viernes, 28 de marzo de 2008

UN DIA MAS


Un día más. Sigue la lluvia sobre el entarimado gris oscuro de la calzada, sobre los rostros sempiternos de los viandantes de miradas vacuas.

Un día más. Llueve sobre mojado, sobre piedras húmedas y corazones secos. Nos sacudimos marzo con la tristeza del que deja atrás algo querido.

Pero sólo es un día más.

sábado, 22 de marzo de 2008

Candela y la Semana Santa


Los corredores del antiguo convento convertido en penosos cuartitos olía a torrijas y vino dulce y anisets y canela. Las calles, mientras tanto, olían a incienso y cera quemada, a velas apagadas y a rosas frescas.
Es el olor de la Semana Santa que recuerdo, dormitando en la noche bajo el arrullo de la banda de Los Polillas llevando casi a la perfección, un año más, esa Saeta de Machado hecha canción para siempre por Serrat y convertida en lastimera banda sonora de los pasos bajo palio.
Pasaba la Semana Santa en casa de los abuelos, jugando con mis Nancys (que entonces Barbie aún no había aparecido en la fiesta de nuestros juegos) y con Merceditas, y cuando llegamos a esa edad difícil de los 13 años, fue cuando descubrí que los pasos eran para todos los públicos.

No es que me tuvieran prohibido ir, ni mucho menos, pero como hija de familia protestante y criada en colegio de monjas, mi idea de todo el cotarro era un tanto confusa. Como mis padres no iban a verlos, yo tampoco iba. Pero cuando empecé a hacerme mayor y descubrí los gozos de la libertad bajo las alas conspiradoras de la abuela, se abrió para mi un mundo nuevo.
El primer año que vi las procesiones casi en su totalidad, lo hice acompañada de Merceditas y unas compañeras suyas del colegio, y como eran unos años mayor que yo, practicamente se me dió carta blanca y regresé de madrugada, borracha de incienso y hartita de romanos, de calles cortadas y de capirotes multicolores.
Si se me pregunta o enseña una foto de cualquier paso, no sabría nombrarlo. Si acaso, diferencio al Greñúo (dificil no hacerlo), o la Borriquita o La Santa Cena (esta útima más que nada por la mesa) pero siempre he sido una ignorante en la materia, hasta tal punto que una anécdota que me "pone colorá" es cuando una señora me preguntó qué procesión era la que venía calle arriba y, con toda firmeza, le aseguré que "El Desprendimiento", en lugar del Descendimiento. No sé si la señora se imaginó a un Cristo cayéndose de bruces de la cruz o supo inmediatamente que yo era una boba medio guiri, la expresión de su cara lo dijo todo, pero aún hoy tengo que pensarlo dos veces antes de decir la palabra.
Nunca llegué a apreciar la fiesta hasta que pasé años lejos de ella. No es que me vuelva loca. No soy ni capillita, ni amante de pies descalzos y penitencias trasnochadas, ni beata de mantilla (todo esto con el respeto con el cual se usan estas palabras en mi Andalucia, naturalmente). Pero cuando estás lejos y ves una procesión por casualidad en youtube, en el Diario de Cádiz o en algún canal en directo desde internet, la lejanía se hace lágrima.
Volví por estas fechas hace dos años, a demostrarle al guiri que aquellos capirulos no hacían apología del KKK ni se colgaban boca-abajo de ninguna cruz. Sus sentimientos religiosos quedaron olvidados hace mucho tiempo en los años de una fe marchita en la adolescencia. Vi la emoción en sus ojos en las calles estrechas (tragando saliva), oyendo la música de las flautas, los tambores, los platos y las trompetas que acompañaban los pasos casi febriles de penitentes y costaleros. El veía las lágrimas, los rostros perpétuos de las ancianas de plaza eternas, el brillo en las pupilas, los labios prietos. Al principio todo era como un gran carnaval, pero lleno de respeto. A lo largo de los 7 días que le guié por plazuelas y callejas en busca de la siguiente procesión, aprendió la dedicación de un pueblo y me hizo ver la otra cara de la fiesta: no soy religiosa, ni proceso fe alguna ni me gustan las iglesias más que desde el lado arquitectónico. Nunca educaría a mis hijos como una monja sin hábito, no los haría ir a misa (no creo ni que lo comprendan), ni tendría imágenes inútiles en casa (nunca las he tenido, ni las quiero, ni me gustan). Pero algo es cierto: la tradición, como la de los toros (tema aparte, pero dejémoslo en tradición de nuestra tierra), es parte de nuestra cultura, esa que ningun manto negro ni turbante manchado en sangre podrá quitarnos. Y admiro ese esfuerzo conjunto de los cargadores. Admiro el trabajo de unas bandas que sin Semana Santa no tendrían, probablemente, razón de ser. Admiro el trabajo de restauración de las imágenes, que a veces duran años, y el celo con el que se guarda todo. Admiro que, aún en la distancia, sin tener fe, sin ser capillita ni beata, un simple trozo de madera me haga palpitar y... Sí, emocionarme.

