El pasado Domingo, mientras yo aterrizaba en España, el guiri se iba a tomar unas pintas con nuestro amigo A., a quien hacía mucho tiempo no veíamos. Naturalmente al día siguiente, el guiri me puso al tanto de los últimos cotilleos de nuestras amistades (luego dirán de las mujeres, pero me dejó sorprendidísima con la tarde de rajoteo intenso que debieron pasar).
-"Me ha dicho A. que C. ha cambiado su estado en Facebook de "en pareja" a "soltero" -fue lo primero que me dijo vía mensaje de texto al móvil-. "Y tu amiga I. lo ha dejado con su pareja también".
I. es una chica del País Vasco que lleva aquí casi más años que yo y que a pesar de no llegar a la treintena, siempre ha manifestado un gusto por los hombres un tanto mayores. Su pareja estaba más cercana a la cincuentena que a la cuarentena y ella no pasaba de los treinta cuando se conocieron, y aunque nadie daba un duro por semejante relación (porque ella siempre ha tenido fama de vivaracha y alegre -en el buen sentido de la palabra, se entiende-, y él era un tanto serio y apagadillo), acabaron teniendo una preciosa niña que ahora debe estar al cumplir los dos añitos. Sin embargo la relación ha fracasado.
Dos cotilleos al precio de uno en un mismo mensaje.
El miércoles me dice que ha recibido un mensaje de C. para salir el jueves por la noche "y hablar". Se reunieron A., B., C. y el guiri (las iniciales no son casualidad, sus nombres empiezan así), y por lo que me ha contado anoche, debió ser lo más parecido a una reunión de hombres desesperados.
Los problemas de A. son nimios comparados con los de B. y C. Su mayor preocupación actualmente consiste en encontrar un trabajo digno, su último contrato finalizó hace un año y tres meses, pero mientras tanto se dedica a mejorar un hobby que descubrió tarde y que se le da realmente bien: la fotografía. Está soltero (SOLTERO, nenas!!!) y es un chico inteligente, cultísimo (se puede hablar con él de cualquier cosa), que lee muchísimo y es un enamorado del cine, la gastronomía y habla bastante bien el castellano, por lo que no tiene problemas amorosos que le reconcoman la moral.
El caso de B. está tomando visos preocupantes y el estrés le está causando que se le caiga el pelo a mechones. B. siempre fue el "gordito feliz", un tanto irritante a veces, que se nos pegaba como una lapa los fines de semana y que llegó a convertirse en una compañia cargante, sobre todo porque su falta de vida personal la inflaba con mentiras rimbombantes que le dio fama de embustero patológico. Pero como ya lo sabíamos, simplemente le seguíamos la corriente. B. un día conoció a N. y en seis meses de relación se las apañó la muchacha para quedarse embarazada y él se vio en la disyuntiva de comprar una casa (hasta entonces había vivido felicísimo de la muerte en una casa compartida con dos chicos más) y cambiar su coche con solera por uno más familiar ya que N. venía no solo con nuevo bollito en el horno, sino con una nena de una relación previa cuyo padre no quería saber nada. B., que viene de una familia bastante "desasociada" emocionalmente, quiso hacer las cosas bien, así que en seis meses se vio ahogado con hipoteca, pañales, ropita de bebe, letra de coche y 3 bocas más que alimentar, porque ella no había trabajado desde que tuvo a la niña, más de cuatro años antes. Con la llegada de la crisis, el temor a perder su trabajo "de toda la vida" y la compra además de un anillo de compromiso decente para su futura, las deudas se iban apilando sobre la chimenea de una casa que ha ido remodelando poco a poco y con sus manos. Y el estrés ha acabado pasando factura.
N., por su parte, contribuye poco o nada -según él- a aliviar sus temores. No solo no tiene intención de trabajar -estando en el paro cobra 200 euros semanales netos y le pagan la guardería de los niños), sino que hace más de un año tuvo un aparatoso accidente de tráfico del que salió ilesa y sin un rasguño físico, donde el coche quedó totalmente destrozado, pero que sí ha causado profundas secuelas psicológicas. N. se fue encerrando en sí misma y en su casa, hasta terminar sufriendo de agorafobia y parece ser que el verano pasado terminó siendo internada durante un mes en la unidad de cuidados psiquiátricos. Mes que él tuvo que pasar cuidando a los niños por su cuenta mientras trabajaba también para seguir pagando todos los gastos que continuaban acumulándose. Su relación con N., mucho antes de su aguda angustia por los espacios abiertos, ya estaba en crisis. Quizá corrieron mucho en una relación que podría estar destinada al fracaso y que ahora intentan sujetar con grapas por los dos niños. Además a B. se le rompió el alma porque el primer día de escuela para la niña, su primer día de escuela en su vida, mamá estaba ingresada en el hospital y B., que la quiere como si fuera propia la llevó a las puertas de su nuevo colegio para escucharla decir, con su inocencia infantil: "Qué pena que mi papá no esté aquí en mi primer día. Debería haber sido él quien me trajera".
El caso de C. no sé si considerarlo complejo o similar al de B., porque tiene sus matices. C. trabaja de enfermero en una institución para gente con problemas mentales. Sus horarios son caóticos y el trabajo es estresante. Sin embargo lo cobra bien. A pesar de que creo que pierde más aceite que una locomotora antigua, hacía años que salía con la misma chica, S., a quien nunca tuvimos el placer de conocer, y de hecho nos llegamos a plantear si realmente existía. El caso es que sin llegar al cuarto de siglo, C. aprovechó y en los últimos meses antes de la cacareada crisis, se compró una casita por mucho más de lo que valdría seis meses después. Y al mes de comprar la casa y mudarse, S. se quedó embarazada. Lo cierto es que C. no parecía muy feliz cuando nos lo anunció, y por consideración, no hicimos preguntas y le felicitamos. Cuando nació su hijo -que ha resultado ser autista-, se le llenaba la boca hablando de él y siempre que le veíamos nos enseñaba fotos en el móvil.
Hasta aquí todo parecía ir bien, pero el verano pasado en el bus hasta Dublin, que íbamos a pasar un fin de semana aprovechando un concierto al que iban el guiri y C., le contó durante el trayecto que las cosas no iban bien. Hasta quedarse embarazada, ella había trabajado de cajera en una conocida cadena comercial irlandesa y al poco lo dejó y no había vuelto a recuperar su vida laboral desde entonces (desconozco si por desidia o porque no encontraba nada interesante que se conciliara con sus necesidades de madre), y al parecer las cosas ya no iban bien entre ellos, especialmente desde que le diagnosticaran el autismo al niño y descubrieran que tenían divergencias importantes en los métodos de educación y las líneas a seguir con respecto a su adecuado cuidado en el futuro.
Finalmente decidieron separarse hace unas semanas, y como las leyes irlandesas siempre se han decantado por amparar a madres y retoños, ella se pensó que iba a vivir feliz en su recién renovada casita, con su niño y una buena paga de manutención de C., que tuvo a bien informarla que en la situación actual le era imposible pagarse un alquiler y seguir pagando íntegramente la hipoteca y que o vendía la casa (en la que ella no había contribuido monetariamente) o ella le compraba su mitad. De modo que ahora, S. quiere salvar la relación y C. no tiene intención ni motivación alguna.
Hasta aquí todo parecía ir bien, pero el verano pasado en el bus hasta Dublin, que íbamos a pasar un fin de semana aprovechando un concierto al que iban el guiri y C., le contó durante el trayecto que las cosas no iban bien. Hasta quedarse embarazada, ella había trabajado de cajera en una conocida cadena comercial irlandesa y al poco lo dejó y no había vuelto a recuperar su vida laboral desde entonces (desconozco si por desidia o porque no encontraba nada interesante que se conciliara con sus necesidades de madre), y al parecer las cosas ya no iban bien entre ellos, especialmente desde que le diagnosticaran el autismo al niño y descubrieran que tenían divergencias importantes en los métodos de educación y las líneas a seguir con respecto a su adecuado cuidado en el futuro.
Finalmente decidieron separarse hace unas semanas, y como las leyes irlandesas siempre se han decantado por amparar a madres y retoños, ella se pensó que iba a vivir feliz en su recién renovada casita, con su niño y una buena paga de manutención de C., que tuvo a bien informarla que en la situación actual le era imposible pagarse un alquiler y seguir pagando íntegramente la hipoteca y que o vendía la casa (en la que ella no había contribuido monetariamente) o ella le compraba su mitad. De modo que ahora, S. quiere salvar la relación y C. no tiene intención ni motivación alguna.
Cuando todos hubieron planteado sus vidas y problemas, se volvieron al guiri y le preguntaron:
-"¿Y cuáles son tus cuitas?" -a lo que éste respondió sopesando seriamente los problemas en su vida:
-"Se me ha estropeado la Playstation".