Se obsesionó con los ojos verdes de Susan desde el primer día en que la vió. No pudo apartar su mirada de ella como no lo había podido hacer de las pupilas de Marta, de Rosana o de Alicia.
Andrés había comenzado inconscientemente a obsesionarse con los ojos cuando su padre se quedó ciego siendo él apenas un crío de nueve años. Su padre era un fanático de la lectura y del cine, y perder la vista fue lo peor que le podía haber ocurrido, observar sus retinas opacas le producía a Andrés una fobia incontrolable, el miedo a padecer la misma enfermedad degenerativa que le llevaría, poco a poco, a la más nefasta oscuridad.
Al principio acuñó canicas. Canicas de cristal de todos los colores, las movía en el bolsillo, sintiéndose seguro, protegido. Andrés había llegado a pensar que, de suceder algún fatal accidente y perder un ojo, aquellas esferas multicolores sustituirían las cuencas vacías que tanto le obsesionaban.
Luego se dedicó a coleccionar los iris de margarita de las muñecas preferidas de su hermana, disfrutando del plástico sonido (-pop-) producido al empujar los ojillos turquesa, ámbar o azules de aquellos contenedores de vinilo. A los catorce años ya era un experto en animales vivientes, en cómo extirpar, sin dañar el redondo y frágil globo ocular de gatos y perros callejeros.
Su pequeña colección se incrementaba día a día, en tarros de formol de todos los tamaños. La habitación secreta bajo la escalera estaba repleta de estanterías repletas de miradas sin rumbo.
La primera vez que vió ojos de María penso que eran justo el tono que faltaba en su antología: ni terriblemente verdes ni vulgares aguamarinas. Era un tono exquisito, brillante, sublime, de diminuta pupila y fondo nítido. Su cuello se le rompió entre las manos con aquel sonido similar al de las muñecas (-pop-), mientras sus ojos mostraban el horror de la realización de lo que estaba a punto de ocurrir. Deseaba guardar esa expresión para siempre, pero por más que lo intentaba, no lo conseguía. Sorpresa, irritación, miedo, terror puro, resignación... Tantas expresiones, tan pobre el medio al alcance.
Andrés se lavó las manos bajo el grifo del lavabo y penso que, mañana, le haría una visita a Susan, la maravillosa portadora de aquel bello par de ojos de gata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario