Su destierro comenzó al caer el sol. Yo nada supe hasta casi dos horas después. Siguieron a su líder, paso a paso, hasta la codiciada tierra prometida, aquella de las provisiones sin fin, maná buscado durante días por los valientes exploradores enviados semanas antes.
Había sido un duro y frío invierno, pero la llegada de la primavera no prometía buenas nuevas. Era evidente que, con la industrialización del suelo vírgen que les rodeaba, no alimento les llegaría en mucho, mucho tiempo.
Caminaron en fila durante lo que les pareció kilómetros y kilómetros de duro asfalto. Sortearon las aceras aún en construcción y escalaron altos muros, uno tras otro, sin perder de vista a la figura encorvada que les precedía. Al fin encontraron el resquicio que les conduciría, de una vez por todas, al interior del paraíso escondido.
-o-
El ligero movimiento llamó mi atención y volví la cabeza para ver la hilera de hormigas entrando subrepticiamente en la pequeña habitación que habíamos convertido en despensa. Eran cientos, miles de hormigas caseras! Nunca, jamás en mi vida había tenido una sola campando en mi piso, y no pude por menos, que seguir la línea recta y perfecta hasta su lugar de origen. Bajaban desde el techo, alineadas con sincronía junto al marco de la puerta, cruzando la pared por encima de mi cama y procedían desvergonzadamente de un agujero casi invisible entre el marco de aluminio de la ventana y la pared de ladrillo. Corrí a la cocina.
Mierda! Se acabó el insecticida y las tiendas, a esas horas, ya estaban cerradas. Y no iba a permitir que un hormiguero completo se instalara a sus anchas en el hipotecado y diminuto piso. Además, sufro una fobia incontenible ante estos aparetemente inofensivos insectos. En el baño encontré laca. Jugué con la idea de acercar una cerilla al aerosol, pero temía acabar con todo el edificio. Soy de naturaleza patosa, por lo que vacié el contenido sin que ello las afectase en lo más mínimo. Tras un momento de pánico y sorpresa, proseguían su camino, impasibles. El tarro de Nenuco sólo incrementó la sensación de haber pasado por un salón de belleza.
Finalmente recordé el pequeño bote acaricida para el canario. Era sólo de 100 ml pero quizá serviría. Siguiendo la estela de diminutas lineas en movimiento desde la entrada bajo la ventana hasta la despensa, rocié y rocié hasta acabar el contenido del spray.
Al fin murieron, repeinadas, olorosas y agonizantes. Su éxodo maldito acabé en el fondo polvoriento del estémago insensible de una aspiradora en una cálida noche de primavera. Un par de ellas, todavía asoman sus microscópicas patitas por la rendija sellada de loctite que las inmortalizó para la eternidad.
Había sido un duro y frío invierno, pero la llegada de la primavera no prometía buenas nuevas. Era evidente que, con la industrialización del suelo vírgen que les rodeaba, no alimento les llegaría en mucho, mucho tiempo.
Caminaron en fila durante lo que les pareció kilómetros y kilómetros de duro asfalto. Sortearon las aceras aún en construcción y escalaron altos muros, uno tras otro, sin perder de vista a la figura encorvada que les precedía. Al fin encontraron el resquicio que les conduciría, de una vez por todas, al interior del paraíso escondido.
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El ligero movimiento llamó mi atención y volví la cabeza para ver la hilera de hormigas entrando subrepticiamente en la pequeña habitación que habíamos convertido en despensa. Eran cientos, miles de hormigas caseras! Nunca, jamás en mi vida había tenido una sola campando en mi piso, y no pude por menos, que seguir la línea recta y perfecta hasta su lugar de origen. Bajaban desde el techo, alineadas con sincronía junto al marco de la puerta, cruzando la pared por encima de mi cama y procedían desvergonzadamente de un agujero casi invisible entre el marco de aluminio de la ventana y la pared de ladrillo. Corrí a la cocina.
Mierda! Se acabó el insecticida y las tiendas, a esas horas, ya estaban cerradas. Y no iba a permitir que un hormiguero completo se instalara a sus anchas en el hipotecado y diminuto piso. Además, sufro una fobia incontenible ante estos aparetemente inofensivos insectos. En el baño encontré laca. Jugué con la idea de acercar una cerilla al aerosol, pero temía acabar con todo el edificio. Soy de naturaleza patosa, por lo que vacié el contenido sin que ello las afectase en lo más mínimo. Tras un momento de pánico y sorpresa, proseguían su camino, impasibles. El tarro de Nenuco sólo incrementó la sensación de haber pasado por un salón de belleza.
Finalmente recordé el pequeño bote acaricida para el canario. Era sólo de 100 ml pero quizá serviría. Siguiendo la estela de diminutas lineas en movimiento desde la entrada bajo la ventana hasta la despensa, rocié y rocié hasta acabar el contenido del spray.
Al fin murieron, repeinadas, olorosas y agonizantes. Su éxodo maldito acabé en el fondo polvoriento del estémago insensible de una aspiradora en una cálida noche de primavera. Un par de ellas, todavía asoman sus microscópicas patitas por la rendija sellada de loctite que las inmortalizó para la eternidad.
6 comentarios:
Uff, ¿que hubiera pasado si llegas a acercar la cerilla a la laca? Jaja, mejor no saber la respuesta... Me gustó, sobre todo el final con las pobres hormiguillas en el estómago de la aspiradora... jeje!
Sigues escribiendo en Albanta toda las semanas... yo hace tiempo q no lo hago, ando bastante perdidillo...
¿Por cierto, q le pasó a tu "otro" blog? El de allí... Yo vendré ahora por aquí. Besos.
Si que sigo participando, aunque las dos ultimas semanas he estado muy muy ocupada. En cuanto al "otro blog", lo cerre porque hay rumores (confirmados por Fabio) de que se va a reestructurar toda la comunidad, por lo cual igual llegamos una mañana y nos encontramos todo borrado. Preferi borrarlo yo misma. Tambien me jodió mucho que Mipasado me dejara como blog favorito perpetuo durante casi tres meses, yo es que me cansaba de ver mi nombre y mi blog en la portada, por lo cual decidi borrarlo a ver si me quitaban... Y aun asi tardaron 3-4 dias. Con este estoy mas satisfecha, la verdad.
En cuanto a la historia de las hormigas, es absolutamente veridica. Le tengo un panico horrible a los insectos mas nimios, y esto me paso en Sant Feliu de guixol. Tiraron un solar enfrente y se ve que las hormigas decidieron mudarse a mi casa de una sola vez. Lo que no me explico es qué les atrajo a la despensa, ya que todo lo que guardaba alli eran productos "secos", vamos, todo latas y botes, sin abrir, yo hacia mi compra una vez al mes y tenia en la despensa pues no se... siete u ocho tarros de tomate frito, fruta en almibar en lata, paquetes de lentejas, alubias, etc, botellas de aceite, vinagre, y en fin, todo lo habitual. Lo unico que me pienso que pudiera ser era el azucar que las atrajese, que siempre se escapa algo del paquete...
Pero murieron con el tupé puesto, jejeje.
Me alegra verte por aqui, guapeton.
¡Pobrecillas!
Pero al menos murieron guapas.
¡Por fin he podido comentar en tu blog!
Ya podré pasarme mas seguido por aqui.
Kss.
Gracias, Sohno, guapeton!!
A estas se les puede aplicar lo de "muere joven y tendrás un bello cadaver" :P
Precioso relato. Seguiré visitando tu bello blog.
Saludos
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