Ooooh... La saeta al cantar...
Al Cristo de los Gitanos...
(Por cierto, la foto es mía, y es una de mis favoritas. Esta, en concreto, fue tomada en 1996 o 97, mis primeros pinitos en el mundo de la fotografía. Tengo cientos y cientos de fotos, en b/n, en color... Pero esta siempre ha sido mi favorita.)

miércoles, 19 de marzo de 2008

Cabalgata de Bandas Internacionales-Limerick 2008

Alguien ha hecho los deberes por mí, al colgar un video en youtube de la Parada de este año que tuvo lugar el Domingo pasado, de modo que no tendré que esperar a que me devuelvan esa conexión que tan impunemente me han robado. Hasta que os pueda colgar mis fotos, aquí os dejo este ví0deo. No están todos los que son:




El quinteto es de Alemania, la mayoria son bandas norteamericanas, una de UK y de Irlanda del Norte y el resto son de Limerick, tanto de la ciudad como de la provincia. Las que veis con falda escocesa no son bandas de Escocia, aquí tambien se usa el kilt por lo de los clanes. Espero poder haceros un reportaje más exhaustivo en un futuro bien próximo.

SIN INTERNET -AUN. DIARIO DE UNA DESCONECTADA PARTE II

Aquí sigo, desconectada del mundo aún, despues de una semana llamando a la compañía ininterrumpidamente día sí y día también, quejándome sin cesar y al borde de las lágrimas, aunque reconozco que lo llevo bastante bien. He sobrevivido tirando de un cibercafé (incluso dos veces al día). He tratado de responder los emails de mis amigos/as con celeridad. Y he conocido al tipo de fauna que pulula en estos internet cafés.
Primero, me aventuré a visitar uno sobre el videoclub donde generalmente alquilo mis dvds. Nunca había estado, y Dios, han sabido aprovechar el espacio. Los ordenadores están divididos con particiones de madera , supuestamente para darte privacidad, pero la partición y el espacio disponible es del tamaño del teclado, con el ratón normalmente delante o detras del mismo. No espacio para traer mis notas o tratar de escribir un artículo, porque siempre hay alguien, y me ha llamado muchisimo la atención, hablando a voces. Adiós concentración.
La fauna que frecuenta estos lugares son por lo general estudiantes desplazados de su ciudad habitual, que no poseen un portátil o conexión a internet en el piso de alquiler, y extranjeros que no se molestan en ello porque no van a quedarse mucho tiempo en el país. Y yo, paria de las compañías telefonicas, desterrada fuera de la comodidad de mi escritorio, que me hacen esperar durante días antes de darme la solución.
La gente se dedica a hablar por teléfono como si estuvieran en la salita de su casa, a gritos, sobre todo estos extranjeros estridentes con acento de tribu masai y rusos apestando a vodka.
En el segundo internet café, el sistema era tan lento que parecía estar riéndose de mí, no había particiones entre ordenadores y ayer tarde tuve que irme al llegar un grupo de 6 chicos a usar 1 ordenador, justo el que estaba a mi lado, a gritos, poniendo música de su mp3 a todo trapo desde el móvil y haciendo comentarios de lo que yo estaba haciendo en internet (en ese momento estaba votando varios vendedores en ebay cuyos pedidos ya me habían llegado). Decidí liarme la manta a la cabeza y marcharme con mi berrinche a otro lado. En este segundo internet café la fauna era diferente. También alquilan estaciones de playstation 3 que puedes utilizar a 1 euro la hora y el personal es mucho más joven.
En cualquier caso, el tiempo lo mantengo bien aprovechado en casa: he acabado de leer un libro en tiempo récord, varios cómics, he cosido a todo trapo, he ido a ver la cabalgata de San Patricio y la de las bandas de música internacional, que espero poder poneros pronto, he visto unos cuantos dvds, he organizado cosas que tenía en permanente lista de espera, he cocinado más, he dormido más. Pero echo de menos la libertad de tener mi ventana al mundo abierta cuando me place y como me place. Esta situacion es tan absurda que a veces da risa.
Se aproxima otro fin de semana de 3 días, al ser Lunes pascua, y mucho me temo que aún tendré que esperar a que me repongan el servicio. Aprovecho lo que puedo en el trabajo pero tampoco dispongo de mucha libertad, y mi trabajo, el virtual, se me acumula por momentos. No he podido participar esta semana en Albanta ni creo poder hacerlo esta tampoco, ¿cómo escribir algo medio decente desde un cibercafé?
Ya no me queda paciencia.

