domingo, 2 de septiembre de 2012

El vecinito de arriba (segunda parte)

Corría el verano del 2009 cuando escribí este post sobre el "vecino de arriba". Como decía en él, yo estaba segura de que quien se había mudado era un Bisbal cincuentón, el dueño de la furgoneta azul. Pero a quien veíamos entrar y salir, era a un joven más cercano a la treintena que la veintena, moreno y delgado. 

Tras escribir aquel post, y un par de meses después, el misterio del inquilino del segundo piso quedó resuelto: quien había alquilado el piso era el Bisbal de pelo gris, pero se ve que hasta que no acabara de mudarse, un amigo, un conocido o su hijo (a estas alturas no lo tenemos aun claro), se había alojado en el apartamento en su ausencia.

Desde entonce,s nuestra convivencia con Bisbla (perdón, Norman), ha tenido altibajos. Por una parte, es un ben vecino que casi no da guerra. Pero cuando la da, la da. De día no hay ruidos 9no por lo general), pero de noche corre la maratón sobre mi dormitorio. He llegado a imaginar que tiene la cama justo en el centro de la habitación y que "entrena" entre alas 9.30 y 11 de la noche corriendo a su alrededor, porque de otro modo, no me explico esas pisadas fuertes, ese constante deambular como en círculso por la estancia. Además, es un hombre enjuto, bajito, con más rizos que sustancia corporal. Y como sospeché desde el principio, ha de ser decorador de interiores o trabajar en algo similar. Estuve una vez en su piso arriba, para avisarle de que las cataratas del Niágara nacían desde su cuarto de baño. De la pared del salón no pude ver mucho: estaba cubierta con enormes cuadros de marcos dorados -algunos de inconfundible estilo rococó- y en una esquina tenía una armadura medieval. En la otra, un buda. 

También suele ser muy ruidoso cuando llega del bar a eso de las 2-2:30 con alguna copita de mas, porque siempre me despierta cuando se quita las botas con alza y las arroja al otro lado de la habitación.

En contrapartida, tenemos grandes épocas de gran tranquilidad porque debido a su trabajo, viaja con asiduidad. El año pasado estuvo seis meses trabajando en Francia. Cuando volvió, lo hizo con novia (la spitting image de Doreen Snyder, mismo corte de pelo, mismas gafas, mismo kilillos de mas). Una novia irlandesa, no francesa, de nombre Celeste. Creo que ella no trabaja, porque sí oigo siempre andares por el piso, aunque apenas hace ruido, al menos no sobre la habitación que tengo habilitada como mi estudio, porque ella tiene el portátil en el salon, y al igual que yo, debe pasar la mayor parte del tiempo ante la pantalla -iguual también trabaja desde casa-, porque en el salón si he estado cocinando sí he oido arrastrar las sillas (puta manía de no levantar la silla sino dejar que se arrastre). 
Norman, a veces, tiene un morro que se lo pisa. Cuando recibo correo y él lo ve antes que yo, me lo sube y me lo desliza por debajo de la puerta. Nada raro aquí, diréis, el hombre es un primor. Mi piso le coge, obviamente, de camino al suyo. Lo del morro viene porque un día que me lo encontré en las escaleras me "sugirió" que ya que él me recoge el correo, haga yo lo propio y si veo carta para él, se la suba. Que a mi no me coge de paso, obviamente. Pero lo hice, un poco por vergüenza ajena. 
Cuando el año pasado se marchó seis meses, le dejó las llaves a la italiana del sótano, que es amiga suya, y entre las dos le recogíamos el correo y ella subía a ver que todo estuviera en orden. Esto es hasta que Norman regresó, ni se molestó en darle las gracias y se disgustaron (bueno, se disgustó ella, que es muy buena chica y una persona encantadora). 
Norman, ademas, te avisa sin miramientos de cuándo se va a ir. Primero te llama a la puerta y te dice: "Mira, que me voy a ir esta madrugada durante unos meses/semanas, guárdame el correo, ya me escucharás". Esto último no lo entendí hasta que a las cuatro de la mañana (gracias a Dios no tenía que trabajar al día siguiente o lo mato), me desperté con voces altas, como si fueran las cuatro de la tarde mismamente, que lo mismo procedían de arriba, de delante de mi puerta principal o de la calle bajo mi ventana, ruido de maletas (o baúles más bien, por el ruido) y pisadas maratonianas alrededor de esa cama redonda imaginaria en el centro de la habitación, portazos y demás. Porque Norman, no tiene miramientos. Sean las dos de la tarde o las dos de la madrugada, él hace ruido. Y te avisa, ojo.

Esta vez, antes de irse, además, me regaló kilo y medio de cebollas. Se olvidó comentarme que alguien iba a mudarse en su ausencia, eso sí, y fue solo por la italiana que me enteré de que esta vez se va durante nueve meses. 
Desconozco si le está haciendo un favor a un amigo o si le ha realquilado el piso para ahorrar pagar dos alquileres, porque imagino que en Frencia o a donde quiera que sea que ha ido a trabajar durante ese tiempo, tendrá que alquilar vivienda, máxime cuando se ha llevado a Doreen -perdón, Celeste-. 
El caso es que el nuevo inquilino se mudó con muy poco equipaje (tres o cuatro bolsas grandes de deporte, algunas cajas, un banco de abdominales y este monstruo que ha montado en el descansillo:


El nuevo inquilino es el mismo que ya ocupara el piso antes de la llegada dde Norman, aquel a quien vino a buscar la Gardai en un par de ocasiones. Es calladito, no hace ruido. Excepto los últimos fines de semana que ha tenido a sus hijos (un niño pelirrojo precioso y una niña para comérsela), pero mas ruidos los hijos de piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii que un tren. Corren por el piso como si esto fuera el parque, pero nuevamente, como a mí no me molestan demasiado porque no parecen entrar en la habitación sobre mi estudio, me refugio ahí. Son auténticos elefantes subiendo y bajando las escaleras del inmueble, que son de maderas y me retumban hasta las pestañas, pero de momento, solo los he sufrido algunos fines de semana, y ahora ya con la vuelta al cole (que aquí comenzó el pasado jueves), este fin de semana, no han venido.

En cuanto al mini gimnasio en el zaguán (sanjuán que diría una amiga mía bastante bruta), apenas hace uso de él. Al principio, al tener solo las piezas en el descansillo, temí que lo fuera a montar dentro del apartamento y tener que soportar los golpes de las pesas sobre mi cabeza, pero el pollo no parece demasiado interesado en pumping iron y le oigo un máximo de dos minutos por la tarde, clan, clan y se acabó. 
Otras veces lo he visto equipado con pantalón corto y camiseta, botella de agua en mano, preparadísimo para pegarse una carrerita (esta vez en la calle, no alrededor de la cama), y ha regresado a los cinco minutos. Creo que es de esos a los que le gusta el deporte, pero poquito. Que cansa.

Lo que no me explico de este chico es... si cuando Norman se mudó aquí él vino a vivir mientras el otro no ultimaba su mudanza... si ahora se ha venido para estos nueve meses... habiendo como hay dos pisos vacíos en el edificio, aun por alquilar... ¿no le sería más cómodo alquilar uno de ellos que vivir como un nómada? el chico es rarito de cojones, pero al menos, no molesta.

Mientras yo, que también me gusta el deporte pero poquito, me he apuntado a clases de Zumba en el nuevo gimnasio que han abierto en el estadio de Thomond Park. Está a tomar por culo, pero la primera en apuntarse fue mi supervisora, que está enganchada al Living Social (como el Groupon, vamos), y cogió una oferta muy buena de 5 clases por nueve euros (normalmente puedes pagar según vayas, a 6€ la hora). Cuando yo fui a mirar, la oferta ya había vencido, pero a los pocos días volvieron a sacarla y la cogí para mí y para nuestra otra compi de trabajo, que la pobre siendo madre soltera, pagando hipoteca y con la vuelta al cole y el impuesto del coche vencido, no se podía permitir ni esos nueve euros... y luego convencí a una amiga española para que se apuntara también. Así que en Octubre comenzamos (más que nada porque mi supervisora se va de vacaciones y la esperamos), y luego si les gusta, iremos a otro sitio más cercano (en el centro). Yo ya tengo experiencia y el zumba, pero para ellas es la primera vez.

Otro día os cuento las vicisitudes del vecino del tercero, porque ese merece capítulo propio. Un chico de casi 30 años que piensa que aun tiene dieciséis!


7 comentarios:

DACHA ARTESANA dijo...

Y ¿para que pagar gimnasio teniendo la maquinita del vecino a mano? jajajaja

chema dijo...

un personaje peculiar, ese norman. y le dejaron poner en medio del descansillo el cacharro ese? hay vecinos que son muy quisquillosos por mucho menos...

Candela. dijo...

Norman no es el que ha puesto el cacharro ese. Norman es el que habitualmente vive ahí, esto pertenece a su realquilado o invitado. Solo tiene un vecino que pueda quejarse y es el que vive en el tercero, porque nadie mas sube o baja. Y James, que es el del tercero, no va a quejarse. No entorpece el paso ni nada. Ahora, si tenemos una inspeccion de incendios, no se si al estar tan cerca de la escalera lo permitirían por safe and safety, porque si hay un ioncendio y el edificio se llena de humo, puedes tropezar y caerte...

Mercedes dijo...

Esto de los vecinos a veces es insufrible. Los míos de arriba parece que algunos días juegan a las canicas por todo el piso, normalmente cuando me da por dormír un rato la siesta. En fin, hay que piiiiiiiiiiiii (como tú dices, jeje).

DACHA ARTESANA dijo...

Yo encima mia tengo tres niñitas a las que llamo "cariñosamente" las yegüitas trotonas.

A.L.Zarapico dijo...

Si es que a veces nuestra imaginación vuela, vuela y vuela.Un saludo.

marisa desaztre dijo...

Pues yo tengo unos vecinos a los que les importa tres pimientos la hora y montan unas broncas de campeonato. En la última, ella le zurró a él con unos cascos y no veas la que liaron.
Tengo otro al que le dá por poner una canción en mil versiones diferentes o los coros rusos o lo último en jotas. Menos mal que últimamente no se le oye. Enfrente tengo un bar que pa qué te cuento. En fin, que vivo rodeada de ruidos y a cual más desagradable y eso que me fui a un unifamiliar para estar más tranquila, jeje. Bezozzzzzz