domingo, 31 de agosto de 2008

CASAS, CASAS, CASAS

(A petición popular, puede decirse)

Hace unos días, Salegna confesó su pasión por Cary Grant, y recordé que en Nueva York había visto un curioso apartamento donde el actor vivió durante un tiempo, lo cual dio pie a que Shirat sugiriese hacer un post sobre casas de famosos.
No todas son casas de celebérrimas estrellas del celuloide, pero he recopilado algunas de aquellas con alguna importancia de las que he visitado, en su mayoría sitas en Manhattan.
Sin embargo, en Galway hay una casita en una calle pequeña, perdida, no muy lejos del centro. Es una calle sin tiendas ni pretensiones, y una casa de fachada de lo más corriente, en Bowling Green, que ahora se ha convertido en casa-museo.
Es la casa de la familia de Nora Barnacle, esposa del poeta James Joyce.




Aunque en el interior no estaba permitido hacer fotos, pude comprar unas postales con sabor añejo. La casa fue construída en el 1800 y es la más pequeña de la calle y consiste de una planta baja con cocina y comedor que frecuentemente se convertía en dormitorio, y una habitación arriba, con un pequeño jardincito en la parte trasera. La casa no dispuso de agua corriente hasta 1940. La habitación superior era el dormitorio comunal de la familia. Hasta principios del siglo XX Nora vivió aquí con su madre y sus seis hermanos, marchando a Dublin en 1904.
James Joyce conoció a su suegra, Annie Barnacle en la pequeña cocinita cuando vino de visita en 1909 con su hijo Giorgio. En 1912 regresó con Nora y sus hijos y pasó la mayor parte de las tres semanas de sus vacaciones en la casa. Nora, acompañada de Giorgio y Lucia la visitó por última vez en 1922. Su madre vivió aquí hasta su muerte en 1940.
La casa se quedó en ruinas durante años, pero en 1978 se restauró y se abrió al público.






Y de aquí nos vamos a Nueva York, al corazón de Manhattan, al distrito Gramercy y Flatiron, donde se encuentra la casa donde nació y vivió Theodore Roosevelt, el que fuera el 26 Presidente de los EEUU. En su interior se pueden ver desde sus juguetes de la infancia hasta chapas de campañas políticas, emblemas, posters y todo lo relacionado con su vida política y sus aficiones.



La zona de Greenwich Village recoge una serie de casas totalmente interesantes, con calles con carácter y escenarios de films y libros, como Gay Street, una calle de casas federales, escenario de la novela de Ruth McKenney sobre la vida en el Village, Mi hermana Eileen.


O Patchin Place, a unas manzanas de Gay Street, construida en 1848 y que en principio albergaba a los camareros del Brevoort Hotel, y que más tarde se convertiría en lugar de residencia del poeta E.E. Cummings y otros famosos escritores de los años 20 y 40.


Twin Peaks, en el 102 de Bedford Street, también en Greenwich Village comenzó su vida en 1830 como una casa normal y corriente. Fue reconstruida en 1926 por el arquitecto Clifford Daily para alojar a artistas, escritores y actores. Daily creía que la extravagante casa ayudaría a florecer su creatividad.



La Casa de Isaac-Hendricks es la más antigua del Greenwich, construída en 1799. Su primer morador, John Isaacs, compró las tierras por $294 en 1794. Luego vivió aquí Harmon Hendricks, un comerciante de cobre y asociado del revolucionario Paul Revere.

St. Lukes Place es una hilera de casitas que datan de mediados de la década de 1850. Delante del número 6 de esta calle (la casita pintada de blanco en la foto), se alzan las farolas que siempre identifican la casa de un alcalde en Nueva York. Pero la casa más conocida en esta calle es la del numero 10, cuya fachada se utilizó como casa de la familia Huxtable en El Show de Bill Cosby. Aquí, también, se rodó Wait Until Dark, protagonizada por Audrey Hepburn, en la que interpretaba a una ciega que vivía en el número 4.



