Mis lecturas este verano están siendo bastante variadas. No sólo de libros se alimenta el ser humano y la cultura del cómic se halla de suerte. En los últimos años este género ha pasado de estar considerado como "de capa caída" a aumentar sus ediciones y -sobre todo- anunciar nuevos títulos.
Novedad reciente ha sido la obra gráfica de Miguel Fuster. Miguel, 15 Años en la Calle relata su propia vida, su experiencia en las calles de Barcelona viviendo como mendigo. No por gusto ni por documentarse para su obra, entiéndase. Miguel cayó víctima de la mala suerte, de los malos tiempos y del alcoholismo.
Miguel había trabajado en los boyantes años de Bruguera, aunque su economía no lo fuera. Había comenzado allí con tan solo 16 años, a principios de los años 60, como aprendiz de dibujante. De todos es sabido que la empresa puntera del mundo de los tebeos pagaba bastante poco a sus artistas. De hecho Miguel se ganaba las papas haciendo guiones y dibujando historias de corte romántico para revistas del norte de Europa, como muchos de sus compañeros, mediante el llamado "trabajo de agencia", con Selecciones Ilustradas. Era un trabajo mucho mejor pagado que el que hacían en suelo propio.
Sin embargo y aunque entre los setenta y ochenta se produjo un momento de auge en el cómic de autor, Miguel nunca llegó a realizar ese salto a las series propias y en los ochenta aún se encontraba encallado en insulsas historias romanticonas de chica-conoce-chico, se enamora y se casa en la última viñeta, todo en dos-tres páginas... Y así le cogió de lleno el cierre de Bruguera y la crisis de finales de década.
Miguel vivía al día, más o menos. Tenía un techo bajo el que dormir, a pesar de que llevaba una vida disoluta de juergas constantes y ginebra. Y un buen día se encontró en la calle. Sin nada. Aquellos que habían compartido fiestas y cubatas a su costa se esfumaron como el dinero que dejó de entrar en su cuenta, como el humo de la casa que se le quemó. El incendio de la única cosa sólida y palpable, su hogar, acabó con su rutina, con su propia estabilidad personal y profesional.
Miguel se hizo invisible para el mundo, ese que gira a diario en torno a personas de carne y hueso que no queremos ver. Y esta novela gráfica es la historia que le tocó vivir esos quince años, pero con una entereza digna de elogio.
Esta obra me ha hecho reflexionar bastante sobre las historias que se ocultan detrás de cada persona, detrás de cada alcoholico, deshauciado, mendigo... Cierto es que Miguel es un hombre culto con un talento innegable que ha sabido resurgir de sus propias cenizas, dejar su dependiencia etílica y recuperar el equilibrio que merece como persona y como autor.
Según palabras de Jaume Vidal, amigo de Miguel desde sus primeros tiempos como dibujante, "A Miguel se le pasó la etapa del cómic adulto, pero se ha encontrado con la novela gráfica, un género que ha permitido que el cómic convirtiera en material de primera mano aquello que ha motivado, herido, alegrado o castigado las vidas de los autores."
Quince años convertidos en arte que nos muestran página a página su recorrido emocional por sus años de desesperación, de soledad, de miedos y también de repugnancia. Sin embargo, hace siete años la Fundación ARRELS le recogió cuando estaba al borde de un precipicio mental, proporcionándole alojamiento y cuidados. Poco a poco Miguel comienza a recuperarse, física y anímicamente, y consigue dejar el alcohol. Miguel Fuster se declara alcohólico en abstinencia, consciente de que será un alcohólico toda su vida.
Fue gracias a dicha Fundación que Miguel empezó un blog en el cual, a través de sus ilustraciones y textos, contase sus vivencias de aquellos quince años en la indigencia. Gracias a la insistencia de muchos aficionados al cómic que le animaban a convertir esos años en una narración gráfica, decidió aprovechar esta segunda oportunidad de la vida y hacer caso a algún amigo y transformar en realidad esa idea peregrina.
Y un par de años después aquí tenemos el fruto de años en la calle, sus experiencias, su vida, sus pensamientos, y unas ilustraciones bellísimas en la mayoría de los casos.
