domingo, 8 de enero de 2012

Una vida = 650 Euros

Emiliana rogó a las autoridades un poco de compasión. Y el billete que la llevara de vuelta a casa con el cadáver de su marido...
Stefano había venido a labrarse un futuro mejor desde su natal Eslovaquia, donde le aseguraron que el pavimento de las calles irlandesas estaba recubierto de oro y excelentes oportunidades para aquel que deseara trabajar duramente. Y eso era lo qu Stefano más deseaba en la vida. Qué poco podía imaginar que su vida tendría un precio tan bajo: 650 euros de una factura impagada.

Emiliana recordaba aún con angustia cómo habían cambiado de proveedor de electricidad para ahorrar dinero, a pesar de deber 650 euros a la compañia anterior. Stefano se deprimía día tras día, encogiéndose sobre sí mismo como las velas que van desgastando su cera. Su ayuda por invalidez le había sido suspendida por no haberse presentado junto a su esposa en la Oficina del Paro. ¿Y él qué sabía? A veces, la ignorancia puede llevarte a la muerte...

Stefano había llegado en 2007 en busca de las famosas oportunidades de las que sus compatriotas hablaban. Su buena disposición propició que nunca se viera sin un empleo. Nada cualificado, porque Stefano había trabajado toda su vida en el campo, y a sus 55 años, ya era suficiente su valentía de querer empezar de nuevo en un país totalmente desconocido. Su única ambición era ganar lo justo para vivir y enviar dinero a casa, a su mujer e hijos.

Sin embargo, las cosas comenzaron a torcerse cuando le tuvieron que amputar una pierna tras infectársele después de un aparatoso accidente en un tractor a los dos años de su llegada. Trágicamente Stefano descuidó una pequeña herida en el talón y no acudió al hospital. Tenía miedo de que las autoridades descubriesen que estaba trabajando en una granja.

La herida empeoró y para cuando decidió buscar ayuda, era demasiado tarde y perdió la pierna. Su mujer llegó a Irlanda en Enero del 2010 para cuidarle. Stefano empezó a sumergirse en una depresión cada vez más profunda, hasta el punto de que rara vez dejaba la casa, a pesar de tener una pierna ortopédica y una muleta que le permitía caminar sin dificultad.

Estaban muertos de hambre y frío en un pisito pequeño y oscuro, sin esperanza. Y una tarde Stefano salió cojeando y ya no volvió jamás. Su cuerpo fue encontrado colgando de la rama de un árbol a dos millas de distancia el lunes por la mañana, en medio de un valle verde, tan verde como la esperanza que le había llevado a buscar trabajo en esos mismos campos apenas unos años atrás. Y ahora, todo lo que Emiliana deseaba, era volver a casa... a su hogar en Eslovaquia. Con el cadáver de su marido.

Emiliana tuvo que apoyarse en su amiga Mary para poder entender, y a su cez hacerse comprender ante las autoridades. Aunque llevaba dos años ya en el país, no hablaba ni una palabra de inglés. ¿Para qué? Ella tenía a Stefano.
Mientras los miembros del equipo de gobierno gastaban unos cuantos de miles de euros bebiendo y comiendo en una fiesta, mientras el máximo dirigente del país se gastaba cantidades insultantes en maquillaje para aparecer en buena forma ante las cámaras de televisión y la ministra de salud rascaba el bolsillo de los contribuyentes para hacerse un nuevo peinadito, Stefan y su mujer llevaban tres días sin comida, sin electricidad y sin calefacción. Y entonces Stefano ya no pudo más.

Emiliana, viendo que Stefano no volvía casa, acudió a su amiga Mary, casada con un compatriota, quien la acogió en su casa mientras no recibían noticias del paradero de su marido. No fue hasta el lunes por la noche que la policía se personó en la casa para confirmar lo que todos ya imaginaban: Stefano se había suicidado. No muy lejos del gran hotel donde el gobierno celebraba sin pudor una de sus multitudinarias y carísimas celebraciones.

