domingo, 17 de agosto de 2008

HISTORIA DE X



Toda historia tiene un principio y un fin. Pero hay historias que comienzan por el final.

La historia de X es una de ellas y comienza en esta sombría y lluviosa tarde de Domingo en el Limerick georgiano, en un antiguo edificio que fue transformado en apartamentos. En esa misma casa viví a mi llegada a Limerick, cuando pertenecía a la familia con la que vine de Au Pair para cuidar a sus hijos. Ahora habito en el edificio contiguo, convertido, también, en apartamentos.

Puede que la historia empezara hace dos Sábados, cuando a través de los ventanales del salón vimos la llegada de un coche policial y cómo hablaban con una chica de aspecto de la Europa del Este, que señalaba dicho edificio al tiempo que hablaba en el móvil con alguien en su lengua.
O puede que la historia comenzase mucho antes, en el Latvia natal de X y su novia. Eso nunca lo sabré.

Aquel Sábado la policía estuvo dentro unos minutos, luego salió de nuevo y se marcharon tras hablar con la chica -aún en el móvil-, y ella también se marchó. No supimos qué había sucedido o cuál era el problema. Pensamos que tal vez su piso había sido forzado o alguien había tratado de atacarla en las escaleras.

He oído grandes peleas tarde en la noche, palabras incomprensibles, portazos, gritos acalorados en un idioma que podría haber sido cualquier cosa entre polaco, eslovaco o ruso. A veces me han despertado de mi profundo sueño, pero todas las parejas tienen alguna trifulca de vez en cuando.

La historia continuó el Miércoles por la tarde. Desde mi dormitorio oí a alguien bajando las escaleras a toda prisa en el bloque contiguo, y llantos de dolor. Creí que era un tropel de niños y que uno de ellos lloraba. Los llantos continuaron en la calle y me asomé veladamente a la ventana, oculta tras la cortina de lino. X estaba allí, apoyado contra la verja que delimita la entrada y los escalones que suben a la puerta principal. Tenía sólo unos pantalones puestos y sangre en la espalda, en el torso... Deduje que la persona que le abrazaba y gritaba entre lágrimas era su novia, una chica rubia que le hablaba en ruso. Vestida sólo con un sujetador y bragas de algodón verde kaki y unos calcetines blancos. Alguien le preguntó si necesitaban una ambulancia, y llamaron a los servicios de urgencias. En dos minutos dos patrullas de la policía se personaron en el lugar. Le preguntaron si había sido agredida. Sentí lástima por ella. Para entonces ya me había enterado de que era de Latvia y que no tenía ningún pudor en permanecer semidesnuda sentada en los escalones e incluso pedir un cigarrillo a un extrañado viandante. La ambulancia no tardó en llegar y los servicios médicos se adentraron de nuevo en la casa, seguidos de dos ban-gardai (mujeres policías).

Llegaron los padres de X. Su padre se llama Sacha y tiene mal caracter. Cuando al cabo de veinte minutos X apareció con uno de los paramédicos, vestido con chandal azul marino, Sacha exigió de malos modos estar presente en el interior, pero se le denegó el acceso. Otros cinco minutos habrían de transcurrir hasta que al fin la puerta trasera se abriese y dejasen entrar a su madre. Sacha tendría que seguirles en coche hasta el hospital.

Escasos segundos más tarde salió la de Latvia, arropada por una bata verde y botas de ante beige, escoltada por las dos mujeres policías e introducida casi a la fuerza en la trasera del coche policial. Mi lástima se esfumó.


No sé cuándo regresaron, pero la pelea se repitió a la noche siguiete. Voces demasiado altas para la una de la madrugada, cristales rotos, una puerta que se cierra haciendo estremecer a todo el edificio, carreras escaleras abajo, la puerta principal clausurada de un portazo.

