Hoy he pasado por delante de aquella casa. Me ha sonreido desde la ventana del ático, su rostro marmóreo atisbando tras los mojados cristales.
Llueve.
Siempre llueve a esta hora de la tarde, cuando paseo por la calle desierta, flanqueada por los altos cedros que parecen fuera de lugar aquí.
Me ha mirado de nuevo, y sé que lo imagino. La casa está desierta, vacía, clausurada desde que ella se fue, hace tanto tiempo ya.
Mañana volveré. Y estara ahí de nuevo, como cada tarde a esta hora bajo la lluvia persistente. Mañana regresaré y entraré a buscarla como si estuviera aquí, como si sus ojos grises de veras me viesen.
Mañana retornaré... y me quedaré para siempre.
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