Angustias se levanta a las seis de la mañana, como de costumbre. No tiene ganas, ni fuerzas en su delgado cuerpo, pero ha de hacerlo. No es que quiera quedarse en la cama por pereza, en realidad lleva despierta algo más de media hora... Simplemente no desea enfrentarse al nuevo día, que no traerá nada nuevo.
De haber sido por ella, habría acabado con su vida hacía mucho tiempo, pero están los niños. Elana tiene 3 años recién cumplidos y Lolo casi siete. Elena es una niña bonita, de dorados bucles que heredó de su abuela paterna, esa misma que ahora les evita en la calle y no quiere saber nada de ellos desde que su hijo la dejó. Los dejó. Lolo se parece más a ella, al menos en la personalidad. Es de los que sufre en silencio. Lolo nació con una serie de enfermedades por las que recibe una ayuda del gobierno por discapacidad. 400 euros mensuales que son el único ingreso de la familia. Angustias trabaja a veces limpiando casas, escaleras y todo lo que se le ofrezca. Pero no siempre puede. Si Lolo enferma, ha de cuidarle veinticuatro horas al día. Lolo es frágil. Muy frágil. Aunque su carácter sea fuerte como el hormigón.
Angustias prepara el desayuno. Nada para ella, porque nada hay. Para los niños, medio vaso de leche mezclada con agua y dos galletas reblandecidas. Ellos sonríen mientras comen lo poco a lo que están acostumbrados. Nunca supieron de la existencia de otro desayuno. Si Angustias tiene trabajo, les compra cereales. De chocolate, para que el agua de la leche no se note tanto. Ellos lo ven como un premio, unos días de fiesta, y luego puden jugar con la caja. Lolo juega a que es un castillo para sus soldaditos de plástico, los que mamá encontró en el parque, abandonados por otros niños. Cuando él se cansa, le pasa la desgastada caja a Elena y ella finge que es una cama para su muñeca Mariloli de trapo, la que mamá ha fabricado con unos viejos calcetines, una servilleta, botones y lana.
Después de dejarlos en el colegio, Angustias coge un autobus hacia un barrio lejano. Lleva un euro en el bolsillo con el que ha de hacer comida y cena para hoy. También tiene que coser por la tarde, porque Elena crece que es un primor y necesita ropa. Las viejas cortinas de su dormitorio darán para un bonito vestido. Otra cosa no, pero al menos Elena irá bien vestida mientras quede algo que transformar. A Lolo le hizo hace unos meses unos bonitos pantalones de un cobertor para el sofá.
Entra en el supermercado. Es la primera vez que visita este barrio y no conoce a nadie. Se acerca al mostrador de la carnicería y pide si le pueden dar unos huesos para el perro. La carnicera se vuelve con la sonrisa en la boca y el color se esfuma del rostro de Angustias. Vaya mala suerte. De todos los supermercados de la ciudad, tenía que ir a parar a éste en el que trabaja su vecina Paqui. Paqui sonríe, le pregunta cómo está. Cómo están los niños. Paqui sabe que no tienen perro, y a escondidas mete en la bolsa un par de filetes de pollo y algo de ternera. Angustias no lo verá hasta que llegue a casa, con el corazón roto por la vergüenza.
Mientras mezcla los pitracos con el arroz que ha comprado con su euro diario en una cazuela con agua caliente, guarda la carne para mañana. Al menos es una preocupación menos, pero sabe que no podrá comerla. Se la dará a los niños, que necesitan toda la vitamina. Ella no podría. No con la vergüenza colgando de cada bocado. Antes prefiere seguir alimentándose toda la vida con comida de perro, como hasta ahora. Lo mismo que no podría pedir limosna en una esquina, o robar una manzana en el mercado. Ha estado tentada. Sólo es una manzana. No es como si fuera a atracar un banco a punta de pistola. Pero es honrada y no pasará la ignominia de dejar su dignidad en un trozo de fruta.
Una semana más y será día de cobro. Recibirá los 400 euros que le dan por la disabilidad de Lolo y con ello pagará los recibos. Gracias a Dios el pequeño pisito había sido de su madre y estaba pagado, pero la comunidad se lleva un buen trozo, y la electricidad, y el agua, y el gas... Los cuadernos de la escuela, que hay que ver cómo les hacen escribir, los lápices, las gomas de borrar...
Angustias se sienta en el sofá y mira el hueco en el que solía estar la tele. A los niños les dijo que se había estropeado y la estaban reparando, pero lo cierto es que la tuvo que malvender el verano pasado para poder comprar comida. Lo mismo que ha vendido ya todas sus joyas. Incluso su cadenita de oro de la comunión, la que le regaló la abuela cuando era pequeña.