La historia que empieza, o termina para siempre, en esta tarde de Domingo bajo el cielo gris y húmedo, cuando otros dos paramédicos han sacado a X en una bolsa negra con cremallera, inmóvil sobre la camilla, mientras ella caminaba con la cabeza baja y las manos esposadas hasta el coche blanco de laterales con cuadros amarillo fluorescente.

Porque las víctimas, no son siempre las mujeres.

Esta historia está basada en hechos reales. El final es ficticio, X y su novia aún viven en un apartamenteo junto al mío. Sólo espero que no acabe así.

8 comentarios:

chema dijo...

desgraciadamente muchas historias acaban así... quizá una orden de alejamiento a tiempo cuando empieza a haber incidentes puede evitar males mayores...

no me gusta generalizar, pero me da la sensación de que la gente del este de europa es un poquito violenta...

Anónimo dijo...

No, no siempre son las mujeres. De hecho, personalmente no conozco ningún caso de violencia machista, pero sí me ha tocado cerca a la inversa. Un buen amigo profundamente enamorado de su mujer alcohólica, en un país extranjero y sin ningún tipo de soporte social ni institucional. Todos los días deseo que se de cuenta de que aquello no tiene solución y regrese a Europa.

Anónimo dijo...

Pues en mi barrio conocí el caso de maltrato de una mujer hacia su marido, a quien humillaba públicamente. Era algo increíble. Luego se separaron y ella se fue con otra señora. Pero nunca entendí por qué el mal rollo con aquel señor tan educado y buena persona....

Teresa Guzmán dijo...

Tengo unos vecinos igual a los q tu describes, son de edad mediana, y casi nuevos en el barrio, pero desde que vinieron cada mes le monta una bronca ella a él, de insultos, portazos y demás barbaridades delante de hijos veinteañeros. Después salen con la fresquita a dar un paseo y tan contentos...

R.M dijo...

El mundo esta loco!!

Oishi dijo...

La historia del X me pasmo por un momento, hasta que supe que tu creaste el final. Es curiosa la vida en edificios, te enteras de toooodo.
Leí tus otros post.
Que interesante eso de AU PAIR, en México (de donde te escribo) no existe ese concepto. Y tu que edad tenías cuando Au pariaste?
Me gustaron las fotos de tumbas que pusiste en tu post y que duro lo de los Au Pair que murieron en esa bomba.
Te envío un saludo

Candela dijo...

Oishi, me vine de au pair con 27 años, era la ultima edad que permitian para Au Pair. En la bomba no muriern Aupaires, sino una profesora y un alumno de un grupo de estudiantes que habian venido a Irlanda en algun curso. Un besazo! ¿Cuando te mudas de ciudad?

anele dijo...

Yo conozco un caso inverso.
Los padres de una amiga, que son super católicos y de misa dominical, una "familia feliz" de cara a la galería.
Tras una discusión el padre le da la espalda a la madre, ella le sigue zapatilla en mano y bla, bla, bla, y él que acaba dándole una bofetada.
A partir de ahí, una locura: denuncia policial, juicio, orden de alejamiento (un año), como no tiene dónde vivir se va a la casa de la playa, petición de divorcio: ella se queda con todo, incluida la casa de la playa (él tuvo la magnífica idea de poner "todo" a nombre de la esposa hace años), pero como es una buena samaritana le permite vivir ahí a cambio de un alquiler. Con su pensión de 400 eur... a mí no me salen las cuentas. Resultado: el alquiler lo pagan 2 de las hijas (los otros 3 hijos "pasan"). Mientras la madre (que lo sabe) prefiere mirar para otro lado. ¿No es demencial? Vaya madre!! Y vaya hermanos!!

Las verdaderas víctimas son las que se acuestan cada noche sin saber si al día siguiente lo podrán contar, las que paran los golpes cada día, las que sufren maltrato psicológico...

Me parece vergonzoso que otras se aprovechen de que hoy la ley les ampara más que nunca. Lo considero un insulto hacia las verdaderas víctimas.