viernes, 19 de diciembre de 2008

LA OTRA NAVIDAD (Relato)


Triste y cansada. Abandonada. Olvidada. Así se siente Eugenia esa mañana en una ciudad que aún es nueva aunque ya lleva viviendo allí poco menos de tres meses. Sus calles son extrañas. La gente, desconocida. Su vida se derrumba mentalmente en su interior y Eugenia se siente perdida.
Llegó allí con las esperanzas henchidas como las velas de un barco. Iba a comenzar una nueva vida tras el suplicio de los últimos meses. Tramitar un divorcio nunca es fácil, y las amenazas, insultos y vejaciones que padeció por el camino han dejado una huella que sólo habría sabido borrar con alcohol. Pero es sabia. Sabe que el alcohol emborronará esas huellas pero no las erradicará y quizá, impondrá otras nuevas, más difíciles de borrar. Ha conocido el lado oscuro del alcoholismo, no en carne propia, pero sí en la de personas muy cercanas.
En cambio, disfraza sus pesares hasta que cicatricen, cubriéndolos de colores y sonrisas falsas. No quiere que el mundo sepa lo que sufre. Está sola, pero no es tonta y ha de despertar del estupor que la consume. Ha de aprender a vivir por sí misma, sobrevivir en un mundo en el que siempre dependió de alguien. Acaba de recibir su primera lección: aún se puede estar más solo de lo que uno se siente. Se ha sentado en un banco en un parque solitario, bajo la sombra de un árbol sin nombre en una calle perdida. Tiene hambre, pero acalla las protestas de su estómago recriminándose su estupidez y pensando cómo sobrevivirá mañana.
Eugenia tiene 25 años y cuando la difícil meta de la separación fue cruzada, muchos le dijeron que con su juventud, sus estudios y su inteligencia, no tardaría en salir adelante. Ella valía mucho más que aquel malnacido con el que había decidido casarse años atras y que la había hecho menguar como persona sin que se diera cuenta. Decidió mudarse a una ciudad nueva, comenzar una nueva vida, porque no tenía a nadie más en el mundo. Muchos de los que creía amigos le volvieron la espalda. En ese tiempo aún era una lacra estar divorciada. Para muchos. Tal vez aún lo sea, ya no se lo plantea. Ha llovido mucho desde entonces.
Pero ese día en el parque de albero dorado, mientras lágrimas de desesperación surcaban su rostro se dijo que la única razón por la que no acababa con su vida allí mismo era porque siempre fue de naturaleza curiosa. Y tenía curiosidad por lo que le deparaba el futuro. Había llegado allí con sus pocas cosas. Encontrar alojamiento no había sido difícil, y a las dos semanas tenía empleo, justo cuando los ahorros comenzaban a escasear. El malnacido había dejado de pagarle lo acordado por el juez ese mismo mes. Decía que habían llegado recibos inesperados de los que ella era acreedora y se lo cobraría de su mísera manutención. Aun así, con su nuevo y flamante empleo, no cobraría hasta dentro de una par de semanas, y con sólo unas pesetas en el bolsillo hasta fin de mes, no veía cómo podía proporcionarse al menos un almuerzo y una cena diaria. A estas alturas del mes, ya había dejado de cenar, y su peso había descendido considerablemente. Si seguía así enfermaría, y no podía permitirse faltar al trabajo...
Asuntos sociales no había podido ayudarla. Qué ambigua es la ley. Qué injusta. La edad te condiciona para bien o para mal, y mientras uno es joven y cree tener el mundo a sus pies, es ese mismo mundo el que le tira de vuelta las ventajas de su juventud. Así las cosas, hambrienta, incapaz de cumplir con su pago de alquiler para el próximo mes, no le había quedado más remedio que recurrir a las monjitas que una buena mujer le recomendara. Tenían un servicio de atención para personas en necesidad. Y ella estaba necesitada.
Acudió vestida discretamente, al acabar su jornada laboral. Llamó a la débil campanilla con vergüenza. Jamás pensó verse en una situación semejante. La llevaron a un despacho frío con figuras de la Virgen y Santos variados. Les contó su situación tratando de ahogar las lágrimas punzantes que la ahogarían cualquier día. Tantas lágrimas derramadas y la reserva parecía no agotarse... le explicó su situación... sin ingresos hasta final de mes... sin manutención... la última semana haciendo sólo una comida diaria... no conocía a nadie en toda la ciudad...
Y no la ayudaron. Salió temblando y confusa. Su juventud, divino tesoro, era su mayor enemigo. Las monjas no podían hacer nada de ella precisamente por lo que era: joven, sin hijos, educada, bien vestida, con un trabajo... Le sugirieron que pidiera un adelanto a su jefe. Cuando explicó que esa vía ya estaba explorada, se la animó a insistir e intentarlo de nuevo. Sólo ayudaban a prostitutas, yonkis, alcohólicos y gente en una extrema miseria.
Sola. Hambrienta. Joven, sin hijos. Nadie. Sentada en el parque, piensa que tal vez en los próximos meses será una inquilina oficial de ese banco y entonces podrá volver a las monjitas y mendigarles un cacho de pan.
Su última Navidad allá, a dos días de partir de aquel agujero en el infierno, las pasa en una
pensión barata, lo único que puede permitirse tras recuperar la fianza del piso después de llorarle al casero y pedirle disculpas por no quedarse. El buen hombre le regaló una tableta de turrón de almendras y una botella de vino tinto, únicos compañeros de su aburrida infelicidad en una habitación miserable en una pensión nutrida de cucarachas. Desde su ventana puede oir la música de los cotillones, la algarabía de la gente, ebria de alcohol y felicidad, el cláxon alegre de los coches.
Descorcha el vino y por una vez, nubla sus sentidos para enmascarar lo que la vida le escupe cuando le da la gana. Se duerme sola e infeliz, sedada por su propia estupidez.
Pero un día, no demasiado después, pero tampoco antes de lo que merecía, despierta de su oscura pesadilla. El sol seguía oculto tras las nubes... pero estaba allí... en algún lugar al final del arco iris...
Y sonríe. Por primera vez en varios años.

