Sevilla, soy lo que soy porque tengo un estilo totalmente gaditano y siempre presumo de eso. Un beso.
ResponderEliminarYo tambien presumo de ser gaditana, y Gadita, y del Cai!! Faltaria mas. Pero a veces... a veces vas y no reconoces lo que deberia ser tan familiar, no te sucede? aunque tu al menos lo tienes a dos horitas en tren, o a hora y media en coche...
ResponderEliminarBueno, a mí precisamente con el tiempo y todo lo que he vivido en diferentes sitios, y con tantas personas que he conocido me han servido para ser más gaditana. Ahora eso así, eso me ha ocurrido cuando empecé a ser feliz en mi vida. Está claro que antes hay que superar otras muchas cosas. Por eso, ahora cuando voy a Cádiz, lo vivo más que los que residen allí, y disfruto recordando muchos tiempos y cosas pasadas.
ResponderEliminarTambién sufro cuando veo la desgana y la indiferencia en una ciudad tan especial, sobre todo en su olor, inolvidable.
(Vaya discurso que te he soltao...)
Al fin y al cabo, como tú dices, el hogar está donde está tu gente, y el guiri está en Limerick por ahora :)
ResponderEliminarCharo, coincido contigo en lo que dices. Yo tambine disfruto mas de Cadiz cuando voy (que suelen ser 2-3 veces al año. He vivido en Cataluña, en Canarias y desde hace 11 años aqui en Irlanda. Lo que sucede es que cuando vas de vacaciones ves las cosas bajo una luz diferente. Tambien me he dado cuenta de que los gaditanos somos muy criticos con lo nuestro, a veces demasiado, y no para bien. Quiero decir que siempre nos quejamos de todo lo que tenemos, y de las mejorias (que si Cadiz siempre esta en obras, que si hay muchas macetas, que si las calles cortadas, que si esto o lo otro), y no vemos el lado positivo, y cuando lo vemos, no lo alabamos, simplemente lo aceptamos. Aqui, sin embargo, se laban antes de ver el resultado, y asi les va!! Jajajaj.
ResponderEliminarComo te entiendo Candela... Yo tampoco sé dónde me quedaré, y me pienso muy mucho el cogerme un libro nuevo... otro bulto más... Es un poco desesperante no poder planificar cómo vas a organizar un cuarto o modificar el baño, etc, pq no sabes si te quedas, si vas o vienes... En fin... yo espero algún día largarme...y volver, no a la tierra donde nací, sino a la tiera donde veraneé y dónde conocí a mi maridín, que es de donde me siento. Al menos allí no odian al resto de España ni alegan como excusa discriminatoria el uso de una lengua que sólo emplean cuatro gatos para impedir ejercer tu profesión...
ResponderEliminarJo, Sonia, es que te has ido a vivir a un sitio... Yo ahi ya sabes que ni de vacaciones... No digo mas...
ResponderEliminarA mí me lo vas a decir... calla, calla... si me lo dicen hace 15 años digo, "anda ya". Pero el negocio manda... y si nos da para vivir... Hacemos como los inmigrantes (más o menos lo somos) cuando saquemos dinerito suficiente nos llevamos la riqueza a España, jajajaja y allí nos cogemos una casita... pq aquí tb se piensen que esto es la Gran vía de Madrid... juer con el nivel de vida del personal...
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