sábado, 31 de enero de 2009

MI GUERRA DE LOS NIÑOS

Hay películas que pueden ser especiales para una persona sin tener por qué ser una maravilla cinematográfica digna de todos los Oscars del mundo.
Hay otras que seguramente ganaron toneladas de premios y que nunca veré, o que he visto, y no me han agradado o atraído en lo más mínimo.
Y están las películas infantiles de poca calidad y seguramente bajo presupuesto que nunca envejecerán en nuestra memoria.
Ya comenté en el post dedicado a Little Princess que en mis tiempos de Au Pair quedé totalmente harta de ciertos títulos. De otros jamás podría cansarme.
Hace años, muchos ya, cuidaba de una niña de tres añitos, hija de unos amigos. Era la niña más pizpireta e inteligente que he conocido. Tenía una preciosa cabecita de rizos a lo Shirley Temple pero no era tan cursi como ésta. La nena era de armas tomar y tenía su carácter, aunque las horas que pasé con ella no supusieron ningún sufrimiento, ella decía que jugar conmigo era como jugar con una niña -"pareces mayor, pero en el fondo, pareces una niña"-, me dijo un día mientras peinábamos mis muñecas y cambiábamos los trajecitos. Mientras yo preparaba el almuerzo y ella esperaba a que su papá viniera a recogerla, a menudo entraba en la cocina y me pedía un puñado de lentejas, habichuelas o garbanzos crudos para jugar. Otras veces nos pasábamos las mañanas viendo películas que grababa en el vídeo. Una de estas películas, que yo no me cansaba de ver y a ella le encantaba, era La Guerra de los Niños, de Parchís. Le gustaba por sus canciones, que luego poníamos en el radiocassette y cantábamos a grito pelado. Y le gustaba porque había niños en ella, claro. Llegué a grabar cuanta película infantil pusieran en televisión los fines de semana, generalmente en Cine de Barrio o por la tarde los Domingos, y ella las adoraba. Aunque un día en que me quedé dormida en el sofá vino a desperatarme muy enfadada.
-"¡Ponme las rayitas!" -exigió.
-"¿Qué rayitas?"
-"Las rayitas de la tele" -replicó exasperada, elevando los ojos al cielo como si fuera completamente obvio lo que me decía. Al ver que no entendía, me dijo que le pasara los anuncios. Cogí el mando y avancé la cinta de vídeo. Se fue directa a la pantalla y señaló las tres líneas horizontales que aparecían al rebobinar. -"¿Lo ves? Una rayita, dos rayitas, tres rayitas. Tienes que poner las rayitas cuando vienen los anuncios"
El caso es que creo que aquella vez fue la última que visioné La Guerra de los Niños. Una va creciendo y dejando atrás los despojos de la infancia, los sueños y los recuerdos, hasta que llega el día en que se despierta y añora lo pasado, no por tiempos mejores, sino por pasados. Algunas cosas se recuperan, otras se han guardado, otras son irrecuperables. Afortunadamente gracias a Internet y el resugirmiento de la nostalgia, yo he logrado recuperar muchos objetos materiales, y con ellos, recuperar la esencia de lo que soy. Y hacer muchos, muchos amigos por el camino. También enemigos, ojo, que aún recuerdo la psicópata de Limerick con sus ínfulas de listilla de los cojones que no sabe nada. Son gajes del oficio. ¿Qué puede decir el que no tiene nada al que nada necesita?
Pero lo importante son los lazos de amistad que se crean en un medio que al principio me creó tanta desconfianza. Son amigos virtuales que he llegado a conocer en persona y a los que quiero más que si los hubiera conocido y tratado toda mi vida. En mis tiempos estudiantiles tenía Pen Pals, ahora tengo cientos de amigos cibernéticos que un día se convirtieron finalmente en algo más que una imagen bidimensional.