viernes, 14 de marzo de 2008

Diario de una desconectada -Dia 1 SIN

Día 1 sin internet, aunque en realidad deberia decir día dos. Fue ayer tarde, bastante tarde, cuando llegué a casa y encendí el ordendor, solo para esperar... y esperar... y esperar... a que se me abriera el messenger, señal inequívoca de que todo el proceso de encendido estaba completo. Nada. Allí aparecía la sombra durmiente de un icono que debería estar sonriéndome desde el messenger de yahoo pero parecía estar mofándose de mí, como diciendo: me estoy echando una siestecita. Apago. Enciendo de nuevo. Nada. Me levanto, cojo el auricular de mi teléfono, una réplica de un teléfono blanco de aquellos antiguos, con soportes dorados. Un caprichito caro que me concedí hace algun tiempo y que me costó un potosí. No hay línea. Luego no es sólo mi conexión a internet si no también mi línea telefónica, y dado que ya han pasado las horas de oficina, no hay uso en llamar a la compañía, estarán todos tranquilamente en casa, que digo yo que estas compañías deberían tener un servicio de 24 horas, porque estos inconvenientes siempre le suceden a uno en fines de semana o en horarios de cierre.
Al dia siguiente me toca pelearme como una energúmena con la pobre chica que ha tenido la mala suerte de no poder conseguir un trabajo mejor que en Servicio al Cliente. Le digo que me perdone, que sé que su trabajo no es tragarse toda la mierda y abuso que los clientes cabreados le podamos dar, que sé que sólo es una simple empleada, pero con ese tono tan tranquilo que me dice que esta pasando de mí y probablemente haciendo gestos obscenos al otro lado del aparato, me dice que la única solución que ella ve a mi problema es que me vaya a un internet cafe.
Porque sí, que no me quepa la menor duda. Mi problema ha sucedido en un miércoles y hoy es jueves por la mañana y se tarda 2 horas hasta que me envín un ingeniero. Y como esas 72 horas vencen justo el Séado, que no trabajan, como no lo hacen el Domingo... Y el Lunes es Fiesta Nacional San Patricio mismo, que dicen que se llevó las srpientes de Irlanda pero no se llevó a estas sibilinas compañías de lengua viperina... Pues que no me queda más remedio que aguantarme, si tengo suerte, hasta el martes. Si no, podría ser el miércoles. Una semana incomunicada del mundo exterior, sin poder llamar a casa tranquilamente sin contar las monedas en el bolsillo (el móvil me sale a 1.50 el minuto). Acabo de recordar que no sé cuándo fue la última vez que utilicé una cabina telefónica. Ni siquiera me he fijado dónde tengo la más cercana, a pesar de que estoy segura de que había una en la acera de mi calle. ¿Sique ahí? ¿Desde cuándo se conviertieron en invisible mobiliario urbano para mis ojos?
¿Que puñetas hacía yo antes de la llegada de internet? ¿Me aburría soberanamente? ¿Me pasaba las horas viendo la televisión? No, de esto último estoy convencida que no. En fin, Jueves por la tarde, llego a casa. Lo he pasado cosiendo, viendo cuatro episodios de un set de Dvds de Remington Steele que compré en Diciembre (¿o fue Octubre?), y me he ido a la cama a leer un rato. Creo que me dormí antes de las once, todo un récord para una que se queda hablando hasta las tantas con las amigas en internet hasta bien pasadas las doce -la una en la península-. Bueno, chatear lo llamamos ahora.
Aquí estoy, en el trabaj, escribiendo esto a la hora de comer (ya me paso cinco minutos de mi hora). Chao.
A ver qué hago hoy Viernes. Y este largo, larguísimo fin de semana.

martes, 11 de marzo de 2008

JO, QUE VERANO EL DEL 89!

A quien se le diga, "me he pasado todo el verano trabajando", pensará "ah, pobre", especialmente si combinas el instituto con el trabajo. Pero para mí, trabajar en al radio en aquellos años era cumplir un sueño,y si los extras incluían asistir cada sábado a los conciertos que aquel verano organizó el Ayuntamiento gaditano, pues mejor que mejor.

No recuerdo un verano más completo en cuanto a conciertos multitudinarios. Tuvieron lugar en el patio del Colegio San Felipe y trajeron a lo mejorcito de ese año: Mecano, Ilegales, Gabinete Caligari, Radio Futura, Alaska, La Guardia, Rey Lui y alguno más que de seguro olvido.
La movida madrileña casi en pleno (nos faltó Loquillo, no se puede tener todo).

Aunque tengo las grabaciones guardadas, no he visto apropiado transcribirlas. El paso del tiempo las ha dejado completamente obsoletas y las respuestas a las preguntas de entonces han quedado anticuadas y no son de interés. Eran lo típico: cuánto va a durar tu gira, para cuándo nuevo disco, háblanos de él, bla-bla-bla, yada-yada-ya.

Pero sí recuerdo a todos y cada uno de los grupos con especial cariño, nos trataron a la prensa con una camaradería que estoy segura muchos de los grupos no tiene ahora. Si llegaba temprano, los entrevistaba al sol, sentados en un banquito tras el escenario, mientras se familiarizaban con el lugar. Otros preferían dar la entrevista al finalizar el concierto, en los vestuarios del gimnasio del colegio.
Alaska fue particularmente difícil. No pudimos fotografiarla (sólo autorizó a un par de fotógrafos durante la primera canción, y sin flash). Llegó dos horas más tarde (las malas lenguas decían que se negaba a salir del hotel si no le traían lo que exigía). El concierto, empezo casi con el mismo retraso.
Entonces acababa de separarse de los Pegamoides y se negó terminantemente a hablar de ello también. La entrevista fue como andar sobre cáscaras de huevo pero nobleza obliga. El concierto, aunque corto, me gustó. Claro que, a pesar de su reticencia a hablar de ciertos temas, se portó bien con nosotros, después de hacernos esperar durante más de cuatro horas, ya que no nos concedió la entrevista hasta mucho más tarde. Pero nada mportaba ese verano, yo era -y sigo siendo- una de sus mayores fans.

De los que os hablo a continuacóon, de las entrevistas más locas que he hecho, quizá, sea a Ilegales (Jorge está como una p... cabra). La chica de amarillo de la foto colaboraba con la Cruz Roja y ese verano nos hicimos muy amigas. La de la chaqueta de cuero roja en pleno Agosto a las cinco de la tarde era una grupi que se nos adosó para la foto.






Con Rey Lui no sólo disfruté de la entrevista. Al finalizar el concierto compartí una ducha en los vestuarios... Su mánager cogió una botella de champán, le dio un sorbo, la movió arriba y abajo como un campeón de Formula 1 y nos duchó a todos los presentes con el volcán de espuma. Regresé a casa oliendo como una borracha, a pesar de no haber probado una gota. Eso sí, el solista de Rey Lui estaba como una moto, Auuuuuuuuuuuuuu!!!