Y por último, la más impotante de todas, al menos para nuestra Salegna, ya que allí vivió durante un tiempo su ídolo universal, el inigualable e incomparable Cary Grant. Y muy peculiar que es el sitio, por cierto. La dirección es 75 1/2 Bedford Street (si, frente a Twin Peaks), y es la casa más estrechita de Nueva York, mide solo 2.9 metros de anchura y fue construída en 1893 en lo que solía ser un callejón. La poetisa Edna St, Vincent Millay vivió aquí brevemente, y creó a la vuelta de la esquina el teatro Cherry Lane donde se representó por primera vez Godspell, y le siguió John Barrymore y Cary Grant más tarde. El edificio fue renovado hace unos diez años y tiene una placa conmemorativa.



La Princesa de Eboli o de cómo llegó este libro a mis manos (El Rincón de Lar)


La Princesa de Eboli se sienta en mi biblioteca privada desde tiempos inmemoriales, y aún no lo he leído. Bueno, no tan inmemoriales. Era 1979 y en casa acababan de descubrir que era miope, aunque yo no veía bien desde hacía tiempo pero no había querido o sabido reconocerlo. Mi madre me pilló encogiendo los ojos como un ratón ciego y al día siguiente ya me tenía en el oculista después de pasearme por media ciudad preguntando "¿qué pone allí?" mientras señalaba el nombre de una tienda, una pintada en la pared o la publicidad de una valla.
Yo no quería gafas. Si no tenía bastante con ser "diferente" en el colegio gracias a la religión escogida por mis padres, o a ser bajita y menudita, ahora iban a cantarme a diario aquello de "Gafitas, cuatro ojos, capitan de los piojos". Claro que para cuando fui a clase con mi nuevo armazón de pasta ocre, mi madre me había cantado todo para que estuviera preparada. Y yo estaba acojonada, simplemente.

Después no fue tan mal, las típicas preguntas y curiosidades del principio y el sentirte más fea de lo habitual. Llevar gafas en el cole parecía una minusvalía grave, pero entoces no había los diseños tan modernos y bonitos de ahora, ni la variedad, y lo funcional, a veces, era primordiall. Mi madre había elegido mis gafas en función a que eran de pasta moldeable, irromplibles, prácticamente podías hacer un nudo en la montura sin que se rompiera, pensando que en clase, practicando deportes y jugando, podría romper fácilmente otras de tipo diferente. Para mí supuso todo un trauma.


Y entonces llegó mi abuelo con la solución: una copia de La Princesa de Eboli. Me regaló este libro porque, me dijo, "había cosas peores que llevar gafas". Cuando me percaté de que la Princesa de Eboli era la biografía de una princesa tuerta, lo primero que pensé fue que ese iba a ser mi designio... que iba a perder la vista de un ojo (por entonces tenía -1.5 dioptrías en un ojo y -0.5 en el otro), o peor aún, ciega, y que mi abuelo sólo trataba de suavizar la noticia.

Como digo, nunca lo leí, porque era una biografía muy densa para una niña de nueve años a quienes las intrigas de la corte, las correrías y casamientos de la época de Felipe II le sonaban a libro de Historia de clase. Ahora lo he puesto en la pila de libros por leer, porque la historia y las biografías me apasionan, y no sé cómo lo he tenido olvidado ahí, cogiendo polvo en la estantería.

Es la historia de Ana de Mendoza, una de las mujeres más particulares de la corte de Felipe II, de cuya vida se conoce bien poco en realidad. Se dice de ella que fue " la única capaz de entretejer alrededor del cuello de todo un rey una soga hecha con pasiones que estuvo a punto de acabar con un gran imperio". Tan secreta es su vida privada, que la razón por la que perdió el ojo se ha convertido en toda una leyenda. Algunos dicen que fue debido a una caída, otros a un accidente mientras practicaba esgrima. En todo caso, se dice que a pesar del parche, era una mujer extremadamente hermosa.


