viernes, 5 de agosto de 2011

Las abuelas huelen a talco


Esta de arriba es una de las primeras fotos que tengo con mi abuela. Hay muchas anteriores, claro, del día de mi bautizo, por ejemplo. Pero esta me gusta especialmente.

Mi abuela se ha ido para siempre esta mañana, sin poder esperar a mi llegada en breves horas. Se ha ido tal y como vivió, tranquilamente y, con toda probabilidad, con menos dolor del sufrido en vida.


Mi abuela no fue quizá una mujer espectacularmente bella, ni la más inteligente ni la más culta, y aunque creció rodeada de lujos, a veces el tiempo, las guerras y las mesas de juego cambian el destino de las personas.

Fotos de su infancia y juventud tengo muchas, aunque yo no la recuerdo así de delgada ni elegante...





Tenía, eso sí, un sentido del humor envidiable a pesar de salir siempre tan seria en las fotos...



Yo recordaré a la abuela de andar por casa aunque no fuera tan joven... (me pregunto qué edad tendría en la foto de abajo, parece tan jovencita, quizá 16...?)


¿En qué pensabas, abuela...?


Pero la abuela que yo recordaré es la abuela rolliza, como han de ser las abuelas, para achucharlas y llorar en su pecho, para comértelas a besos y decirles que las quieres...




Esta es la abuela que voy a recordar toda la vida, a pesar de no haber podido despedirme. Quise hacerle un homenaje mientras aun tenía un pulso, pero el tiempo se me adelantó y me dejó muda. Quise decirte lo mucho que te quise, que te quiero, que te voy a querer siempre y recordarte como la persona que me enseñó los valores de la vida, a la vieja usanza, sin moralinas ni bendiciones ni cuentos de vieja. Me educaste con la razón y el cariño que faltó por otros medios. Fuiste madre, cuentacuentos, cocinera, enfermera y abuela todo en uno. A tí te debo la vida más que a nadie, y cuando lo pasé mal y me contaron mentiras, y me hicieron daño, allí estabas tú para recogerme entre tus brazos y reconfortarme.

De pequeña me olías a talco, y luego, siempre, a esa colonia fuerte de Avón que usaste durante años y que probablemente aún esté en algún cajón de tu mesilla de noche. Has ido a reunirte con el abuelo y serás feliz, aunque siempre estarás conmigo, ahora más que nunca.
Te voy a comprar la urna más bonita del mundo, abuela. Y siento no haber llegado a tiempo. Perdóname por no haberte dicho te quiero lo suficiente.
No creo en los ángeles en el cielo, porque sé de sobras que tú exististe en la tierra.



Dios, cómo me duele el alma.