Duele el alma. Duele.
He cruzado ese puente muchas veces en la vida, de un lado a otro, asomándome irreverente a los precipicios profundos de sus barreras, admirando el mar cuajado de barcas que se mecen al son de las olas tempraneras.
Siento su saludo cuando regreso, pero no sus lágrimas cuando me voy. Soy una más, una fulana desnuda de sentimientos cuando me alejo irremediablemente. Mi alma se duele y el puente me ignora, y me da miedo que piense que algun día ya no volveré. Miro atrás y veo su herrumbre casi centenaria, sonriendo bobalicona entre los rayos de sol. Lo sabe.
Lo sabe. Y no le importa.
Lo sabe. Y no le importa.
2 comentarios:
Pardiez, qué bien escribes chiquilla. Algo muy parecido a lo que sientes cada vez que te vas a Irlanda y dices adiós a este puente de Cádiz, algo muy parecido a esto sentía yo cuando venía del cuartel o volvía al cuartel en mis tiempos de mili. Y es una sensación extrañísima.
Gracias, Fermin, pero a tu lado me quedo en bragas... Tu si que eres un buen escritor!!
Publicar un comentario