Estaba buscando en el baúl de mis tesoros, que no es un baúl ni mucho menos, claro está. Todos tenemos los nuestros, y este es uno de los míos. Es una moneda romana auténtica, encontrada en la playa de Cádiz. Me la regaló hace mucho tiempo un amigo, por qué se desprendió de algo así es un misterio, tal vez porque era un chico y estas cosas no tienene demasiada importancia para los hombres. Durante los años de mi adolescencia pensé que era una falsificación, tal vez una moneda de pega de las que venden en mercadillos o de las que venían con ciertos pastelitos, pero la llevé al drector del museo histórico de Sant Feliú de Guixols a mediados de los noventa y me confirmó que es auténtica, aunque no tenía mucho valor. En 1995 su valor era de unas 2,500 pesetas. Al parecer monedas de estas hay a montones en toda la península.
Reconozco que me desilusioné. No porque pensara que en realidad tenía en mi posesión un tesoro que me haría millonaria de la noche a la mañana, no la vendería por todo el oro del mundo a no ser en caso de extrema necesidad, porque quien me la regaló fue una persona muy entrañable para mí en aquella época.
Sin embargo, me alegró, también, que nadie me exigiera entregarla de inmediato a un museo, como temía secretamente. Mi moneda no era patrimonio nacional, era mía y sólo mía. Y lo sigue siendo, parte de esos tesoros sin valor monetario pero con mucho valor sentimental que guardamos en una cajita que destapamos de vez en cuanto por el solo placer de contemplar lo que ya sabemos que hay dentro.
La moneda está bastante gastada, pero teniendo en cuenta su edad, creo que se conserva estupendamente, ¿no lo creéis?
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