Para mí es imposible olvidar esa jornada y las imágenes que perdurarán en mi memoria hasta el fin de mis días. Eran las tres de la tarde a este lado del Atlántico y tenía el tenedor con macarrones a la boloñesa a medio camino hacia mi boca cuando encendimos la televisión para ver el informativo. Imágenes. Silencio. Imágenes de una torre escupiendo humo desde las alturas. Los segundos pasan y la voz de Matías Prats Jnr comienza brevemente a relatar lo que nadie sabía iba a ser el comienzo de una cruenta batalla de terror. Y allí, ante nuestros ojos, aparece de la nada un segundo avión que se estrella sin remisión en la segunda torre. Yo salté del sofa, sin apetito y sin poder creer lo que veía, cuando aún se barajaba la posibilidad de que se tratase de un desafortunado accidente. El segundo vuelo se llevó consigo las esperanzas de normalidad. Era un ataque premeditado y en toda regla. La feliz tarde de playa que me esperaba quedó cancelada. Y el shock vino cuando la primera torre cayó, porque entonces, inconscientemente, supimos que la otra no tardaría en seguirla.
Las primeras imágenes terribles que conservo en el disco blando de mi memoria son las de muertos apilados, comidos por las moscas en algun lugar de Oriente Medio durante una más de sus innumerabless guerras. Luego llegó la trajedia de la pequeña Omayra muriéndose ante nuestros ojos un sábado por la noche en Informe Semanal mientras nadie hizo nada por ayudarla y nosotros, imbéciles infelices al otro lado de la pantalla, sólo lo supimos al final del reportaje de escasos veinte minutos.
Pero ver dos edificios robustos y monumentales, dos colmenas llenas de inocentes como tú y como yo, simples trabajadores, oficinistas, limpiadoras, conserjes y miembros de la seguridad nacional caer como lo hicieron, ver los cuerpos, durante el tiempo que duraron en pie, caer a un vacío sin esperanza, arrojarse por pura desesperación a la nada con tal de no perecer quemados en un infierno que también iba por dentro.
Días después comenzaron a airearse las llamadas telefónicas a familiares de los que quedaron atrapados dentro, esas voces desde el más allá que sonaban muertas, tranquilas incluso, y que sólo deseaban decir un "te quiero y no me olvides". Comenzaron a llegarnos los testimonios de los supervivientes, los de los miembros del Cuerpo de Bomberos, por siempre héroes, como lo fueron los del Cuerpo de Policia, Servicios Civiles, Ambulancias, y una largo etcétera de héroes anónimos, vivos y desaparecidos entre los esqueletos de los más de nueve edificios que se vinieron abajo.
Ese día lo recordaré para siempre porque fue el fin de viajar con tranquilidad, el día que la luz se apagó y nos dimos cuenta de que estabamos en peligro desde todos los frentes. Yo no perdí a nadie en la tragedia. Pero lo sentí como si lo hubiera hecho.
Cuando nos tocó a nosotros en Madrid, nos percatamos de hasta qué punto nos podíamos comparar a una nación tan diferente a la nuestra. La única diferencia era que no vimos los trenes estallar ante nuestras miradas desoladas. Al-Quaeda llamaba a la puerta como una incordiante vendedora de Avon.
El 11 de Septiembre del 2001 yo estaba de vacaciones en casa, y a mi vuelta a Irlanda oí muchos comentarios que no me gustaron, tales como que por qué debíamos guardar unos minutos de silencio si ellos no tenían respeto por nadie, y que tragedias, terrorismo y guerras ocurren en muchos otros países y nadie hace caso. Pero la verdad es que los que murieron no eras soldados empuñando fusiles. Eran padres y madres, hijos y nietos y hermanos que se levantaron temprano para conmutar hasta Manhattan y cumplir religiosamente una jornada de trabajo y que nunca regresaron a casa.