Reconozco que es una de las pocas novelas gráficas -quizá la única- que me ha llegado al alma de una manera inusual, arrancándome lágrimas. No es una historia embellecida ni llena de episodios oníricos. Es la realidad tal cual es y muestra momentos muy duros. Reflexiones muy personales. Y de toda la obra me quedo con estas frases que me taladraron el alma, porque me reconozco en ellas:
"(...) Jamás llegaré a comprender a esas personas que al solicitarles una limosna nos ignoran absolutamente. Ni una negativa verbal, ni un gesto disuasorio, ni una mirada. Nada.
Para ellos somos más inexistentes que el estiércol; (...) Nos niegan lo único que nos queda, que es el reconocimiento de nuestra propia existencia. (...)
Esos seres, con su constante indiferencia, solo sirven para recordarnos constantemente que muchos de nosotros estamos ya olvidados antes de morir."
Más ejemplos de su trabajo puden encontrarse en su blog: http://miquelfuster.wordpress.com/
11 comentarios:
Uf, frase lapidaria, sin duda.
Somos muy egoístas cuando pasamos de largo sin ni siquiera mirarles a la cara, negándoles lo único que les queda: la dignidad.
Entono el mea culpa.
Recuerdo una anécdota que me contaba una ex-amiga hace años. Sus abuelos pasaron junto a un mendigo y la abuela se apartó encogiendo la nariz y diciéndo: "aparte!! qué mal huele".
Es muy triste pensar que habrán vivido cientos de momentos como ése...
Es tan fino el hilo que nos separa de situaciones como esas que ni siquiera somos conscientes de lo poco que necesitan torcerse las cosas para acabar así.
Muy interesante la historia que cuentas en este post y me alegro de saber que ha conseguido salir de la calle.
qué fuerte, que un dibujante de bruguera haya acabado en la indigencia. me alegro de que haya salido de ella, o al menos esté en vías. al empezar a leer el post, por un instante pensé que era el dibujante de 'ricky y los desahuciados', unos personajes que salían en la revista mortadelo a mediados de los 80, y cuyo autor se hacía llamar miguel, tal cual. pero veo que no tiene nada que ver...
los mendigos me dan mucha pena. pero los macarras que supuestamente piden donativos para ong's, cada vez me cabrean más...
¿En qué te sientes cercana tú? ¿Has tenido que mendigar alguna vez? ¡Qué situación tan terrible!
Bssssssss
Cloti
Quien yo? No he mendigao ni a mis padres? Donde digo yo que me siento cercana? Digo que me reconozco en sus palabras del ultimo fragmento porque yo tambien he ignorado a indigentes haciendo como que no los veia o sin dirigirles la palbra. A ver si sabemos leer, Cloti!!
Impresionante, es increible escuchar historias como ésta
Siempre haces que me merezca la pena pasarme por aquí.
Besos, guapa.
Directora Candela, ¡te escribo, te escribo, te lo juro! No sé cuándo pero te escribo.
Besísimos de fauviña, que aún algún día irá a Limerick.
no tengo palabras... se me ponen los pelos de punta cuando oigo historias como esta ( que lamentablemente son más de las que nos creemos) y me alegro que esta tenga final feliz. Sin duda, voy a buscar el libro y comprarmelo, creo que personas así tienen mucho que enseñarnos.
muy buen post! besos!
Esa frase te hace reflexionar, sin duda, ahora entiendo cuando pusiste que habías leído un comic que te emocionó.
Me alegro que este dibujante se recuperara, que saliera de ese pozo, y que tuviera el valor de plasmar esas experiencias, que aunque no nos lo creamos, le pueden pasar a cualquiera, hoy día hay homeless de estratos sociales más altos, pq a veces las cosas, como dice Anele, pueden torcerse de la manera más injusta, y nunca se sabe... Tenemos que dar las gracias por sobrevivir cada día... y por lo que tenemos: un trabajo, una familia, amigos...
Muy interesante Candela. Efectivamente nunca sabemos qué se esconde detrás de cada persona anónima.
Es una buena noticia y una alegría ver que hay gente que sabe aprovechar la segunda oportunidad que le da vida, porque no se la da a todo el mundo.
Publicar un comentario