¿Y qué decir de La Guardia? Yo solo recuerdo dos temas (Mil Calles Llevan Hacia Ti y el del cideo), el que les hizo famosos y luego desaparecieron tan tranquilamente como habían llegado. Unos chicos encantadores, eso sí, muy simpáticos y encantados de la vida con el mundillo.




De Gabinete Caligari tampoco tengo fotos. He de confesar que les hice una rápida entrevista y no me quedé al concierto, nunca me gustaron demasiado.

Y otro día os hablaré de Radio Futura y Mecano.

MIS PROPIOS CHICOS DE CARPETA





Viendo cómo ha crecido nuevamente la aficción por el baloncesto en España ultimamente, debido a los éxitos de la selección nacional, no he podido menos que recordar a mis particulares chicos de carpeta baloncestitas, que en aquella época en la que aún íbamos con coletas al cole (yo sólo una, a lo Alaska), despertó nuestra pasión.

Debía correr 1983 o 1984, la fiebre Jordi Villacampa, Epi, Romay y Jofresa estaba en pleno auge. Todas queríamos un cachito de esos tiarrones altos con rostros de modelo (excepto Romay, claro). ¿El baloncesto? Eso realmente no importaba!. Recuerdo que le pedimos las reglas del juego a nuestra profesora de gimnasia, "La Quebrantahuesos", y ese año en lugar de la clase de abdominales y carreritas de siempre, aprendimos un deporte que más tarde cambiaríamos por fútbol (llegó la Quinta del Buitre, y ay! ese Mitchell!!), y luego por balonmano (aunque yo nunca dí la talla para ninguno).

La foto de arriba es un escaneado tal cual de una página de mi álbum de fotos, y el primer plano superior es del cantante Gonzalo, al que tuve el gusto de conocer (de ahí su autografo), cuando acudió a una entrevista para Los Cuarenta Principales en la Cadena Ser, tal vez un par de años más tarde (y quizá el primer famoso que conocí).

Las otras dos postales están autografiadas por Jordi Villacampa y Jofresa, y las conseguí simplemente escribiendo al club (como lo hizo, también, el resto de mi clase, y entonces éramos 40-42 en cada aula, pero nos contestaron a todas). Estábamos loquitas por conseguir la rúbrica de nuestros ídolos. No nos perdíamos un partido, en la Segunda Cadena los retransmitían, en especia los jueves por la tarde (o eso me viene ahora a la mente).

La desilusión llegó con la postal de Epi. No sólo no esta firmada de su puño y letra (es una impresión sobre la postal), si no que además la remata en el reverso, con la misma tinta negra de impresora:

Los años pasan, las pasiones decrecen, mueren, se olvidan. Los ídolos se retiran. Pero siempre tendremos Nocilla...

lunes, 10 de marzo de 2008

EL ABUELO JOSE




(Arriba, en el año de mi fechoría [circa 1971], en brazos de mi abuela Celia)


Para LAR

Cuando hablo de mis abuelos, siempre suelo referirme a mis abuelos maternos, dada la circunstancia de que mis abuelos paternos vivían en Galicia y apenas tuve contacto con ellos a lo largo de los años.

Sin embargo, ,el primer encuentro con mi abuelo paterno sería uno que él no olvidaría facilmente. Yo apenas tenía un añito cuando mis padres decidieron ir a Galicia a "presentarme" a los "otros" abuelos, que vivían en una aldea en la cima de un monte, tan típica del paisaje gallego que parecía salida de una pelicula de meigas y trasgos. Hasta el final, vivirían en aquella casita de ladrillo de apenas dos habitaciones, con más espacio para el ganado y los animales en la parte trasera que para la destinada a vivienda. Nunca comprendí cómo alguien que poseía numerosas tierras (con lo que vale un trozo de suelo en Pontevedra), y unos viñedos dignos de Falcon Crest podía vivir en aquella casa que a mis ojos no era más que una choza. Si hubiera sido redonda, habría apostado a que fue construida por los mismos celtas.

Mi abuelo era el típico gallego: un tanto callado, de andar cansino, mirada profunda, y boina negra. Y si se fue amargando con los años, tampoco era mejor cuando le conocí, aunque obviamente no lo recuerdo. Sin embargo, nunca le gusté. Tal vez tampoco me quiso jamás, era un poco uraño y bastante cabezón, pero no había amores perdidos en ello. No le conocí mucho y dicen que es el roce el que hace el cariño, y viviendo a más de mil seiscientos kilómetros, poco cariño íbamos a desarrollar.

Mi madre conserva una fotografía mía, de pie junto a una tosca silla de madera, tomada pocos minutos antes del crímen, una sonrisa totalmente inocente en mi rostro mofletudo. Nada les hacía pensar que mi procaz mente ya planeaba gamberradas dignas de una adolescente.

El abuelo volvió de alimentar a los pollos, o de ordeñar ovejas o vacas, o lo que fuera que hiciera allí. Y fue a sentarse en aquella silla donde minutos antes había posado para la foto histórica. El sonido del "choff" y el grito del abuelo sacudieron el monte al unísono. Yo había estado jugando cerca del huerto y pocos segundos antes de que mi abuelo descansase sus posaderas sobre la silla, había puesto allí el tomate más gordo, rojo y jugoso que había podido arrancar con mis tiernas manitas de trapo.
Creo que no me lo perdonó en la vida, de hecho prohibió a mi madre que me acercara a él durante el resto de las vacaciones.

El abuelo era cabezón, y a mí ya no me gustaba a tan temprana edad. Mi nombre de pila era algo impronunciable para él, que se negaba a admitir siquiera como nombre humano. Para él yo era "Rosa", y así decidió llamarme. Naturalmente, cuando tienes menos de un año y alguien pretende que acudas a la llamada de un nombre que te es extraño, simplemente lo ignoras, como un cachorro que no reconoce a su amo.