Seis meses después, en Marzo del 2002 estuve en Nueva York. Me había imaginado encontrar una ciudad desconfiada y fría, pero hallé una comunidad unida, amable y con muchas más medidas de seguridad de las que esperaba. Me chocó bastante descubrir que en el puerto se podian conseguir tickets gratuitos para la plataforma instalada ante la Zona Cero, desde donde se podían ver las obras de desescombro y el alcance de la devastación. He de reconocer que, morbosidad o curiosidad periodística, recogí mis tickets y esperé en la cola para poder ver algo más de lo que se veía a simple nivel de calle. Tal vez me ganó el morbo pero deseaba cubrir mi consciencia con la excusa periodística. La cola estaba formada por gente de todas las edades. Algunos habían perdido familiares y amigos. Otros eran turistas curiosos como yo. Subías por una rampa de madera y tenias una vista de todo lo que había sido World Trade Center y Austin Tobin Plaza, pero bien excavada hasta el nivel del metro. El silencio, allí, era atronador, interrumpido sólo por las taladradoras, los martillos y las excavadoras. Y los llantos. Esos llantos que se clavaban en el corazón como uñas afiladas porque te hacían sentir culpable y fuera de sitio.
Estuve hablando con la agente de policia encargada de mantener la dignidad en la plataforma. No tienen problema en hablar, en contarte lo que sintieron, con ojos que encierran una tristeza infinita, que nunca conocí jamás en la mirada de nadie. No podías permanecer allí más de cinco-diez minutos, la cola era interminable y aquello, despues de todo, no era un show si no una muestra de respeto... supongo. Porque había gente que solo deseaba echar un último vistazo al lugar donde posiblemente aún yacía enterrado algún ser querido. Seis meses después y todavía estaban sacando cadáveres, enteros o no, como en la foto de abajo. La tomé el día antes de subir a la plataforma, mientras recorría el sur de Manhattan.
La devastación dejada fue tremenda. Por aquel mes, se estaban llevando a cabo investigaciones de impacto medioambiental y ya desde hacía meses, algunos vecinos de la zona habian sido desalojados de sus hogares momentáneamente porque el aire no era seguro de respirar. Reconocían que la mayoria de edificios colindantes estaban seriamente contaminados con restos de polvo, sangre, fuel y micorparticulas de los cuerpos. Los resultados fueron evidentes, se tardarían meses en hacer desaparecer todos estos restos.
Era un 11 de Marzo, justo 6 meses más tarde, cuando paseé por todo el perímetro y las calles adyacentes. Las muestras de solidaridad se apreciaban en los ramos de flores, ositos, muñecas, lazos y velas dejadas junto a las verjas de una iglesia vecina y al otro lado del WTC, donde el edificio del World Financial Center, en la foto de abajo, fue casi destruido, todo su atrio acristalado echo añicos. (en la foto, abajo, en el centro).
(Vista desde la plataforma)
En estas calles, entre toda la memorabilia dejada por visitantes, familiares y amigos, hay interminables listas de fallecidos y desaparecidos y fotos de rostros que en circunstancias normales no estariamos viendo allí. Sonrisas y ojos brillantes nos miran desde un trozo de papel laminado para recordarnos que tenían nombres y vidas comunes. Y el silencio alrededor, Dios, ese silencio no se puede olvidar, en medio de la bulliciosa Nueva York.
Y el olor a polvo y tierra caliente, el olor a quemado que se aferraba desesperado aún a los edificios cercanos y probablemente a la piel de los funcionarios que han trabajado sin descanso día y noche en el lugar, más para mantenerse ocupados y no pensar en los compañeros que ya no estan entre ellos o en los amigos que jamás volverán a ver.
Pero hay dos cosas que me llamaron la atención enormemente. La primera, el inaudito descubrimiento, tras limpiar los primeros restos de escombros, de una viga que quedó en pie, en forma de cruz, y que decidieron dejar en el lugar hasta el final de las obras como señal de consuelo y homenaje a las víctimas.