Me gusta el tacto del libro, una edición de Ferni del 74 con tapas duras y de aspecto antiguo, sin título en la portada, lo que me da a pensar que debía tener alguna solapa que se perdió en algún mercadillo, lugar de procedencia, seguramente, de esta copia. Cómo mi abuelo llegó a pensar que este libro era apropiado para una niña de esa edad permanecerá un misterio, tal vez sólo se explica en mis inquietudes y mi interés por la lectura, devorando practicamente todo lo que caía en mis manos.
Y nunca es tarde si la dicha es buena. Tal vez ahora lo disfrute más de lo que lo habría hecho hace unas décadas.

sábado, 30 de agosto de 2008

OCULTOS EN LOS LIBROS...

Algo ha caído al suelo. Ha resbalado de entre las páginas de una vieja edición de La Princesa de Eboli... lo he recogido con curiosidad. Un viejo calendario...
He apilado los libros en el suelo, he escaneado páginas con ansia voraz.. y he encontrado cosas que ni recordaba existieran. Calendarios, recortes de revistas, artículos de prensa, marcapáginas, pegatinas...


Los hay de todas las épocas, mezclados en libros de diferente corte y año.
No contenta con haber hurgado sin perdón por los libros del salón, he hecho lo propio con la mitad de los que tengo en las estanterías del dormitorio -pero sólo la mitad-, descubriendo más notas guardadas, flores, pétalos de rosas que aún conservan su aroma reseco, una carta de mi madre de aquellos años en los que viví en Sant Feliú de Guíxols, papelitos con fechas de cumpleaños...



He hallado hojas de libreta con el juego de los barquitos, números de telefono, tarjetas de visita... Un número de la ONCE.


Pero de todo todo, mi mayor sorpresa ha sido encontrar cuatro discos de plástico de Cropan, que no tenía ni idea que estaban ahí... en esa copia de Historia de una Escalera... Y una lástima que no tengo nngun aparatejo para poder escucharlos. Indagando por internet me he enterado de que parece ser que son cuentos y que se oían con un "tocadiscos" de cartón para el efecto, dándoles vueltas con el dedo.

Y vosotr@s... ¿qué escondéis en vuestros libros?

MAS LIBRACOS


Del libro de Heidi ya hablé aquí, pero de esa misma colección del Círculo de Lectores, también conservo 20.000 Leguas de Viaje Submarino de Verne, Las Minas del Rey Salomón de H. Rider Haggard y cómo no, Corazón, de Edmundo D'Amicis, el que más lágrimas me habrá reportado y tal vez, junto con El Conde de Montecristo, el libro que más veces he releído.
Todos tan diferentes, pero tan necesarios. Todos tan sustanciales, tan imaginativos. En especial Corazón. tengo debilidad por este libro, no lo puedo evitar. Constituyó todo un descubrimiento encontrar que la historia de Marco apenas ocupa unas páginas dentro de este libro, mientras la lacrimógena saga televisiva parecía una telenovela inacabable. Esos personajes, Coretti, Enrico, Garrone, ese "albañilito"... Ay, que me da, que se me escapa una lagrimita... Ese olor a libro de verdad, a papel con solera... ese olor a tarde de invierno, a lluvia sobre el mar y a Cola Cao...

CELIA: LA NIÑA QUE TODAS QUISIMOS SER




Estaba limpiando la estantería del salón, sacando cada libro y desempolvando todo a fondo cuando he decidido mostraros mis libros de Celia, del Circulo de Lectores. También me hice de la colección de dvds de la serie de televisión, que sin ser ninguna maravilla interpretativa, supo captar a la perfección la esencia de Celia y sus aventuras, creadas por Encarnación Aragoneses Urquijo, o Elena Fortún como todos la conocen.