La abuela. La mujer que le contaba cómo pasó calamidades durante la guerra. Cómo pasó hambre y penurias. Ella se sentaba en el suelo y escuchaba estas historias de otros tiempos, sin pensar que le pasaría a ella. A ella, que fue a los mejores colegios, que estudió en la Universidad y sólo accedió a casarse cuando acabó su carrera. A ella, que vivió con comodidades hasta que Chano se cansó de la salud de Lolo, de las noches sin dormir de Elena, hasta que se cansó de ser padre y de ser hombre y se fue con una mujer más joven. Chano, que nunca les pasó ni un duro de manutención, buscado por la justicia y en paradero desconocido.
Y así, poco a poco, Angustias lo perdió todo. Primero fue el pisito en el centro, cuya hipoteca no pudo pagar. Tampoco pudo venderlo y el banco se lo expropió. Fue sólo gracias a su madre que no se quedó en la calle. La misma madre que la ayudó con su pensión hasta el día de su muerte. Y entonces se quedó sola. Sola con sus niños, la única razón para levantarse por la mañana.
Hace frío. Pronto será navidad y no sabe cómo decirle a los niños que no habrá juguetes. Sobre todo a Lolo, que lleva ya unos cuantos años sin Reyes. Al menos Elenita era un bebé, pero ahora comienza a comprender. Lo ve en sus ojos cuando pasan junto a la pastelería y su mirada golosa se posa en los ricos dulces de crema. Lo siente en el rugir de sus tripas. Y Lolo. Lolo que mira por la ventana a los niños jugando con sus bicicletas nuevas cada seis de Enero, que no pregunta nada porque ya sabe la verdad. Tiene que saberlo. Pero no se queja. Es un buen chico.
Tal vez... tal vez pueda vender algo. Mira desesperada a su alrededor, buscando, pero no queda nada. Todo cuanto tuvo de valor alguna vez ha sido ya vendido. El microondas, la sandwichera, el vídeo, incluso el juego de té que le regaló su madre cuando se casó y que trajo de Canarias. Sólo le queda la vieja lavadora, pero pierde agua y duda que le den mucho por ella, y al precio que están los juguetes...
Piensa de nuevo en la abuela, contando sus historias sobre mendrugos de pan y café con malta y achicoria de la guerra, en un pueblo perdido cerca del Pirineo. Pero ella no es la abuela. No son los años treinta ni hay guerra.
Es Madrid, Noviembre del 2008. Y tiene hambre. Y el orgullo necesario para seguir viviendo.
(Esta historia está inspirada en hechos reales. En la vida de una mujer que oi hoy en la radio. No se llama Angustias, ni sé si la dejó su marido, o si tiene estudios o es madre soltera. Pero sí que come cada día, desde hace meses, comida de perro menzlada con arroz.)
17 comentarios:
Como tantas otras veces aqui estoy atenta a tus historias,que tanto me gustan..
Creo que despues de leer esta..tardaré un poco mas en decidir mi proxima compra
ADA
es una historia estremecedora. qué terrible es que una madre tenga que sacrificarse así porque sus ingresos apenas le den para alimentar a sus hijos. la riqueza en este mundo, un poco mal repartida sí que está...
Me ha sobrecojido la historia. Por lo dura, por lo triste, por lo bien contada que está y sobre todo porque está inspirada en un hecho real.
No sé que mas decir, me he quedado sin palabras.
Besitos.
Estremecedor relato, sin duda. Muy bien narrado en todos sus párrafos. Consigue transmitir muy bien al lector.
Y luego, se te queda la historia pegada a la memoria.
Es muy fuerte todo esto,yo escuché algo en la radio y me quedé helada,es increíble lo de la comida de perro...después dijeron que una empresa de alimentación (que no quería darse a conocer porque lo hacía desinteresadamente) le iba a proporcionar alimento para sus hijos durante tres años...creo que fue lo que dijeron...pero es muy triste todo ...
Tu relato me ha parecido muy estremecedor,te llega y te hace pensar...
Espero que sea la misma persona que oi yo. Fue en el programa del Herrera del Jueves, la hora de los Fosforos, y aun puede oirse en ondacero.com, programa del Herrera, jueves de 10-12.30, dedicado a la pobreza, o simplemente id a La Hora de los Fosforos, "La Pobreza en España", una de las ultimas participantes. Me alegro, espero que se recupere en estos 3 años para una vida mejor.