La segunda y más increible aún, el hallar casi intacta la esfera que en su día descansaba sobre una fuente entre ambas torres, la Esfera dorada del artista alemán Fritz Koenig y que fue hallada sólo con algunos daños superficiales, un par de abolladuras y un agujero, más parecido al acto vandálico de unos gamberros que al hecho de que dos torres se le vinieran encima. En la fecha en que se conmemoraba los seis meses de la tragedia, se puso en despliegue temporalmente en Battery Park, un pequeño parque frente al muelle, como monumento y homenaje a las miles de vidas perdidas, y que se ha convertido en una de las mayores atracciones turísticas del bajo Manhattan.
Ese día me acerqué y me senté en un banco frente a la esfera, maravillada de que un trozo de metal sobreviviese tanta destrucción. Es casi imposible de creer. Y una vez más me envolvió el silencio respetuoso de la gente que como yo, había ido allí para recordar, que no olvidar, lo ocurrido. La esfera es un símbolo de fuerza para ellos, la representación del espiritu americano, de la lucha que no dejarán jamás. Yo me sente allí y lloré. Lloré al ver los rostros desesperados, las lágrimas de los otros, la solidaridad y la decisión unánime de jamás, jamás, olvidar lo ocurrido. Comprendí que semejantes acontecimientos no se deben olvidar nunca y dejan una huella que, como la esfera, permanecerá intacta en nuestros corazones para siempre.La esfera será colocada de nuevo en su lugar original tras la conclusion de Freedom Tower.
Luego vendrán otras generaciones que leerán lo acontecido en los libros de historia, verán la versián llevada al cine y tal vez vean las imágenes reales en televisión en algún viejo documental, y no comprenderán, ni sentirán, el temor, la incertidumbre y el dolor.
Naturalmente, todo tiene su contraste. Manhattan en aquellos tiempos estaba lleno de souvenires de las torres, imanes de nevera, llaveros, postales, platos lacados, videos virtuales, tazas. Estarán alli para siempre, supongo.
Porque a final de cuentas, como bien dijo Scarlett O'Hara... Mañana será otro dia.
Fotos de la autora de este articulo.
3 comentarios:
Saludos Candela.
Ignoro por qué, pero me ha costado decidirme a escribir este comentario. No tengo ninguna explicación para ello.
La respuesta a tu pregunta es simple. La mañana de aquel 11-S la pasé tocando el clarinete en las fiestas de Muchamiel (Alicante). Luego volví a comer a casa con mi familia.
Era costumbre conectar un pequeño televisor que había en la cocina. Así que recuerdo que acaba el programa del corazón de rutina y empieza el telediario. Imagen de una de las torres en llamas y la noticia de que un avión se había estrellado. Todos lo comentamos sin darle excesiva importancia, como suele hacerse en estos casos. Diferentes ángulos del edificio y de repente el segundo avión. Tan inesperado que todos, nosotros y el telediario, pasamos un buen rato preguntándonos qué habría sucedido.
Luego ya todo fue un no despegarse de la pantalla mientras acabábamos de comer. Luego pasaría a la sala de estar durante horas hasta que se hizo la hora de volver a enfundarme el uniforme de músico. Antes telefoneé a mi novia, hoy mi mujer, para comentarle lo que había pasado y descubrí que se enteraba por mí. O anunciar a gritos a mi hermana cada nuevo impacto. Recuerdo que se dijo en un primer momento que había habido impacto contra el Capitolio.
Al volver a las fiestas, por la tarde, recuerdo que un queridísimo amigo me gastó la broma, de dudoso gusto en esas circunstancias, de fingir que no se había enterado de nada, para interrumpirme a media explicación.
Eso es lo fundamental que recuerdo de aquel fatídico día.
Hola de nuevo.
Estoy dándole vueltas a un aspecto de esta tragedia en la cabeza y supongo que este es el lugar adecuado para comentarlo.