Descubrí a Celia bastante tarde, la leí ya en la veintena. A veces pienso que mi infancia, adolescencia y madurez transcurrieron en sentido inverso. De pequeña leía a Agatha Christie, Alan Poe, los clásicos españoles (Góngora, Quevedo, Becqer, Rosalía de Castro, Fernando Pessoa), leía a los hermanos Quintero, a Buero Vallejo y a García Márquez (me leí Cien Años de Soledad con 13 años, al igual que La Celestina, Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco, El Conde de Montecristo y Lo que el Viento se Llevó. Me leí la saga de Poldark antes de cumplir los 14. Luego descrubrí la literatura fácil de Stephen King, Dean R. Koontz, me aficioné a Vázquez Figueroa, a Eduardo Mendoza. Y entonces, de algún modo, empezaron a llegar las obras que quizá deberia haber leido algo más joven, como Enyd Blyton, Jerry West, Terrance Dick y Elena Fortún, todo salpicado de tebeos, novelas gráficas, Verne, y el cómic femenino.



Sin embargo, Celia es esa niña que quizá todas quisimos ser, llenas de imaginación, viviendo en su propio mundo, viendo a los adultos desde su particular punto de vista. Y sobre todo, con esa terrible inocencia que sólo te puede arrancar una sonrisa, o en el mejor de los casos, una sonora carcajada. Yo, como la descubrí tarde, quizá no deseé tanto haber sido Celia, sino tener algún día una igual...

viernes, 29 de agosto de 2008

DUMBO: OTRO CACHITO DE INFANCIA


Tuve este libro hace muchos años. De hecho, sólo me desembaracé de él en el 96, cuando me deshice de todos mis Don Mikis y cuentos troquelados. Malvendí un carrito de la compra lleno de cuentos y cómics por poco más de 2,500 pesetas, a un trapero de la Plaza de las Flores. Acababa de separarme, llegué de vuelta a casa de mis padres tras un enorme fracaso de supervivencia personal de tres meses en Canarias, con muchas cosas y no había espacio. Habían cambiado mi viejo dormitorio, que ahora era la habitación de mi hermana. Yo tendría que dormir en un sofá. Pero esa es otra historia...
No tenía dinero y se acercaban los Carnavales. Alguien puso en mi cabeza la idea de quitarme de encima algunos vestigios de mi infancia. Y sólo dolió unos años más tarde.
Dumbo me lo había regalado Josefa, una "tía postiza" que había sido profesora de corte y confección cuando mi madre todavía estaba soltera y soñaba con ser modista, costurera o como quiera que lo llamaran en aquellos tiempos, pero nunca acabó su curso. Se casó con mi padre y se convirtió en ama de casa. Ahora es sastre, se sacó el título hace unos diez años.
El caso es que me arrepentí de haberme deshecho de Dumbo, porque Josefa era una persona muy querida por mí, una mujer muy cariñosa, con sus gafas de pasta negra retro y su cabello blanco ondulado.
Y ahora, por fin, he podido recuperarlo. Lo he buscado sin éxito durante años, como he buscado otras piezas de ese puzzle desperdigado en el correr de la vida, y hoy ha llegado, haciéndome feliz de nuevo. Estará ahí, en la estantería, para esos hijos que tal vez nunca tendré, pero me hará recordar a personas, aromas y una película que conocía al dedillo gracias a este libro, de la editorial Toray, fieles ilustraciones y narración de la cinta de Disney.
Las cosas sencillas me ponen contenta. No necesito mucho.

