lunes, 30 de julio de 2007

LAS PUÑETERAS

Puñeteras son. Se han ganado el certificado y la medalla a pulso. Se mudaron al apartamento sobre el mio hace ya cuatro semanas y desde entonces, ni duermo, ni descanso ni llego a casa con la satisfaccion de encontrar el descanso del guerrero. Abro la puerta y entro en una sinfonía de taconeos, de muebles viajando de un lado a otro de la habitación, de música a todo trapo y de risotadas y ventanas de guillotina cerrándose a golpes.
Durante las primeras dos semanas no dije nada y aguanté pacientemente, pensando que tal vez se trataba de el ruido normal tras una mudanza, tal vez tenian mas trastos de los que vi entrar en un principio y estaban acomodándolos. Luego llegaron las constantes fiestas siete dias a la semana, comenzando despues de las once de la noche. Los muebles que seguian moviéndose, la música sobre mi cabeza. A las once y cuarto de un jueves por la noche les comuniqué con mucha educación (la que ellas no tienen) que si no sabían qué hora era y que estaba tratando de dormir. Bajaron la música un poco pero voces, pasos de elefante y jaleo en general no acabaron hasta las dos de la mañana. Pagó el pato mi novio al que califiqué de pusilánime. Por supuesto esa semana estaba trabajando de tarde y llega a casa a las 12.30, se sienta ante la tele en la salita a comer algo y ver Tv hasta las tres de la mañana. Sobre el salón están sus dormitorios, por lo que él no oia el ruido. Al dia siguiente, cerrando la ventana que da al patio del vecino se cargaron un cristal, que aún esta por reponer. Dos dias mas tarde, el domingo tuve de nuevo que recordarles que ya eran la una de la mañana y no tiempo para fiesta, de nuevo a traves del telefonillo de la calle (vivo en el bajo por lo que me queda a mano). Creo que fue el martes de nuevo, doce de la noche, media docena de personas en el piso con música de Shakira y 50 cent a toda mecha. A mi novio, que esa semana le toca trabajar de mañana, ya le toca las pelotas. Sube y llama a la puerta. No contestan. Llama de nuevo. Nada. Aporrea con todas sus fuerzas y al fin abren. "Lo siento, no lo sabia", dice la chica que vive arriba. Es Portuguesa. Finge tener no muy buen inglés, lo cual es una mentira como un castillo porque la he oido hablar perfectamente cuando baja las escalerass hablando por el movil, escaleras que bajan arramblando como elefantes, o caballos, y que suben de igual modo, a martillazo puro, simplemente por molestar. Los dos dias que pretendí estar enferma en el trabajo, estuve desperta hasta las tantas gracias a sus ruidos. Duermen de dia, se levantan entre la una y las dos de la tarde. Si trabajan o no es un misterio. Hay dos o tres horas en la tarde en las que hay completo silencio. Mis ventanas dan a la calle, junto a la entrada y me es imposible no escucharlas bajar y no verlas salir tras el consecuente portazo. A las seis mas o menos salen. A las doce menos cuarto vuelven.
Empecé a barajar la teoria de que fueran putas, porque de verdad, con el horario que hacen... Pero son tan feas estas tres portugueas que me han tocado de vecinas que lo dudo. Llevo toda la semena tratando de contactar al casero pero debe haberse ido de vacaciones. Mi vecino de atrás, que trabaja en mi misma empresa, tuvo que recoger los cristales él mismo de su patio, ni eso tuvieron la educación de hacer, al menos de bajar y pedir disculpas, porque los cristales rotos cayeron sobre la mesita de madera en la que sólo minutos antes habia estado sentado hasta que empezó a llover. De nuevo.
Te encuentran en el hall de la entrada y no saludan. Hablan a gritos. El guiri se las encontró por la calle ayer y le miraron con desprecio. Le dijeron algo en portugués pero él las ignoró. De mañana no pasa que hable con el casero. O ellas o yo.
He dicho.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué ha pasado al final?

Candela dijo...

Pues al final he tenido que quejarme al casero de nuevo porque esto era a diario y siempre hasta las tantas. Es la niña, que al parecer voy a tener yo razon y la madre va a ser de moral relajada, porque trabaja de noche y la deja todo el dia sola, y claro, con 15 años, se trae a los amigos a casa, musikiti, bebercio y hasta monopatines, que ese era el ruido que yo oia que parecia que se caian armarios. Eran los monopatines jugando a ponerlos asi en pie y luego dejandolos caer de golpe. Y la niña con patines tambien por la casa, no se caera un dia escaleras abajo...

Anónimo dijo...

Jo!!