Mateo Allende se estiró una pequeña arruga de la sotana, mientras repasaba el sermón del Domingo sentado en un banco del parque, bajo un agradable sol de primavera. Su mirada distraída fue a posarse sobre una joven pareja que se besaba con efusividad unos metros más allá, tumbados sobre la hierba de un parterre, exhibiendo una pasión que escandalizó de inmediato al religioso.
"-En cuanto llega el buen tiempo siempre lo mismo. ¿Acaso no les enseñan en su casa a tener algo de decencia? Es vergonzoso.¿Es que no pueden controlarse? Todos los jóvenes de hoy día son un atajo de pervertidos y de obsesos."
Mateo se levantó y con una mirada de reprobación que por supuesto los interesados no vieron, se alejó del lugar para evitar asistir a semejante espectáculo. Algo en su interior se removía, pero era mejor indignarse que sentir una punzada incómoda en la ingle.
Él podía pasar perfectamente sin esos placeres obscenos e inmundos, él era un sacerdote recto, culto, entregado a sus fieles, y desde pequeño supo que iba a servir exclusivamente a Dios. O al menos le persuadieron que era el mejor camino a seguir cuando entró a cursar estudios en un seminario. Su madre no se opuso a los respetables consejos de su hermano el Vicario de Osma y a sus valiosas influencias a la hora de asegurar a su sobrino una buena educación.
Mateo entró de interno con seis años en el seminario de Osma, con su inocencia infantil intacta y un montón de ilusiones por cumplir. Aprendió muchas cosas, no sólo a sumar, conjugar los verbos o rezar el rosario, también supo lo que era limpiar cuadras, ordenar almacenes, fregar váteres, cargar sacos de pienso y podar el jardín. Era por su bien, le decían, y no podía permitirse flaquear, eso era de cobardes y de pusilánimes. Si lo hacía recibía un merecido castigo y aprendió enseguida a evitar el vergonzoso dolor que le inferían por su debilidad. Era mejor no sufrir esos puñetazos en la cabeza con las llaves de la alacena, o esas collejas y bofetadas con los anillos oportunamente vueltos para que se clavaran, o recibir un talegazo con la vara de madera en la punta de los dedos, o pasar toda la noche de rodillas aguantando varios tomos en sendos brazos dispuestos en cruz... De repente se estremeció ante el recuerdo del Padre Valentín, aquél que hacía la vista gorda ante los castigos nocturnos a cambio de unos juegos secretos que se sucedían en su alcoba, pero desterró ese pensamiento con furia. Eran visiones que ya se habían vuelto borrosas, quizás no habían existido nunca.
Eran cosas de la vida, cosas que le hicieron espabilar, necesarias para su desarrollo como hombre. Le hicieron más fuerte y le revelaron que debía apoyarse en Dios, le estaba poniendo a prueba y todo formaba parte de alguna misión que sólo él podía llevar a cabo. Debía dar gracias porque todo aquello le convirtió en un individuo íntegro, despegado de toda necesidad carnal, de mente clara y reputación intachable.
Mientras cavilaba todo esto, apremió el paso al darse cuenta de que ya era tarde y la noche empezaba a caer sobre el parque. No tardó en llegar a la calle de su parroquia, pasando frente a una Farmacia en cuya parte exterior colgaba una máquina dispensadora de preservativos. Un brillo perverso destelló en su mirada mientras contemplaba lo que él consideraba otra inmoralidad, un instrumento perverso para incitar a que la lascivia campara a sus anchas. El local estaba cerrado, pero miró a su alrededor, seguro de que nadie le observaba y metió una moneda. La máquina, obediente, escupió un profiláctico individual que quedó alojado en el cajetín.
Mateo lo cogió y tanteó con su otra mano el alzacuellos, afianzado con un pequeño y disimulado alfiler al cuello de su sotana. El alfiler penetró varias veces a través del envoltorio, sin apenas dejar marca. Después dejó el preservativo de nuevo en el cajetín, como si alguien se hubiera olvidado de cogerlo. Se apartó y se dispuso a esperar, camuflado tras las sombras de un pequeño seto. No tenía prisa. Cuando la noche se hizo más cerrada, pudo ver una pareja muy joven y acaramelada que se acercaba a la máquina, entre risas y abrazos. El chico se rebuscó en los bolsillos y cuando parecía que iba a introducir la moneda, dio una exclamación. Les escuchó reir y le pareció oir la palabra "suerte" en labios de la chica, mientras la moneda volvió oportunamente al bolsillo de su pareja.
Ahora ya sabía qué debía seguir haciendo. Había muchas máquinas como esas en la ciudad y demasiados jóvenes libidinosos. Tenían que pagar las consecuencias de no practicar la virtud que él jamás reconocería infringir en solitario: una férrea abstinencia.
Sonia (deltaura)
11 comentarios:
Felicidades Sonia, me encanta cómo has descrito la situación, el tema nada, pero tú te expresas de maravilla.
Bsssssssssssssssss
Cloti
Candela te voy a copiar la idea de las colaboraciones.
¡¡Qué susto me he pegado!! digo...¿yo he colaborado en algo? :O pero no,es que no me había acordado de que no soy la única Sonia jajaja...que a mí estos temas no me gustan nada tampoco... :D
¡¡Qué susto me he pegado!! digo...¿yo he colaborado en algo? :O pero no,es que no me había acordado de que no soy la única Sonia jajaja...que a mí estos temas no me gustan nada tampoco... :D
vaya pues si que lo has "clavado"
si ya lo dicen por ahí
"no digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre"
pero todo escondido bajo la sotana que no se vea nada
estupendo sonia
Enhorabuena, Sonia. Me ha encantado tu relato.
Muy buen relato, a pesar de su escabroso contenido, podría ser perfectamente la introducción de un libro más gordo, desde su comienzo engancha y te invita a seguir leyendo. Me ha gustado mucho.
el relato está muy bien escrito, y estoy de acuerdo con las ideas de fondo que contiene (la crítica a la demonización que a veces la religión hace del amor humano, cuando hay muchas cosas malas en el mundo contra las que luchar). así que te felicito, sonia (deltarura).
sonia (sonigf), no te preocupes, que cuando lo leí anoche enseguida me di cuenta de que no era tuyo, porque tú nunca escribirías sobre estos temas. y yo tampoco, dicho sea de paso, no me sentiría cómodo.
Ante todo, Candela, muchas gracias por publicarlo.
Y gracias a las demás por vuestra opinión. La verdad es que no es un tema agradable y sé que es delicado, pero en el fondo es una crítica, una llamada de atención acerca de la hipocresía que subyace en la mente de algunas personas que pretenden adoctrinar con unos valores que luego ellos no cumplen... Y hoy día no sólo ocurre desde el estamento religioso...
Sonia, enhorabuena. El relato esta genial aunque opino como el resto, el tema es bastante escabroso, jajjajajajja. Muy bien contado y que cabroncete el cura ¿no?
Jodo con el Padre Mateo y con el Padre Valentín (por lo de tocayo).
Lo mejor es el ambiente y el desarrollo del personaje. Es muy creíble y casi lo ves con la sotana vieja pero inmaculada. Felicidades, Sonia.
Sonia, muy original tu relato y muy bien construido.
Hay gente pá tó.
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