jueves, 28 de agosto de 2008

DESTIERRO

He regresado al pueblo. Tenía que hacerlo. Antes de que todo acabe, o comience, o continúe... antes de que la noche caiga... Tenía que regresar. Enfrentarme a los fantasmas que se ocultan en la vieja casona, en sus paredes que rezuman la sangre de mis antepasados.
Ya no queda nadie. Todos se marcharon hace años, y aquí, mañana, harán un pantano. Ni siquiera demolerán las casas, ¿para qué? No queda nada. En el fondo de este valle árido sólo habrá agua a partir de ahora. La riada llegará al amanecer, dicen. El hijo de Andrés, el antiguo alcalde, será testigo desde la nueva presa, junto a los miembros de la junta y la televisión. Pero yo tenía que regresar hoy, antes de que la casa en la que habité de niña sea destruída para siempre.
No me gusta el pueblo. En sus calles polvorientas aún me parece oír las voces de los niños en sus juegos. Aún puedo ver a las ancianas sentadas al sol, en sus sillas de junco de aspecto incómodo, delante de sus puertas abiertas. Pero no hay nadie. Sólo mi sombra y apenas unos pocos fantasmas que se empeñan en aferrarse a las únicas paredes sólidas que conocen.
La tapia de mi vieja casa se ha caído por propia voluntad. Cansada, sin duda, de aguardar de pie a que alguien venga a abrir la verja. El patio está tal y como lo recuerdo, pero con más hierbajos. La tierra cruje bajo mis pies. Hay restos de cristales rotos... pero las ventanas están intactas. Parece una vieja botella de Mirinda. Qué importa. Ya no hay nadie.
El grueso portón de madera está abierto. Nos fuimos sin echar la llave. ¿Para qué? Nadie iba a robar una casa vacía. Los goznes chirrían, la madera se ha hinchado y pesa. Empujo con el hombro y al fin cede. El hall me acoge con los brazos abiertos, su escalera de mármol gris y resbaladizo parece invitarme a subir, pero no es allí a donde deseo ir. He venido a por otra cosa.
De repente me detengo en el umbral de la sala. Algo ha llamado mi atención. El viejo cuadro del bisabuelo, colgando precariamente en el rellano de la escalera. ¿Qué hace ahí? Nunca lo eché en falta. Claro que papá guardó todos los cuadros en el ático de nuestra nueva casa, a la espera de colgarlos algún día. Pero nunca tuvimos ocasión.
El bisabuelo Vicente me mira despótico desde su marco lleno de polvo. Nunca me gustó. El cuadro, digo. Al bisabuelo nunca lo conocí. Pero hay algo depravado en su mirada. La abuela nunca hablaba de él. Y sus ojos repintados parecían seguirme a donde quiera que fuese... Y ahora no sé qué hacer. Tal vez debería llevarmelo, o quizá papá tenía un motivo ulterior para dejarlo atrás.
Luego pensaré en ello. Ahora tengo que recuperar mi pasado. Desciendo los escalones con cuidado. La barandilla está endeble, el tiempo ha carcomido su corazón, y no deseo romperme el cuello tras un viaje tan largo.
Voy a la cocina. Abro la despensa, en el rincón, donde la tata Merche guardaba especias y harinas, azúcares, miel y sal. Aún huele a ajonjolí. Cierro los ojos y puedo recordar las hileras ordenadas de botes de cristal, los sacos más pesados en las estanterías inferiores, las botellas de licor arriba, fuera de nuestro alcance. Recuerdo el día en que Pablito se quedó encerrado en la despensa, y a fuerza de sacudir las baldas, una botella de coñac añejo casi se le rompe en la cabeza. Pero Pablito la cogió al vuelo, y más tarde cogió una cogorza. ¿Cuántos años tenía...? Diez, creo recordar. Ha pasado ya mucho tiempo...
Aparto un cubo de plástico azul que se quedó escondido. Con mis torpes y nerviosos dedos intento encontrar la rendija... la madera cede con mayor facilidad de la que esperaba y allí está... la vieja caja de latón de membrillo. Se ha oxidado, la humedad ha hecho mella en su exterior, pero la abro y descubro que el interior se ha preservado perfectamente, salvando de este modo mis viejas cartas. Acerco el manojo de papel amarillento a mi nariz. Huele a viejo. A moho. A perfume, y... a adolescencia. Huele a ilusión y a sueños, a locura y desamor. Pero todas estas cosas no tienen olor y me digo que he de irme antes de que anochezca.
El patio me contempla desde la oscuridad. ¿Es de noche? ¿Cuánto tiempo he permanecido en la casa, encerrada en la despensa? ¿Qué hago con el retrato del abuelo? Al cuerno. He de marchar. Es tarde. No quiero encontrarme con él...
Sí, es tarde. Demasiado. Aquí está. Siento su presencia aún antes de que me hable. Ha estado espiándome. Lo sé. Siempre lo hizo cuando vivía aquí.
-Mari Luz... -gime.
-Me marcho -contesto sin volver la mirada. No quiero verle. No quiero ver su rostro. Aprieto con fuerza mi tesoro de hojalata y sigo caminando.
-Sabes que no puedes escapar de mi.
-Sí, puedo -y entonces me vuelvo. No quería hacerlo, pero algo me ha impulsado. No hay nadie. Da igual. Mañana, todo esto será agua. Sigo andando sin volverme, porque si lo hago, le veré en la galería superior, asomado a la baranda como lo hacía siempre. Mi Heathcliff particular... Mi vida entera.
Le encontraron flotando en el río una mañana de otoño. Dicen que se ahogó. Yo le empujé. Le vi en los campos, liado con Luisina, la hermana del farmacéutico. Me había jurado amor eterno. Tengo sus cartas.
Catherine, me llamaba. Su Catherine, él mi Heathcliff, mi amante secreto...
Jamás le he olvidado. Su rostro embotado, azul, sus ojos abiertos me miraron por última vez cuando le sacaron del río, ese que mañana cubrirá el escenario de mi pecado. Ya entonces pude oir con claridad su voz masculina:
-Volverás a mí...
Tenía que volver. Volver y decir adiós. Tengo sus cartas, es lo importante, lo único que de algún modo me liga a él. Regreso al coche caminando bajo la luna, sin prisa. Cierro la puerta, echo el seguro. Enciendo la radio. El reloj electrónico dice que son las cinco de la mañana.
Espero.