Uno de ellos es Joan, a quien conocí a través del grupo de Msn dedicado a Los Nins. Ayer viernes recibí un paquete con cuatro dvds, los cuatro de la Guerra de los Niños de Parchís. Y no pude esperar a hacer una regresión al pasado. De repente me sentí transportada a un cine pequeño, de una sola sala. La Guerra de los Niños la vi en el Cine Avenida (cuyo suelo hoy ocupa una conocida clínica de Cosmética), tras una cola de niños enloquecidos que miraban con ansiedad los pósters y fotogramas de la película. Era 1980 y Parchís estaba en todo su furor. Creo que mis padres vineron conmigo y con mi hermana, que por aquel entonces tendría sólo seis años y no era tan fan como yo.
En esos tiempos no comíamos palomitas en el cine (si acaso un bocata de mortadela para no saltarnos la merienda), ni falta que nos hacía, aunque sí recuerdo las columnas del humo de los cigarrillos de los adultos, el olor a cerrado y moho del Avenida, ese encanto de las incómodas butacas de madera acolchadas con terciopelo rojo. Y el silencio que se hacía al comenzar la proyección. Palmeábamos al ritmo de las canciones, coreábamos con entusiasmo, aplaudíamos cuando nuestros héroes se salían con la suya. La Guerra de los Niños tuvo una magia especial para nuestra generación, acostumbrados a ver sositas películas de Rocío Durcal, petardas marisabidillas como Marisol o niños insoportables como Joselito. Parchís eran niños de nuestra edad y de nuestro tiempo, y Don Matías, el profesor que todos quisimos tener. Después de La Guerra, Manuel Alexandre sería siempre para mí el querido Don Matías, por el que lloré lágrimas tan reales como las que derramé por Chanquete. Gracias a Dios, Manuel aún vive. Y ese Tino, que nos traía a todas locas -cómo odiaba a Yolanda, por Dios, qué celos-, o ese David con su baile en la función del cole.
Ayer me reí a carcajadas. Desde el principio. La película ha sabido envejecer, las he visto peores. Pero me llamó la atención lo malditamente políticamente correctos que nos hemos vuelto. Creo que la sociedad nos hace conservadores por defecto. Ahora sería impensable encender un cigarrillo en un cine, o en un autobús, y sin embargo sucedió en mi época. E incluso cuando veo una película y alguien fuma en un restaurante, me choca.
Pero lo que me chocó ayer fue una frase de Don Matías al principio de la cinta, mientras explica a sus alumnos la expulsión de los árabes de España. "... El pistonudo Don Pelayo, al mando de [...] unos ocho o diez españoles, comenzó a ganar batallas a los árabes, y el Cid ganó aún más batallas, y felizmente, gracias a los Reyes Católicos, ocho siglos después los echamos a Africa, a comer dátiles que era lo suyo." Ahí. Con dos cojones. Discriminación subliminal. Sólo le faltó decir aquello del "único moro bueno, es el moro muerto", para rematar del todo la faena. También me chocó el uso de palabras como "hijos de perra", "gilipollas" y los constantes cortes de manga en una película infantil, pero como digo... "cómo hemos cambiado". El guiri, aunque no vio la película, sí que lo encontró extraño. El mundo Disney nos está comiendo los sesos. Cualquier día igual nos llamará la atención que Tino lleve una cruz de oro al cuello, ahora que muchos protestan por ello en colegios multiculturales.
En cualquier caso, quería agradecer a Joan este viaje de casi dos horas a mi infacia más feliz, la que me veía comprando cintas en el Melli, pegando pósters en las paredes, provocando los sofocos de mi madre ("vas a arruinar el papel de la pared") y suspirando como una fan enloquecida.
Hay cosas que no pueden pagarse con dinero.