Y así, se dedicó a ignorarme.
Y yo a él.

Creo que no le ví de nuevo hasta cumplir los once años, y para entonces aún continuaba llamándome Rosa. Y yo seguía ignorándole. Hasta los 13 años no consintió en llamarme por mi nmbre, lo cual no es extraño si consideramos que mi prima Sonia figura en el registro de nacimiento como Sofía, "en honor a la Reina de España", porque se dejó convencer por un funcionario patriótico. El padre de la criatura estaba en la mar y la madre en el hospital. Era tarea del abuelo acudir al registro dentro del plazo estipulado y llamarla Sonia. Pero no. Fue Sofía. Aunque nunca nadie la llamó así, y sólo cuando las leyes cambiaron pudo legalmente adoptar ese nombre.

Para el abuelo José no había punto de discusión. Su teoría de cómo el SIDA había llegado al mundo era irrefutable: la habían traído los astronautas de la Luna.

Y en casa de mi tía nunca comimos Pizza aquel doming de Agosto del 83: se comió tortilla. La primera vez que mi prima decidió cocinar un Domingo, y hacer un par de pizzas de tres pisos, nos sumamos su hermana, la mía y yo a la tarea de amasar bases, colocar tomates, salsas, quesos y rellenos. Cuando lo servimos a la mesa como acompañamiento a la comida, Sonia-Sofia le preguntó si quería probar un poco de pizza.
-¿Pizza? ¿Pizza? Desde luego, esta juventud de hoy, empeñada en cambiar los nombres a las cosas. En mi pueblo, ésto, de toda la vida, se ha llamado tortilla.

De nada sirvió decirle que llevaba una base de masa de harina, o queso mozzarella o jamón o... Ese día todos comimos tortilla, intentando no reir.

Al funeral de mi abuelo asistió la mayor parte del pueblo. Siguieron el féretro hasta la iglesia, en silencio, sollozantes. Y la mayoría abandonó el templo casi de inmediato cuando se dieron cuenta de que el finado era el "otro" Fariñas. Benito aún estaba vivo y eso había que celebrarlo!

El "tío" Benito murió unos cuantos años después que mi abuelo, su único hermano, y su funeral se recuerda como uno de los más multitudinarios de Cela.

domingo, 9 de marzo de 2008

EL JUEGO (48º ALBANTA)


A Jeremy.
A Madelaine.
A Mariluz.

Antoñita pegó su frente a la ventana de la salita y miró con ansia el parque desierto, los columpios vacíos balanceándose al viento como acunados por invisibles manos, mientras su respiración formaba un manto de vaho chiquito con el que sus dedos torpes dibujarían un muñecote más tarde.

-Mamá, ¿puedo salir a jugar?
-Ya sabes que no -su madre dejó de remover el potaje con el cucharón de madera y sus ojos, sin brillo, miraron sin ver el detalle de flores silvestres del alicatado.

Hacía tiempo que los parques, los patios y los campos están yermos de niños y risas. Tanto tiempo, que ella vio pasar su infancia y se sumergió en su juventud en medio del cambio de unas leyes no escritas más que con sangre.

-¿Por qué, mama? -pregunta Antoñita, su cabecita de rizos salvajes moviéndose al compas de la música de fondo de la radio.
-Porque no es seguro.

Tiempo atrás lo habia sido. Al salir del colegio, cada tarde, recordaba haber visitado el parque, deslizarse por el tobogán, chillar con alegría mientras su padre la empujaba con fuerza en el columpio, subir las barras de hierro arqueadas y colgarse como una mona feliz. Los sábados, en el pueblo, su bicicleta la transportaba calle arriba, calle abajo. Los domingos, la abuela Pacita la dejaba subir al monte con los otros niños a merendar, a jugar al escondite y al coger.
¿Cuándo había comenzado el cambio? No estaba segura. Poco a poco se había introducido en sus vidas, como un virus letal, como la prohibición de fumar en lugares públicos.

Los niños debían jugar en casa. Tenían que hacerlo. Y mirar con curiosidad aquellos armazones de hierro oxidado erigidos para que nadie, jamás, olvidara la memoria de un pasado en agonía. Miró a su hija y suspiró. Nunca conocería la libertad de las horas lúdicas rodeadas de naturaleza. No sonarían sus risas en la playa en verano, correteando sin miedos junto al mar, lejos de ella.

Otros, muchos más de los que quería recordar, no tuvieron la oportunidad de crecer para hacerlo...
Antoñita miró a mamá y se marchó cabizbaja a su habitación, refugio acorazado de un siempre presente hombre del saco...

viernes, 7 de marzo de 2008

DE CHARLA CON PURITA: JANA

Pura con una fan en el Expocomic de Madrid el pasado Diciembre

El otro día estaba hablando con una conocida sobre las proezas de Esther Lucas -personaje de Pura Campos- y su mundo. Resumiendo una larga historia de dimes y diretes, mi amiga deseaba saber más de un personaje que marcó su infancia -y la mía- hasta el punto de hacernos incondicionales freakys de la pecosa, ayer y hoy con sus Nuevas Aventuras. Pero una pregunta permanecía sn responder... ¿Por qué en España se la llamó Esther? Es decir, en Inglaterra el personaje se llamaba Patty, ¿no habría sido más lógico hacer como con el resto de protagonistas y traducir su nombre literalmente a Patricia? ¿Por qué Esther, un nombre que en los años setenta no era muy típico en nuestro país?