LLORANDO POR GRANADA

(Dedicado a Shirat)

Desde que leí el último post de Shirat en su Blog sobre el libro de Antonio Gala dedicado a Granada y su Alhambra, no he dejado de pensar en una canción que me fascinaba en mi infancia. La he cantado subrepticiamente en mi mente y llevaba días dándole vueltas, pero no tenía ni idea de quién la cantaba.
Entra Google.




El tema pertenece a LOS PUNTOS, un grupo andalúz, almeriense, que pegó fuerte a finales de los setenta. Por cierto que en el vídeo superior parecen muy tímidos, a veces es como si tuvieran miedo de mirar a la cámara. Sus miradas, sobre todo la del cantante, se desvía hacia el suelo, hacia las cuerdas que toca, hacia sus compañeros... Sin embargo esa timidez parece no extenderse a esos monos de pecho abierto que lucen... en fin, cosas de la moda del tiempo.
Al parecer la canción se basa en la famosa leyenda del "moro de Granada", ya sabéis, aquella de la Reconquista, en la que Boabdil, tras perder la ciudad, suspira y llora y se le dice aquello de "Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre".

miércoles, 27 de agosto de 2008

UNA DE MUERTOS (II)

Conste que de estas tumbas que pongo a continuación, sólo he visitado una (soy friki pero no tanto): la de Philip Lynott, el que fuera cantante de Thin Lizzy, que se encuentra en el cementerio de Howth en Dublín. Siempre me gustó la musica de Thin Lizzy y tengo mucha de su discografía, y no pude dejar de presentar mis repetos, al igual que lo hiciera en la tumba de Jim Morrison en París, otro de mis ídolos de los setenta.
Philip Lynot también tiene una escultura a tamaño real en la capital irlandesa, en una de las calles que cruzan con Grafton Street, alma de Dublín. El año pasado alguien tuvo la feliz idea de robarle la guitarra, pero a día de hoy ha sido repuesta.






Sin embargo, hay tumbas mucho más llamativas y objeto de peregrinaje alrededor del globo. Conozco a un grupo de amigos que se dedicó a recorrer las tumbas de sus ídolos del rock, una por una. Como la de Freddy Mercury, que además no me pilla muy lejos:



Llamativas de por sí las hay, un ejemplo claro es el de Johnny Ramone:

...que contrasta con la sencillez de negro de Johnny Cash:

Otras son tremendamente extravagantes, muy a lo euro-trash, como la del cantante Falco:

Y de las más visitadas, creo que sin duda la de John Lennon y la del Rey del Rock, Elvis Presley, también destacables por su sencillez:

Y LA ROSA DE TRALEE 2008 ES...