11 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...

No toda la Navidad es de cartón piedras la que nos presentan me suena tan real.

Me encantaría contar contigo si tienes micro a través del chat de voz de gmail para el sábado 27 de 13 a 16 horas.

Eres un encanto

Candela dijo...

Juan, me voy a instalar el Google Talk y tengo un engendro de esos de cascos con micro, nunca lo he usado para hablar (y mas vale que probemos antes, jajaja) ya te mando un privado con m numero de tfno, espero estar ya de vuelta antes de las 4, proque el miercoles nos vamos a Charleville, pero yo espero regresar el viernes! que aburrimiento en un pueblo de una calle y sin poder conectarme! Angustia me esta entrando!
Y gracias!!! El encanto eres tu!

Juan Duque Oliva dijo...

Con el talk es muy fácil ys uena muy bien

Maria dijo...

Esta es una historia que me suena a real ,espero que las siguientes navidades fueran buenas para eugenia .

Inma dijo...

Este año, con el tema de la crisis, parece que la gente oye menos campanillas y está más realista.
La navidad es un coñazo a menos que tengas 10 años.

chema dijo...

tal vez este relato tenga su continuación, ha quedado como en suspenso...
es verdad que para muchas personas las navidades serán así de amargas... es terrible pensarlo, de la situación de esa mujer a la indigencia, no hay más que un paso...

BLAS dijo...

Que triste, pero que realista es este relato. Aunque debiera decir que es demasiado realista porque hay miles, si no millones de personas en el mundo que no quieren ni oir hablar de la Navidad precisamente por encontrarse en situaciones similares. Es precioso, Candela, triste, pero bonito en su tremenda realidad.

Anónimo dijo...

Hellooooooooooo Ruth,mi cara amiga Limerick..iana,cuantos días sin ponernos en contacto,ya te echaba de menos.Una historia hermosa y con un final inacabado,que espero nos desveles en detalle.¿Porqué en estas fechas salen historias como esta tuya o la Mr. Scrookgh o cosas por el estilo.....pues que lo estudien los psicólogos.Besos amiga Ruth y Sé FELIZ estas fiestas,en las que no perderemos contacto.....KOldo

Shirat dijo...

Yo también espero que este relato tenga una continuación, no necesariamente buena, pero una continuación.

Creo que todos nos hemos quedado con ganas de un poco más.

Cada vez estoy más convencida de que el mundo es cruel, y que hay mucha más tristeza que felicidad. En muchos momentos me siento sola y pienso en todos los problemas que debo afrontar sin ayuda de nadie, pero al leer estas historias me doy cuenta de que en realidad soy muy afortunada porque tengo trabajo y soy independiente. A veces nos quejamos sin saber lo que es estar solo de verdad, y ahora mismo mis preocupaciones me parecen una solemne estupidez.

Candela dijo...

Shirat, este relato es real porque paso. Y sigue pasando a mucha gente. La continuacion... es al vida misma.

Gerardo Macías dijo...

Y tanto que le pasa a mucha gente... y este año que entra, más, por lo que dicen. Feliz 2009 de todos modos.