jueves, 20 de septiembre de 2007

LA PUERTA (ALBANTA)

(Merceditas, Jose, Esmeralda y yo)

En casa de la nana, que otrora fuera un convento de monjas Carmelitas, hay muchas puertas. Tras ellas se esconden numerosas historias que para mí son un misterio. Viví allí de niña, transeunte permuta de fin de semana, a caballo entre la colmena que se yergue frente al mar y la misteriosa presencia de fantasmas en silencio de una casa con un palomar.
Tras cada puerta de la casa de la calle Argantonio vive una familia con sus problemas, sus alegrías y sus tristezas. En el primer piso, la primera puerta guarda la historia de la vanidosa Rosita. A su lado, la mujer que vive tras la puerta de madera con remaches dorados tiene un perro que parece un tigre. Más arriba vivía Amelia, que me quería con locura cuando yo era muy pequeña, pero murió antes de que pudiera recordarla. Ahora el piso está vacío. Me la encontraría años después, llamando a otra puerta, la de la Ouija, por gentileza de unos amigos que gastaban bromas muy reales.
El piso de Alicia en el segundo es grande y espacioso y su tía con síndrome de Down la visita a menudo, aunque en aquel entonces no usabamos esa palabra tan posh. La tía deAlicia era "mongolita", según murmuraban las vecinas. Aunque parece tener doce años, con su larga trenza, ya pasó de los treinta y está coladita por mi tío. La puerta contigua oculta la vida de una madre abandonada, con dos niñas pequeñas. Una de ellas tiene todo el rostro quemado y necesitará operaciones el resto de su vida. Sólo tiene cuatro años
Merceditas vive en la misma planta que la nana y está convencida de que bajo la ruidosa tarima del descansillo de la escalera hay una puerta que oculta un tesoro. Un día se hundió uno de los tablones, pero no hallamos puerta alguna, sólo una moneda de cincuenta pesetas y un billete de cien color marrón desgastado con la efigie de Falla que su padre le quitó para ir a tomarse un vino.
(Rosita, Esmeralda, Mercedes y Kiko)

La casa de Merceditas tiene muchas puertas, y todas siempre abiertas. Aunque estén cerradas, se oyen las voces peleando. La de Polonio, su padre, es inconfundible. Le hicieron una traqueotomía hace un par de años y habla por un tubo con una voz que dan ganas de toser. Pepa, la madre de Merceditas, limpia para la calle, para sus hijos y para el vicio de su marido. Pero llegada la noche cierra las puertas de su habitación a su soledad y espera a que Polonio deje a la otra: la botella pendenciera que se llevó su voz, su carácter dulce y la mitad de sus dientes.
Tras la puerta de la cocina trata de esconder lo que oímos a través de la ventana: los golpes, los insultos, el olor a Valdepeñas barato de la tasca de Paco. Merceditas cierra la puerta de su pequeña habitación y nos ponemos a coser vestiditos para las Nancys y a cantar nuevas canciones de Mecano que nos hemos aprendido con el viejo radiocassette a base de escuchar a Lucky en los Cuarenta. Yo imito muy bien la voz de Ana Torroja. A Merceditas le gusta mas el Rey del Pollo, pero a mí Ramoncín siempre me pareció muy chulo. Merceditas también tiene quemaduras como la niña del segundo, pero en los brazos y sobre el pecho, cuando su padre borracho le derramó sin querer un caldero de puchero hirviendo en medio de una borrachera. Fué un accidente, claro, y sucedió hace tantos años que ya no le guarda rencor, a pesar de que estará marcada para siempre y no le gusta ir a la playa, pero se oculta bajo las ropas que su madre dejó de usar cuando perdió todo el peso debido a los disgustos. Sólo tiene trece años pero usa ropa de alguien de cuarenta.
Jose vive al fondo del corredor. Fué mi primer amor, nunca correspondido. Años después resultó un alivio, no era precisamente la herramienta más brillante de la caja y no habríamos hecho una buena pareja. Pero fué mi primer amor, compartido con Rosita y con Alicia y probablemente con Merceditas, aunque ella era la mayor. Y arriba, en la azotea, había muchas más puertas, oscuras, ocultas, prohibidas. No subas. Mira lo que le pasóo a Esmeralda, la hermana de Jose. No vayas a la torre. Nunca.
En casa de la nana había numerosas puertas, y una sola historia que contar.

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