Día 1 sin internet, aunque en realidad deberia decir día dos. Fue ayer tarde, bastante tarde, cuando llegué a casa y encendí el ordendor, solo para esperar... y esperar... y esperar... a que se me abriera el messenger, señal inequívoca de que todo el proceso de encendido estaba completo. Nada. Allí aparecía la sombra durmiente de un icono que debería estar sonriéndome desde el messenger de yahoo pero parecía estar mofándose de mí, como diciendo: me estoy echando una siestecita. Apago. Enciendo de nuevo. Nada. Me levanto, cojo el auricular de mi teléfono, una réplica de un teléfono blanco de aquellos antiguos, con soportes dorados. Un caprichito caro que me concedí hace algun tiempo y que me costó un potosí. No hay línea. Luego no es sólo mi conexión a internet si no también mi línea telefónica, y dado que ya han pasado las horas de oficina, no hay uso en llamar a la compañía, estarán todos tranquilamente en casa, que digo yo que estas compañías deberían tener un servicio de 24 horas, porque estos inconvenientes siempre le suceden a uno en fines de semana o en horarios de cierre.
Al dia siguiente me toca pelearme como una energúmena con la pobre chica que ha tenido la mala suerte de no poder conseguir un trabajo mejor que en Servicio al Cliente. Le digo que me perdone, que sé que su trabajo no es tragarse toda la mierda y abuso que los clientes cabreados le podamos dar, que sé que sólo es una simple empleada, pero con ese tono tan tranquilo que me dice que esta pasando de mí y probablemente haciendo gestos obscenos al otro lado del aparato, me dice que la única solución que ella ve a mi problema es que me vaya a un internet cafe.
Porque sí, que no me quepa la menor duda. Mi problema ha sucedido en un miércoles y hoy es jueves por la mañana y se tarda 2 horas hasta que me envín un ingeniero. Y como esas 72 horas vencen justo el Séado, que no trabajan, como no lo hacen el Domingo... Y el Lunes es Fiesta Nacional San Patricio mismo, que dicen que se llevó las srpientes de Irlanda pero no se llevó a estas sibilinas compañías de lengua viperina... Pues que no me queda más remedio que aguantarme, si tengo suerte, hasta el martes. Si no, podría ser el miércoles. Una semana incomunicada del mundo exterior, sin poder llamar a casa tranquilamente sin contar las monedas en el bolsillo (el móvil me sale a 1.50 el minuto). Acabo de recordar que no sé cuándo fue la última vez que utilicé una cabina telefónica. Ni siquiera me he fijado dónde tengo la más cercana, a pesar de que estoy segura de que había una en la acera de mi calle. ¿Sique ahí? ¿Desde cuándo se conviertieron en invisible mobiliario urbano para mis ojos?
¿Que puñetas hacía yo antes de la llegada de internet? ¿Me aburría soberanamente? ¿Me pasaba las horas viendo la televisión? No, de esto último estoy convencida que no. En fin, Jueves por la tarde, llego a casa. Lo he pasado cosiendo, viendo cuatro episodios de un set de Dvds de Remington Steele que compré en Diciembre (¿o fue Octubre?), y me he ido a la cama a leer un rato. Creo que me dormí antes de las once, todo un récord para una que se queda hablando hasta las tantas con las amigas en internet hasta bien pasadas las doce -la una en la península-. Bueno, chatear lo llamamos ahora.
Aquí estoy, en el trabaj, escribiendo esto a la hora de comer (ya me paso cinco minutos de mi hora). Chao.
A ver qué hago hoy Viernes. Y este largo, larguísimo fin de semana.
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