La respuesta es simple: algún directivo de Bruguera decidió que Esther sonaría mejor que Patricia -y en ello, Pura está de acuerdo-, y seguramente inspirados en la moda de elegir nombres bíblicos de la época, se decantaron por uno de los más bellos y sonoros, en lugar de dejarnos a una protagonista reducida a un "Patri" corto y menos sonoro. Sin embargo, sí respetaron los apellidos originales de los protagonistas (Lucas, Mott, Lord, Vowen...)

- No había libertad, no era como ahora en cuanto a las consultas que la editorial hace con los autores de cualquier mínimo cambio. No había royanties para los artistas, ni te decían cuándo o por qué iban a censurar o alterar alguna historia o eliminar viñetas -cuenta Pura- Así, nunca se me consultó el cambio de nombre de Patty a Esther. Lo ví, de hecho, una vez estuvo impreso, pero me gustó, y ahora estoy contenta de esa decisión.



Y realmente está muy contenta con el personaje de Esther, cuya reedición verá en Abril o Mayo el cuarto tomo en las librerías, y con Las Nuevas Aventuras, cuyo primer volumen fue un boom tan inesperado como satisfactorio para sus estherianas. El primer álbum ha sobrepasado las 16,000 copias y se encuentra ya en su tercera edición, y el número dos podría pronto acercarse a los 10,000 números vendidos.

Sin embargo, aunque este personaje le dio la fama dentro y fuera de nuestras fronteras, no es el único que ha creado. Aparte de Gina y numerosas historias cortas románticas, de ilustrar Heidi y otros personajes, existe una saga con más páginas que Esther y que aún a día de hoy sigue publicándose con éxito en Holanda, llamado Tina -Jana en España-, que pronto, muy pronto, estará en nuestras manos también. Aunque Pura, debido a su concentración en las reediciones de Esther y las Nuevas Aventuras, dejó el año pasado el personaje, que ha sido retomado por otro dibujante que sigue su misma línea y estilo.


Jana comenzó a publicarse tras el cierre desastroso de Bruguera, a finales de los ochenta, con la editorial Sarpe, en cuadernillos quincenales que recogían diversas historias que continuaban de una semana a otra. Jana era una modelo que se metía en toda clase de problemas y vestía moderna y despampanantemente.

Ahora Glénat edita de nuevo sus aventuras, que, crucemos los dedos, se presentará en El Saló del Comic de Barcelona, que tiene lugar en la Ciudad Condal del 17-20 de Abril. Allí estará Pura, como siempre, al pie del cañón para saludar a sus fans y obsequiarles con una rúbrica y, más que probablemente, un dibujo original, como suele hacer.

-El personaje de Jana también es muy querido para mí y estoy muy contenta de lo que se va a reeditar, el material original, afortunadamente, sí lo tengo, no como con Esther, que no conservo nada de ello. No estoy segura de cuántos tomos serán o con cuanta periodicidad, pero espero que guste tanto como las otras reediciones. Ahora mismo estaba acabando la portada del tomo y la portadilla, creo que os va a gustar el resultado.


Y es que el libro promete. Con prólogo de Mar Calpena, a la que se puede considerar la fan número uno del personaje, la Jana que nos llegará en las reediciones será también una Jana nueva, ya que en España no se llegó a publicar todo, de modo que me parece que tendremos material inédito para rato. En esta nueva aventura de Glénat con Pura, no solo se reeditarán las historias clásicas sino también una seleccion de aquellas que no llegamos a ver, y se alterará el órden de las mismas, que en este caso, no daña el resultado.

Por otra partes, el programa Miradas de la 2, que en Octubre del año pasado emitiera un repotaje sobre la obra de Pura, ha sido galardonado con el segundo premio de las Miradas del 2007 en la categoria de Cómics. El primero se lo llevó la revista El Jueves, con una diferencia de puntuación muy leve entre ambos reportajes.

Purita firmará ejemplares en el Salá del Cómic del 17 al 20 de Abril, y posteriormente, el 23 en el día de San Jordi, como viene siendo habitual, en varios Fnacs y El Corte Inglés, a intervalos de una hora, así como el dia 15 en Huelva.


2008, además nos traerá nuevos y sorprendentes merchandisings de nuestro personaje favorito...

¿Pero qué exactamente?... Watch this space...

martes, 4 de marzo de 2008

LA SEGUNDA FUE MEJOR. OS PRESENTO A... JANE SEYMOUR

Siguiendo con el tema del post anterior, y metidos de lleno en el rodaje de Onassis (que originalmente llevó el titulo de Aris), nuestro siguiente paso fue entrevistar a una de las mujeres más bellas del planeta, en aquellos prolíficos años ochenta, e incluso ahora: Jane Seymour, que después de una vida de telefilms y alguna que otra película para la gran pantalla, se hizo archiconocida en años posteriores como La Doctora Quinn.

Corría 1987 y uno de los hoteles más importantes, el mayor y casi el único del momento, era el Parador Hotel Atlántico. Tras concertar una entrevista, esperábamos nerviosos e impacientes la llegada de Jane, temiendo otro encuentro como el de Anthony Quinn, y Jane apareció ataviada con un vestido blanco a topos negros de los cincuenta, con el cabello y el maquillaje al estilo de La Callas, papel que interpretaba en la serie. Nos sorprendió ver lo delgada y estilizada que era, no muy alta, pero pálida como una muñeca de porcelana, con un rostro tremendamente atractivo. Con los labios rojos y el cabello recogido en el característico peinado de una de las mejores divas del Bell Canto, la elección de Jane para el papel estaba más que justificada. Con actitud relajada se sentó con nosotros en unas de las Lounges del hotel, mientras un improvisado músico se acercaba al piano de cola y nos ofrecía una suave serenata como telón de fondo.

