Se puede decir que ayer fue un día completito. La primita del guiri hacía la Primera Comunión en su pueblo, en Charleville, y a las cinco jugaba la Copa Heineken el equipo regional de Rugby, Munster, cuyo color es el rojo pasión. La región de Munster comprente los condados de Cork, Limerick, Clare, Tipperary, Waterford y Kerry (o sea, todo el suroeste irlandés), y si los irlandeses de por sí ya son aficionados a cualquier excusa que les permita beber, cantar, gritar y divertirse, pues nada mejor que su gran pasión y obsesión: el rugby. Aunque aquí, a la hora de ser apasionados por cualquier deporte, no les falta material: el deporte nacional, Hurling; carreras de perros y caballos; fútbol (aunque poco porque el equipo nacional es una caca y el local prácticamente nulo).
Pero el deporte rey es sin duda el rugby, hasta la obsesión friki. Gracias a Dios el guiri no es fanático de ningún deporteen particular, si acaso el hurling y su adorado Manchester U, pero no en exceso. Quizá por eso a las cinco de la tarde era el único hombre que quedaba en la celebración de la Comunión, después de que el resto desapareciera en busca de un bar que restrasmitiese el partido.
De la Comunión, decir que abundaron los trajes rojos y blancos, sobre todo rojos (tal vez para apoyar a Munster). También había, claro está, el típico grupo de una comunidad muy extendida en Irlanda e Inglaterra, la de los Knackers, itenerants o Knackers. Aunque algunos les comparan con la omunidad gitana, no son Roma ni morenos de piel ni nada parecido. Algunos viven en caravanas a pesar de tener bastante dinero. Otros tienen lujosas casas. Sus gustos son exajerados. Suelen alquilar vistosas limusinas de color rosa o carruajes a lo Cenicienta para graduaciones y comuniones, y las novias se casan a lo merengue: faldas con cancanes de reinona, tiaras deslumbrantes (bling bling), y un vistoso surtido de vestidos de invitados que no dejan desperdicio a los comentarios más avispados.
Así, ayer me quedé con ganas de hacerles fotos como ejemplo, porque el grupo en cuestión estaba enfrente a menos de dos metros y no había modo de hacerlo conspicuamente. Sólo decir que había un vestido de licra color lavanda con cinturón plateado y zapatos de tacones de trapecio, lazos y broches, tan apretado (el vestido) que podías apreciar el ombligo de la panza incipiente de la portadora. Otra chica llevaba unos shorts blancos, camiseta de lentejuelas rojas y zapatos que podrían haber sido la envidia de cualquier Drag Queen. Por no hablar del traje rojo de raso con un broche enorme en el escote de una chica cuyo tetámen luchaba por no salirse del precario trozo de tela, a pesar de que el modelito no le sentaba bien. Era una chica jóven, de unos 16-17 años con demasiado peso para tan poco material. Claro que los knackers se caracterizan precisamente por el mal gusto al vestir y por el uso continuado y excesivo del bronceado en bote y las extensiones capilares, asi como los tops demasiado ajustados y cortos (sin importar el peso o la edad).
En fin, la comunión transcurrió sin mayor problema, la nena un angelito vestida de sencilla princesita.
Regresamos a Limerick justo cuando el clamor en la calle nos decía que Munster acababa de proclamarse campeón. Para tal evento, se habían instalado unas pantallas gigantes en pleno centro neurálgico de la ciudad, O'Connell Street, donde las tiendas y las ventanas de los edificios llevaban ya toda la semana engalanadas del más puro rojo. Banderas del equipo y cualquier prenda, camiseta o motivo del mismo color estaban en exposición en escaparates y vitrinas. Hay una selección maravillosa de fotos de Pily aqui (con tu permiso, cuate, espero no te importe pero llegué demasiado tarde para hacer de fotógrafo). Habían cortado O'Connell justo desde la confluencia de mi calle. No dejaban pasar ni a peatones por la acera. Macizos Gardas (la policía nacional irlandesa) flanqueaban como cancerberos la barricada. Y yo quería una foto de la masa efervescente vestida de un color que solía ser mi favorito (no por nada, a veces me gustan más otros colores, y que queréis que os diga, el rojo engorda). Ante la mirada sorprendida del guiri, con mis tacones rojos (me hacían juego con las flores del vestido negro que llevaba, no porque jugara el equipo, que conste), me acerqué al jovencísimo e imposiblemente alto policía que custodiaba la acera y con toda la convicción que pude sacar (tono autoritario incluído, eso es esencial) y ofreciéndole una cálida pero segura sonrisa le dije:
-"Soy una periodista española y me gustaría hacer una foto de la muchedumbre, será sólo un segundo". Naturalmente esperaba que demandara el visionado de algún tipo de credencial, o simplemente que me enviase de vuelta por el mismo camino que había llegado. Estaba dispuesta a mostrarle mi carnet de identidad... por si colaba, ya que mis viejas credenciales desaparecieron la primera vez que me robaron el bolso.
-"Ok" -me contestó, abriendo unas puertas denegadas a otros curiosos con cámaras más pequeñas que la mía. Luego dicen que el tamaño no importa, pero en mi caso creo que la Nikon de aspecto profesional ayudó bastante. Y éste es el resultado:
Dentro de breves momentos llegará a Limerick el autobús descubierto que traerá de vuelta al equipo vencedor, que será de nuevo aclamado en todo su esplendor en O'Connell Street, cortada otra vez al tráfico hasta el final del día. Gracais a Dios no tengo que salir a comprar nada hoy, porque esto me jode bastante, todo el centro acordonado como la escena de un crímen. Tampoco voy a ir a recibir a los vencedores, porque he alquilado Sweeney Todd que me parece mucho más interesante que una panda de gigantes calvos con la nariz rota y el cerebro hueco. Por no hablar del estado ebrio de los espectadores, cosa que ya de por sí me quita las ganas hasta de ir a la esquina a por tabaco (como tampoco fumo, no hay problema).
La calle, ayer al menos, a altas horas ya de la noche, era difícil de frecuentar. Los exaltados fans del rugby habían estado bebiendo todo el día y algunos yacían al borde del coma etílico en medio de las aceras, mientras tratabas de esquivar a los que iban barriendo la misma, chicas jóvenes y mujeres en especial, tambaleándose peligrosamente sobre tacones de aguja y a duras penas sosteniendo los ojos abiertos.
Es la dura realidad de un fin de semana festivo hasta el límite. Pero, ¿y lo que se reirán el lunes...?
2 comentarios:
seguro quisiste pasar por detrás de las pantallas. Los gardas hicieron como "un sentido" para que solo pudieras llegar a la zona como si vinieras de Arthurs Quay.
Un día después todo sigue de rojo y la cerveza se sigue consumiendo como aire aquí.
No, no fue desde Arthus Quay, fue arriba del todo en O'Connell, a la altura del Pub The Bank. Me dejaron pasar sin problema.
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