13 comentarios:

Elphaba dijo...

Ya te digo. Antes la sociedad no era tan melindrosa y éramos más inocentes. Si Billy Elliot no tuvo la calificación de todos los públicos en EE.UU. por que dice algunos tacos...

Anónimo dijo...

Hola Ruth...soy Marta. Te contesto al ver tu nuevo post, porque este Joan..es una maravilla..con las cosas que nos manda y sabe que nos hacen gracia, nos hace retroceder en el pasado, con recuerdos siempre agradables y con una positividad de miedo.
Hay que chico este..que perndiente de todas las cosas que hacen feliz a todo el mundo.
Yp tambien tengo la guerra de los niños desde hace poquísimo y tambeien he disfrutado como una enana viendola..
Te comprendo tanto..Dios que poco cuesta estar y pasar un ratito felíz, frente a los ratos pesadisimos que nos regalan.
Bueno Ruth..que la disfrutes y si te da otra vez (el dia que sea ) la vena de volverla a ver..ya sabes un montón de patatas fritas y una coca cola fresquita que eso ya es la "muerte".
Besitos
Marta

BLAS dijo...

Candela, me has traido mogollón de recuerdos. En el Melli comprando vinilos con mis amigas. El tacto de los asientos gastados del Cine Avenida. El enamoramiento por el Tino y el asquito que le tenía a la Yolanda, y las canciones de Parchís que nos sabíamos todos de memoria... Sí que ha cambiado la visión de las cosas. Tu prueba decir ahora públicamente: "...Moro bueno, moro muerto..." (que solía decir mi suegro, ex-legionario), y si te descuidas te ponen las manos en la espalda y de cara contra la pared.

chema dijo...

me fastidia que los críticos de cine pongan malas calificaciones a estas películas sistemáticamente. no pretenden ser una obra maestra del cine, sólo divertir a los niños (y a los no tan niños).

anele dijo...

Ay!! Esos cines de barrio... ¿os acordáis de las sesiones dobles?

A mí Parchís me vovlvía literalmente loca, recuerdo perfectamente esta película y las canciones.

Pues ahora seguramente se habría montado un "pollo" diplomático por el comentario de Don Matías, y por lo de las palabrotas y los cortes de manga, ya ni te cuento... como si los niños no aprendieran ese tipo de cosas en el cole y muchos también en sus casas.

Elphaba, no sabía que Billy Elliot no pasó la "criba", je, je. Según leía tu comentario pensé que era por otra cosa, por la inclinación sexual del amigo de Billy, aunque supongo que también tuvo algo que ver en la calificación ???

marian dijo...

QUE SUERTE
"LA GUERRA DE LOS NIÑOS" NADA MENOS UFFFFFF QUE RECUERDOS
YO LA VERIA PERO ES EN CASTELLANO JAJA Y YA SABES QUE AHORA ANDO CON LO DE LOS PERROS Y LOS GATOS

Anónimo dijo...

¡¡Me encataba Parchís y me sigue gustando!! ¡¡Ese Tino, ese Tino!! Que bueno estaba!! Después sacó un disco en solitario y le perdí la pista porque en aquella época no disponía de medios de indagación.
Ya hecho un hombre le vi con algunos de los excomponentes de Parchís en Crónicas Marcianas y seguía igual de guapo jejje y me encantó escuchar como hablaba maravillas de su mujer.
Me encantaban esas pelulas, recuerdo ahora una de los hombres G, je,je, estaba tan mal hecha que se veía la jirafa pero a mi gustaba igual. Como me encantaba que David no acabara con la chica, jeje, así quedaba alguna esperanza Jijiji.

Geno dijo...

Siempre he sido parchisera hasta la médula y no hace tanto que me regalaron para el cumpleaños cuatro peliculas de Parchis (¿el año pasado quizá? No fue el anterior, sí)A mi el que me traía loquita era David con sus ricillos rubios. Y me pasa como a ti Candela, Manuel Alexandre siempre será Don Matías.
Por otra parte creo que se están volviendo demasiado conservadores con el tema la "limpieza" del lenguaje y de los gestos... Una cosa es el respeto y otra el punto al que están llegando que me parece exagerado

Charo Barrios dijo...

Perdona: ¿qué son pen pals?

Candela dijo...

pen pal es un amigo con el que te escribes. antes se solia llamar pen pal porque eran cartas a mano, antes de la llegada de los emails y todo eso (pen significa lapiz y pal amigo)

Karmeta dijo...

Ay Candelaaaa! qué recuerdos.. esa la fui a ver al cine.. me encantabaaaa.. jajaja..

Laphney dijo...

Yo siempre me quedaré con Las Locuras, mi favorita en guión y BSO, pero me gustan todas. Y también me gusta que sean políticamente incorrectas y divertidas. Qué guay que le dediques una entrada aquí. Es por escritos de este tipo que soy fan de tu blog :)

Joan dijo...

Hola a todos.

Candela, ya te dije en privado y te digo ahora que me alegro un montón que las películas te hayan gustado!!
Si es que a veces, vivir unos momentos felices cuesta tan poco y se necesita tan poco...
Yo personalmente también me quedo con la de Las locuras de parchí, es la que más me gusta y la sigo viendo, a riesgo de cargarme el dvd, pero vamos, ya tomaré medidas si pasa eso jijiji.

Besotes,

Joan