Por desgracia aquel día no llevábamos una cámara con nosotros como solía ser habitual, pero unos recortes de una revista me sirvieron para que me estampara su autógrafo para la eternidad. Perdonad la calidad de las mismas, pero comprenderéis que tienen ya más de veinte años...


Jane fue una de las personas más maravillosas de las que entrevistamos de Aris. Terriblemente paciente con nuestro inglés patatero de BUP, mal construido y mal pronunciado. Comenzó charlando con nosotros como si fuera ella la entrevistadora, no en vano había sido reportera en varios documentales de diversa temática. Se interesó por nuestras carreras radiofónicas, y ello dio pie a que nos contara sus comienzos como actriz.

Se puede decir que llegó a ello casi de casualidad. Jane había comenzado su entrenamiento como bailarina de ballet a los dos años, y a los 13 ya estaba trabajando profesionalmente, como bailarina y también haciendo sus primeros pinitos como actriz, ya que la escuela a la que asistía les animaba a buscar trabajo real si tenían oportunidad. Cuando contaba 17 años, sufrió una lesión en las rodillas que le imposibilitaba volver a bailar, y en la última película en la que había participado como miembro del cuerpo de danza (Oh, What a Lovely War), Sir Richard Attemborough la descubrió a través de la lente de su cémara, le hizo algunos primeros planos y gracias a ello un agente los vio y le recomendó que se dedicara a actuar. De hecho, la de Attemborough había sido su primera película, en la que incluso tenía una linea en el coro, en una escena con Maggie Smith, y la última en la que bailó.

En cuanto a su papel en Aris, hablaba con cariño de María Callas, describiéndola como un personaje absolutamente maravilloso, que la atraía y le llamaba la atención por su calidad humana y el poder del amor que emanaba. La Callas había acompañado a Aristóteles Onassis desde mediados de la treintena hasta casi los cincuenta años. La describe como una mujer rota por el hombre al que amaba, por el cual abandona su exitosa carrera musical, su fama, y casi su salud mental, pasa por un doloroso aborto, y todo por un hombre que un par de semanas después se casaría con Jacky Kennedy. Aun así, la sigue atormentando, aún vuelve a ella cada vez que padece una crisis emocional en su vida, y todo ello la convierte en ese muñeco roto. La diva que nunca amó antes, se había enamorado por primera vez a los treinta y tantos, y descubriría que el amor era más poderoso que su carrera o su fama o cualquier otra cosa, y no le importaría dejarlo todo atrás. Y esa fue su destrucción.

Con su bella voz, no tuvo problema en contarnos que se había enamorado de Cádiz, donde tan sólo llevaba unos cinco días, de sus antiguedades que quisera llevarse a su rancho español en América y aseguraba que le encantaba trabajar en España, donde ya lo hizo antes de la mano del director Antonio Drove, porque los técnicos y especialmente los maquilladores, son excelentes. Europa es un lugar donde trabajaba a menudo -aún lo sigue haciendo-, més que en America, al parecer, y por aquella época acababa de interpretar a Wallis Simpson en Inglaterra y tenía varios proyectos més en el Viejo Continente. Hablaba con cariño, también, de su papel de Natalie en War of Remembrance, un papel duro que le recordaba a su madre, que estuvo en un campo de concentración, y a la familia de su padre que murieron en uno. War of Remembrance se rodó en Auswitch y Jane contrajo pulmonía durante el rodaje.

Tuvo palabras de afecto para sus compañeros de rodaje, especialmente para Elías Koteas, al que describe como "un jóven loco y simpático" con mucho talento.

Años antes había rodado una película con Christopher Reeves, Somewhere in Time, nuestro eterno Superman, al que describía como un gran amigo, una gran persona y con el que disfrutó "recreando maravillosas escenas de amor" (y quién no). Poco podíamos imaginar entonces el destino que le esperaba a Christopher, asignatura pendiente de mi agenda de famosos que ahora ya no podré concluir.

En definitiva, un contrapunto a la actitud de "diva" de Antonio Rudolfo Oaxaca Quinn (o Quintero, según otras fuentes).


lunes, 3 de marzo de 2008

MI PRIMERA ENTREVISTA: La CAIDA DE UN MITO

Tenía yo 17 años y comenzaba en el mundo de la radio. No tenía mucha experiencia, llevaría en ello unos meses escasos, pero aunque era de naturaleza tímida, a la hora de volverme "toda una profesional", hacía el papel con convicción.

Hasta que llegó la hora de mi primera entrevista. Y no con cualquiera, ojito. Nada más y nada menos que con Anthony Quinn, que se hallaba en Cádiz filmando la serie de Tv Onasis: El Hombre Más Rico Del Mundo, sobre la vida de Aristóteles Onassis. Otros componentes del telefilm eran uno de los hijos de Anthony (Lorenzo, aunque él no había acudido a Cádiz porque sus escenas no tenían lugar allí), la guapísima Jane Seymour (interpretando a una sublime María Callas), Covadonga Cadenas (una actriz asturiana no muy conocida, para más información tenéis Google), o Elías Koteas (más conocido por su papel de hermano de Kirsty Allen en Mira Quién Habla También, Zodiak, Fallen, etc.), a todos los cuales entrevisté junto con mi compañero Gabi Bolaños posteriormente.
Covadonga Cadenas

Con Elías Koteas

Conseguir que Anthony Quinn nos atendiera en la intimidad de su caravana no fue fácil. Nos costó mucho insistir con su asistente personal, los guardaespaldas y hasta el director de la serie. Nos pedían, no sólo la acreditación como miembros de prensa que teníamos, si no una serie de permisos y autorizaciones del Ayuntamiento, que sorteamos sin problemas al decirles que nosotros precisamente trabajábamos para la emisora Municipal.