Has comentado que en Irlanda muchas personas no se emocionaban demasiado. Aunque resulte insensible y miserable esa actitud, sospecho que a muchos irlandeses su historia les habrá encallecido el alma. Un pueblo que vio 8 siglos de ocupación extranjera, persecuciones religiosas, colonización con extranjeros (pero de verdad, no las monsergas que ladrán por aquí los nacionalistas radicales) matanzas como Drogueda, hambrunas como La crisis la patata (en que la desidia gubernamental fue infame) y terrorismo endémico, no está para mucho sentimentalismo.
No me malinterpretes, trato de explicar, no de justificar.
Y por otra parte, quisiera decir que el 11-S fue algo nuevo y a la vez muy antiguo. Atacar donde más duele y al mismo tiempo sea más fácil. El resultado, que siempre pagan los mimos.
Repasemos la Historia. Hoy vuelan rascacielos, en su día se organizaban razzias, se enviaban flotas corsarias o, más adelante, se bombardeaba con la aviación.
Se ha hecho desde siempre, desde Atapuerca o antes si me apuras.
Dos soberanos se odian a muerte y cualquier medio es bueno para hacerse pupa. Pero ¿quien paga siempre el pato? naturalmente, los civiles inocentes.
Cuantas ciudades saqueadas e incendiadas, con violación de las mujeres y tortura de los hombres para que revelen donde está el oro. Y ay si no se tiene. Y eso cuando se conformaban con esto y no masacraban a toda la población o la esclavizaban.
Y siempre sale algún ingeniosos haciendo frases rimbombantes "Quemar las barbas al rey de España" que diría aquel bastardo con rango de vicealmirante y figura en el Madamme Tussaud tras bombardear Cádiz impunemente. Me refería a Dracke, por si alguien no cae, protagonista absoluto de uno de los episodios de Érase una vez el hombre, ojo.
Porque esa es otra. Al haber razones de estado por medio siempre se acababa justificando todo groseramente. Y no me refiero al legítimo orgullo nacional de admirar a Pizarro, Napoleón, Clive o Escipión ya que a estas alturas se puede hacer reconociendo, al tiempo, las atrocidades que hubo.
Hablo de convertir a Morgan o El Olonés en héroes simpáticos por parte de Salgari.
Así que no te extrañe si en ciertos lugares (campos de refugiados palestinos, países árabes)la gente bailó ante el 11-S. Demasiadas veces se ignora la diferencia entre civiles y militares y el ser humano es tremendamente mezquino y criminal consigo mismo.
Pero la reacción mayoritaria fue de solidaridad, lo cual indica lo que hemos avanzado.
Un abrazo.
Muchas gracias una vez mas, Lombard, por tu aportacion. En efecto, Irlanda ha sufrido lo suyo. Y lo que falta, porque los problemas en el norte no han termnado para siempre. Dia a dia siguen los ataques catolicos-protestantes y viceversa.
Como bien dices, hay muchas ciudades saquedas, muchos muertos inocentes y violaciones, saqueos y un largo etcetera de barbaridades. Pero estas cosas no las vemos con una camara enfocando cada dia.
Este fue el problema, el impacto visual que nos dejo grabados para siempre.
Sabemos lo que pasa en Sudan, en Irak o en Afganistan y lo ignoramos porque es nuestra cndicion humana el ignorar algo que se nos ha educado. Justificamos la guerra como un "deber" o un "patriotismo". Cuando se habla del abuelo en la guerra y se preunta si mato a alguine, la respuesta es, si "pero era la guerra". Ah, y eso desgrava el hecho?
No se si me explico. Lo justificamos para limpiar nuestra conciencia porque asi nos han programado.
Pero cuando vemos dos torres caer llenas de civiles en una ciudad como Nueva York, cuna de la modernidad, en la America de calles de oro y tierra prmetida... entonces si nos produce el shock. Entonces si comprendemos otra realidad que no es la de los uniformes.
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