miércoles, 24 de junio de 2015

Robando máquinas de escribir

Con 14 años me saqué -en dos añitos- el título de Mecanografía al Tacto. Tres libros pesados de tapa roja y letras blancas (método Caballero de Mecanografía al Tacto) me daban el coñazo lunes, miércoles y viernes de 5 a 6 después de clase. A mi madre le habría gustado que aprendiera a tocar el piano, tras apuntarme al Conservatorio Manuel de Falla donde cursé Solfeo hasta que decidí que las teclas que me gustaban de verdad eran las Olivetti y que mi oído no estaba entrenado para diferencial un sol de un do así si más. Y que si tanto le gustaba el piano, podría haber probado ella misma, digo yo.

Y yo estaba convencida de que la mecanografía me iba a servir de más en la vida que aporrear las teclas de marfil. El tiempo me ha dado la razón, que no me veía yo acompañando a Richard Clayderman por el mundo por más que me lo suplicara. Tampoco me veía tocando el organo de la iglesia protestante a la que se me obligaba a acudir en mi infancia solo porque mi madre así lo deseaba. De nuevo: que se hubiera puesto ella, con sus brillantes ideas. Que lo mío con la música es como querer obligar a una persona en silla de ruedas a practicar ballet.

Así que me compraron una Olivetty Lettera 12, la última revolución en máquinas de escribir pijas antes de la llegada de la máquina de escribir electrónica que por mi madre de mi alma nunca intenderé, si era lo mismo solo que gastaba corriente. La Lettera 12 era monísima: ligera, compacta, ideal para acarrear hasta las clases lunes, miércoles y viernes y volver a cargar de vuelta a casa. Y llegó con la amenaza de mi madre de que había costado un pastón (creo recordar, lo tengo clavado en la mente, que 12,000 ptas de las de 1983), de que como me rajase también y no me sacase el título me comía la máquina letra por letra y con su cartucho de tinta incluido. Porque la novedad de la lettera 12 es que no llevaba esos rollos de tinta que tenías que cambiar de posición. Su ventaja era que se rataba de unas especies de cassettes que se sacaaban y metían sin que tus deditos se manchasen de tinta. El carrete era tal que así:


El título me lo saqué con bastantes pulsaciones y un kilo de tipex, ese invento que hizo millonarios a sus creadores a la misma velocidad con la que desapareción el liquidito. 
Con el paso de los años, aunque me mudé a Cataluña, la máquina quedó atrás. Mi ex se trajo consigo la máquina de escribir de su padre, un armatoste en condiciones y no la mariconada de la Olivetti cuyos carretes duraban dos suspiros y eran carísimos. La vieja máquina  de mi exsuegro, a quien nunca conocí porqe ya había fallecido cunado mi ex era un niño, me ayudó a estudiar un par de oposiciones que nunca aprobé, a pasar apuntes, a escribir historias, a escribir los artículos para el Semanario Ancora para el que trabajé unos años, y posteriormente, para prepararme curriculums.



Cuando me divorcié me la llevé conmigo, con impunidad y alevosía y ha estado en casa de mis padres desde entonces. Hace años mi madre se deshizo de la Lettera 12 (hoy me arrepiento de haberla dejado cometer tal crimen, pero la separación tampoco dolió tanto porque yo odiaba esa máquina con saña.
Un día me preguntó si iba a querer esta máquina de escribir "la de tu ex", me dijo a sabiendas. Y mira sí, guárdamela que un día me la traiguo. Y ese día fue hace escasamente una semana y pico.



Yo adoro esta máquina de escribir, a pesar de venir de quien vino, pero por eso precisamente se la robé. Total, él no era capaz de escribir adecuadamente con un bolígrafo, qué iba a usar una máquina de escribir. A estas alturas esta belleza ya estaría criando malvas en un basurero desde hacía décadas. Y conmigo va a estar mucho mejor.

Eso sí, déjenme decirles que pasar una máquina de escribir en el equipaje de mano, no es fácil. Un guardia civil jovencito, que sin duda no sabía ni lo que era, me paró en el contro lde seguridad y me hizo sacarla de la maleta. No me hizo abrirla y sacarla de su caja, afortunadamente, pero fue un coñazo -y posiblemente levantó más de una ceja en el resto de pasajeros que esperaban pasar el contro.
Al guiri lo pararon también, por llevar en su maleta mi magnetofón -que también tuve que explicar al panoli lo que era, por si nunca había visto uno...

No llegamos al tacto rectal.



6 comentarios:

chema dijo...

bien que hiciste en quedártela, jeje. es preciosa y está en perfecto estado. los niños de ahora no tendrán ni idea de lo que es una máquina de escribir. luego hubo las electrónicas, un eslabón intermedio entre las tradicionales y el procesador de texto de los ordenadores, pero duraron muy poco.
en casa de mi abuela hay una de la marca a.e.g., que ahora se dedica a los electrodomésticos pero antes fabricaban máquinas de escribir.

Candela. dijo...

Mi hermana tuvo una máquina de escribir electrónica. Una pijada que le compraron y que no sé por qué, porque mi hermana no hizo ni amago de aprender a escribir a máquina y siempre ha ido con sus dos deditos... y tampoco la necesitaba para nada. Imagino que esa sí está criando malvas.

Geno dijo...

Bonita es un rato bonita. Yo tengo la mia por aquí y, a pesar de que creo recordar que no funciona me da muuucha pena deshacerme de ella

Conchy P.Vázquez blogpasionporlavida@gmail.com dijo...

Yo tenía una pequeñita que utilicé mucho. Ahora no se donde está. Me voy a poner a investigar. Y me has hecho recordar también mi máquina de coser, que aunque no se usarla, la quiero aquí conmigo. Besos.

Lucía dijo...

!què recuerdos! yo también fuí dos años a sacarme el curso de mecanografía. Recuerdo la máquina que había en el centro donde iba, negra, antigua y te dejabas los dedos destrozados de la fuerza que había que hacer. Mi padre me compró luego una olivetti moderna que me parecía una maravilla.
Feliz semana

Ana dijo...

¡Qué chula! Y qué suerte que por fin no la tirara, aunque venga de quien vino, como dices.
A mi me hubiera encantado tocar piano, es mi asignatura pendiente, la verdad, mi abuela era profe, pero yo sólo distingo negra de blanca por el color, jajaja. Eso sí, de oído toco con una mano lo que quieras.

Bueno, al tema, que yo también pienso que es mucho más útil la mecanografía. Tendría yo poco más que tú, unos 16, y sólo en una año o dos, alcancé las 350 pulsaciones, sin mirar para nada el teclado. Ahora no escribo tan seguido como tú, pero, cuando escribo, aún mantengo más o menos las mismas pulsaciones. Me gustó mucho el método, método Cots, porque no lo he olvidado.
De hecho, llevo años buscando, en lugar de la máquina, jajaja, el libro que utilicé, sé que tiene que estar en algún trastero, pero no lo encuentro y me da rabia...me gustaría que mi hija empezara en breve.

Eso sí, eran muy buenas, pero acostumbrados ahora al tacto tan suave del ordenador, yo creo que si me pusiera a escribir en una de ellas, me daría agujetas...jajajaj