Anthony, nuestro héroe, la primera persona importante e internacional que conoceríamos, nos recibió en su trailer pequeñito y frío sin invitarnos a tomar asiento, y de muy mal humor. Se negó en redondo a cooperar y a responder a nuestras preguntas. Como un Paco Umbral del cine, nos dijo que todas las respuestas a nuestras preguntas estaban en su autobiografía, que acababa de ser publicada, que comprásemos el libro y lo leyéramos en busca de las respuestas. Nos lanzó una diatriba sobre su carrera como gran actor que era, y no recuerdo qué pregunta o comentario exactamente le tocó el nervio: nos dijo que él era un galán de cine, que había estado nominado a Oscars y negó haber sido jamás un actor secundario.

Era 1987 y muy lejos quedaba aún la idea de los ordenadores y la gran ayuda de Google. Nuestro dosier sobre personajes se limitaba a una lectura rápida en la biblioteca de una gran enciclopedia y la petición en el Gabinete de Prensa del Ayuntamiento de un dossier informativo que, en su defecto, era solicitado al agente. Eramos pipiolos pero habíamos hecho los deberes. Recuerdo a Gabi, con su voz profunda y su actitud profesional, enumerando algunos de los films en los que el Sr. Quinn había sido un actor de reparto: Murieron con las Botas Puestas, Carretera a Marruecos, El Cisne Negro, Buffalo Bill... la lista seguía y seguía.

Creo que si no llega a ser por su esposa en aquel momento, Yolanda, toda una señora calmada y elegante, que le pidió un poco de respeto, nos habrían echado de la caravana. Decidimos enfocar la entrevista de otro modo. ¿Qué opinaba de la decisión de su hijo Lorenzo de dedicarse a la carrera de actor?
-Yo no tengo nada que opinar! ¿Soy acaso un crítico de cine? No. A mí qué me importa lo que haga mi hijo. No soy quién para dar juicio sobre su capacidad de actor, ¿entendido?
Viendo que la cosa no progresaba, decidimos concluir la entrevista y marcharnos, desilusionados, con el ídolo caido y una entrevista que sin duda nunca podríamos radiar.
Eso sí, el grande de los grandes, el actor que nunca había "hecho papeles secundarios", simplemente representaba en Onassis al padre de éste, Sócrates. Aún hoy, cuando escucho la entrevista, guardada cuidadosamente en una cinta de cassette que protejo con mi vida, se me erizan los vellos de pura vergüenza. Ajena, por supuesto.

Yo sólo estaba empezando, pero él era un profesional que no supo dar la talla y que perdió para siempre dos fans por no contestar media docena de preguntas.

Años después, la visión de ídolos de pies de barro dejaría de impresionarme.

domingo, 2 de marzo de 2008

OBSESION (47º ALBANTA)



Se obsesionó con los ojos verdes de Susan desde el primer día en que la vió. No pudo apartar su mirada de ella como no lo había podido hacer de las pupilas de Marta, de Rosana o de Alicia.
Andrés había comenzado inconscientemente a obsesionarse con los ojos cuando su padre se quedó ciego siendo él apenas un crío de nueve años. Su padre era un fanático de la lectura y del cine, y perder la vista fue lo peor que le podía haber ocurrido, observar sus retinas opacas le producía a Andrés una fobia incontrolable, el miedo a padecer la misma enfermedad degenerativa que le llevaría, poco a poco, a la más nefasta oscuridad.
Al principio acuñó canicas. Canicas de cristal de todos los colores, las movía en el bolsillo, sintiéndose seguro, protegido. Andrés había llegado a pensar que, de suceder algún fatal accidente y perder un ojo, aquellas esferas multicolores sustituirían las cuencas vacías que tanto le obsesionaban.
Luego se dedicó a coleccionar los iris de margarita de las muñecas preferidas de su hermana, disfrutando del plástico sonido (-pop-) producido al empujar los ojillos turquesa, ámbar o azules de aquellos contenedores de vinilo. A los catorce años ya era un experto en animales vivientes, en cómo extirpar, sin dañar el redondo y frágil globo ocular de gatos y perros callejeros.
Su pequeña colección se incrementaba día a día, en tarros de formol de todos los tamaños. La habitación secreta bajo la escalera estaba repleta de estanterías repletas de miradas sin rumbo.
La primera vez que vió ojos de María penso que eran justo el tono que faltaba en su antología: ni terriblemente verdes ni vulgares aguamarinas. Era un tono exquisito, brillante, sublime, de diminuta pupila y fondo nítido. Su cuello se le rompió entre las manos con aquel sonido similar al de las muñecas (-pop-), mientras sus ojos mostraban el horror de la realización de lo que estaba a punto de ocurrir. Deseaba guardar esa expresión para siempre, pero por más que lo intentaba, no lo conseguía. Sorpresa, irritación, miedo, terror puro, resignación... Tantas expresiones, tan pobre el medio al alcance.
Andrés se lavó las manos bajo el grifo del lavabo y penso que, mañana, le haría una visita a Susan, la maravillosa portadora de aquel bello par de ojos de gata.