Os presento a la nueva Rosa de Tralee 2008:



La nueva Rosa de Tralee, Aoife Kelly, representante del condado de Tipperary, era la favorita de los bookies (casas de apuestas) para ganar este certamen, y asi ha sido.

Recibio su tiara de la Rosa de 2007:



Y aquí uno de los premios (el florero de plata, no el otro):




Este año además de los consabidos bailes, cantos, recitación de poemas propios o ajenos, tap dancing y demós filigranas, también ha habido una Rosa cuya habilidad principal era... completar el Cubo de Rubik en menos de dos minutos (1:45m anoche).






Y naturalmente, cada Rosa tiene su Escolta, de los cuales se elige al mejor el Lunes por la noce (el vencedor de la foto es el del centro, al que llevan en volandas), y no creo que aqui, se basen en la belleza física (hay que ver a algunos), si no más bien en la personalidad y caballerosidad.

martes, 26 de agosto de 2008

MARCO: UN TROCITO DE MI INFANCIA




La pasada semana recuperé un trocito de mi infancia. Fueron tantos los álbumes que terminaron en la incineradora de Puerto Real (me imagino), que me entristece el alma pensar en todo lo que tiré en su día, pensando que eran "cosas viejas", y los precios que esas "cosas viejas, de niños", alcanzan hoy.
Los álbumes de Marco, con sus "estampitas" de Danone fueron, junto a muchos otros un clásico de los niños de los setenta. Creo recordar que daban un paquetito de cromos por cada 4 yogures. Mi madre era amiga de la cajera, que siempre le daba alguno de más. Llegué a rellenar los dos al completo, entre los yogures comidos y los cromos que cambiábamos en el recreo y en el camino a la salida del colegio. En aquellos años, jamás conocí a alguien que no se estuviera haciendo cada álbum que salía (casi siempre de Danone), y que solían coincidir con la serie de dibujos animados de moda: Ruy, El Quijote, La Batalla de los Planetas, Ulysses 31, Candy, Candy, David el Gnomo y un largo etcétera
Sin embargo, aunque estoy muy contenta de haberlos recuperado, el álbum primero tiene una grata particularidad: no es el original de Danone.
Lo conseguí a través de Internet, y me fue enviado desde Montevideo. La portada es exactamente igual que la original. De hecho es original... no se trata de ninguna copia. ¿Su particularidad? No es de Danone, es de Royal, y no es el primer álbum sólo, sino que contiene también el segundo. Se ve que en Uruguay se publicó en un sólo volumen y no en dos como en España. De modo que si alguna vez pierdo el segundo (cosa que espero no suceda), aún tendré todos sus cromos en el otro. Por lo demás, el interior es igual.



lunes, 25 de agosto de 2008

MERCADO ANDALUSI EN CADIZ (Colaboración de Charo Barrios)

El Blog tiene ya corresponsal oficial, mi paisana Charo Barrios, que en su blog Come en Casa explica a la perfección en qué ha consistido este Mercado Andalusí, que tuvo lugar en días pasados en el barrio medieval del Pópulo en el corazón del casco antiguo en Cádiz. Y aquí me ha enviado unas cuantas fotos, pero mejor id a leerlo a su blog, donde está narrado con todo lujo de detalles:






LA ROSA DE TRALEE

Si hay un acontecimiento especial e importante en Irlanda, es el que sucede cada agosto en el pueblecito de Tralee, donde cada año y desde 1959 se elige a la Rosa de entre la comunidad irlandesa de todo el mundo. Las candidatas deben tener belleza física y poseer también otras cualidades, pero al final del día este no es más que un concurso de belleza, aunque su historia viene de lejos. El Festival en Tralee incluye ferias, cabalgatas y conciertos y no es sólo un acontecimiento social si no uno muy popular, con dos programas de Tv en la cadena RTE (esta noche y mañana), que mostrará las "cualidades" de las candidatas cuya Rosa será elegida para representar la belleza nacional, o descendiente de ella.
El Festival Internacional de la Rosa de Tralee está basado en la canción del siglo XIX The Rose of Tralee, de William Mulchinok, una canción de amor sobre William, un comerciante rico enamorado de Mary O'Connor, su criada. Por culpa de la diferencia de clases, su amor era opuesto por ambas familias, y William emigró, regresando años más tarde para encontrar que Mary había muerto de tuberculosis. Con el corazón roto, expresó sus sentimientos en esta canción.
El festival tal y como se conoce hoy proviene del Carnaval de la Reina de Tralee, todo un evento en la ciudad, y que declinó en el ambiente de emigración posbélico. En 1957, La Semana de Carnaval de Carreras de Caballos resucitó en Tralee la tradición de elegir una Reina. Un año más tarde un grupo de comerciantes de la ciudad se reunieron en el Bar Harty's y decidieron dar una nueva imagen al festival de un modo que regenerase la ciudad, atrajese al turismo e hiciera que los asistentes a las carreras se quedaran a pasar la noche.
El nuevo evento sería un festival y el concurso de la Reina del Carnaval se convirtió en una celebración de la canción de la Rosa de Tralee. Se buscarían chicas jóvenes serían de fuera de Tralee, y se hicieron eliminatorias en Londres, Birmingham, Dublin, y Nueva York con la ayuda de emigrantes que residían en estas ciudades.
El primer festival en 1959 tenía Rosas representando las ciudades mencionadas anteriormente y costó unas 750 libras, cuyo presupuesto había subido en 1965 a 10,000 libras. Cada Rosa debía ser nativa de Tralee, pero en los años sesenta se hizo flexible a pertenecer al condado de Kerry (al que pertenece Tralee), y en 1967 el ser descendiente de irlandeses se convirtió en el criterio a seguir.
El Festival de 1959 fue un éxito absoluto, con Alice O'Sullivan, de Dublin, convirtiéndose en la primera Rosa. El comité organizador extendió sus centros a otros lugares, comenzando en los EEUU. A parte de los centros de Uk, Irlanda, y EEUU el Festival ahora tiene centros en Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Dubai y Luxemburgo.
La primera selección de las Rosas tuvo lugar en un baile. Después de unos años se mudó a un teatro con capacidad para 680 personas. En 1972 la demanda de tíckets era tan alta que al año siguiente se celebró en un teatro construído para tal ocasión, que desafortunadamente fue destruído en una tormenta en el último día del festival de 1983.
La ciudad empezó a engalanarse con guirnaldas de luces a principios de los años sesenta, con flores, actuaciones de payasos, y otras atracciones, y se comenzó a hacer un desfile con carrozas, el primero del cual tuvo lugar en 1967, y que consistía principalmente en decorados florales en los que se empleaba horas añadiendo flores artificiales.
La Gala Internacional del Baile de la Rosa se introdujo en los años setenta, y la primera retransmisión de la elección fue en 1967. La primera vez que el Primer Ministro del país abrió oficialmente el Festival fue en 1986.
Desde entonces sigue creciendo en popularidad y en lugares del mundo de donde estas rosas parecen surgir como Pulgarcitas en sus flores. Aquí están las representantes de este año. Pasen, pasen y vean y escojan su favorita.




Queensland, Roscommon, San Francisco



Sur de California, Sydney, Texas, Philadelphia


Tipperary, Toronto, Washington D.C., Sur de Australia



New Castle-Upon-Tyne, N. Jersey, NY, Perth




Louth, New Orleans, Luxemburg, New Zealand




Dublin, Liverpool, Kerry, London




Darwin, Kildare, Derry, Dubai



Cavan, Cork, Coventry, Boston & New England