Que pena de historia. Pobre mujer.
Que injusta es la vida. Unos viviendo poco menos que en palacios, disfrutando de coches blindados, comidas exquisitas, con pedruscos en los dedos, ropajes bordados en oro, con obras de arte colgadas hasta en el cuarto de baño... y otros malviviendo y tirando sin recursos para sacar adelante a sus hijos...
Me acuerdo muchas veces de esa parte del Nuevo Testamento ke narra cuando Jesucristo expulsó a los mercaderes del Templo y me pregunto: si fuera hoy en dia... a kien expulsaria y de que templo? Y creo tener la respuesta!!
Que facil seria acabar con el hambre en el mundo si todos pusieran de su parte y si no hubiese intereses en que todo siga como está ahora o peor...
me he quedado helada.... que triste...
Una historia muy triste, sobre todo pensando que es verdadera y que habrá bastante más gente así en el mundo y otra que no tiene ni eso...
Leí la historia ayer y he vuelto a leerla hoy. Es muy triste y también aterrador, porque vemos a gente pobre y casi pensamos inconscientemente que han sido siempre así, que son como una especie de atrezzo de nuestras calles, y no pensamos en la vida y la historia que hay detrás. Hace meses vi un reportaje bastante detallado sobre la mujer quemada en el cajero aquel en Barcelona por esa panda de niñatos indeseables, y también es una historia bastante trágica. También venía de orígenes acomodados y tuvo una amarga historia personal. Esto te hace pensar no solo que unos tengamos tanto y otros tan poco, sino que cualquiera podemos vernos en ello.
Uff, me ha puesto los pelos de punta. Está muy bien escribir sobre estas cosas, hace que abramos los ojos a una realidad que como dice Elphaba, está ahí, pero nos parece atrezzo. Besos
Me quedo mejor cuando leo que ya hay alguien ayudando a esta mujer.
Ahora que la economía va tan mal se habla de mucha gente que no puede pagar la hipoteca, o el crédito del coche...pero pasar HAMBRE, así con mayusculas es otra cosa bien distinta.
Bueno, esta historia es más corriente de lo que se cree. Aunque la verdad, creo que en familias con muy pocos recursos y con niños, éstos siempre son atendidos de alguna manera por las autoridades (en España, claro), como por ejemplo, comer en el colegio, vales del gobierno para ropa, etc. Sin embargo, la cosa -creo yo- es bastante peor cuando se trata de pensionistas, es decir, ancianos, que cobran pensiones de esas no contributivas, del orden de los 300 euros, con los que no sé como pueden comer, bueno, que comerán fatal, a pesar de que necesitarían una alimentación especial por su edad. Estos ancianos -que son muchos en España- sí que me preocupan. El deterioro se les nota en la cara....
Cuando leemos cosas a si creemos que estan lejos y que no nos tocan de cerca y que solo nos acordamos de ellos cuendo bienen estas fechas de Navidad, pero estan hay a la vuelta de la esquina, cuando damos algo a alguien nos sentimos afortunados por ayudar a las personas, pero podriamos hacer mas y por una o otra razon, nos reprimimos a ello.
Pero no es que yo lo diga, pero España es la mas Solidaria, por lo menos eso es lo que dicen?
La personas que estamos bien o medianamete bien, debiera ayudar a una de las fammilias que pasan penunbras, si fuera a si no habria tan hanbre en el mundo, eso creo yo?
Com ves el tema me interesa mucho (me encanta como lo tratas). Y, volviendo al caso en el que la protagonista tiene piso gracias a su madre, conozco varios casos en los que personas mayores tienen pensión "gracias" a la muerte de su hijo en la guerra, y cosas así... son casos del destino.
Pero, también he conocido alguna que otra Angustias que viviendo así de mal, canta todos los días y
no pierde el buen humor. Yo, la verdad no lo entiendo...
y vuelvo a llamar la atención sobre los ancianos. Ellos no tienen oportunidad de aumentar sus ingresos, no están para trabajos eventuales, solo administrar lo poco que tienen, como su soledad, y para colmo, a veces tienen que atender o alabergar a sus hijas separadas y a sus nietos...
¡Un auténtico drama!; también sé que se está trabajando mucho en los barrios sobre estos problemas...eso espero.
Cuesta creer que todavía pasen cosas como estas....es una historia sobrecojedora, y está tambien contada que te hace recapacitar en tantas cosas....
bsssssss
Es tristísimo, pero lo más aterrador es que en cualquier momento y por un revés todos podemos llegar a esa situación.
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