Fue Mary la que ayudó a explicar su caso, dada la reticencia de Emiliana de aprender Inglés en el pasado. Mary explicó que la mujer tenía tres hijos y una hijas, de edades comprendidas entre los 24 y los 34 años, viviendo en su país natal, y que no podían permitirse repatriar el cuerpo de su padre. Cada uno vivía con unos exiguos 75 euros al mes. La embajada eslovaca se ofrecía pagar el vuel ode Emilia y la cremación de los restos de su marido, pero ella deseaba un enterramiento en condiciones en casa, y sobre todo, poder llevar a sus hijos un ataúd que venerar.

Stefano había caido de lleno en las garras de la depresión y, avergonzado por fallarse a sí mismo y lo que era peor, a su familia, denegaba lo que le sucedía. Todo había comenzado al encontrarse en dificulatades económicas tras no poder pagar la factura de electricidad, que se elevaba ya a 648.54 euros. Su ayuda por invalidez le había sido suspendida por no entender bien el contenido de una carta enviada por las autoridades de la Seguridad Social en la que se le pedía que llevase a su esposa a la oficina del paro, un proceso de lo más común y destinado simplemente a comprobar la veracidad de la nueva información voluntariada por Stefano: que su esposa vivía con él.
Stefano nunca se personó en las oficinas, tal vez por su depresión, quizá porque no entendió la misiva. Ni siquiera le habían suspendido indefinidamente, sino hasta que comprobaran que Emilia existía y vivía en la dirección facilitada.

Cuando Mary había llegado a casa de Emiliana, la había encontrado sentada frente a la mesa de la cocina, con una bolsa de velas en una mano esperando a Stefano. Sin comida. Sin electricidad.
Stefano le había enseñado cómo rellenar el mechero con gas antes de cerrar la puerta a su espalda para siempre.

Ahora, mientras se doblaba de dolor y dejaba fluir el llanto, arrugaba en sus manos el carnet de conducir de su marido, el pasaporte y un puñado de cartas, entre las que se encuentra una de la compañía de electricidad que reza "Hemso sido instruidos por la compañía XXX para recobrar la cantidad debida, la suma de 648.54 euros, en su nombre, Auqnue preferirían hacerlo de manera amigable, no dudarán en comenzar acciones legales si se requiere." Era la carta que había desatado la desesperación de Estefano hasta empujarlo al límite.

Por su parte, la compañía de electricidad aseguró a la prensa que aquel era un caso trágico, pero ellos en ningún momento habían amenazado a la familia con desconectarles la electricidad. Ellos habían cambiado de compañía voluntariamente, y que tenían ayudas y planes para los clientes que se vieran en dificultades para pagar sus recibos. Todo lo Stefano tendría que haber hecho era ir a hablar con ellos y pagar a plazos la cantidad estipulada...

Stefano había venido para quedarse... y decidió morir a la sombra de un árbol mientras contemplaba su última puesta de sol.


(Basado en un hecho real):

http://www.independent.ie/national-news/stefan-came-for-a-better-life-but-hanged-himself-over-an-unpaid-esb-bill-2388834.html

9 comentarios:

chema dijo...

es una historia terriblemente triste.
las autoridades (es decir, los gobiernos, la banca, las grandes compañías...) tienen a las personas de a pie subyugadas bajo la amenaza de privarles de sus necesidades básicas. hay muchas historias de desahucios por no pagar la hipoteca. en este caso es por no pagar la factura de la luz. pero lo que diferencia esta historia de otras es que su final es la muerte de un padre de familia.
y mientras tanto, la clase política despilfarrando...

en las nubes dijo...

Snif :(

Oltra Bitácora dijo...

Joder! Que historia mas terriblemente deprimente....están las cosas fatal....
Por cierto no me has dicho nada de los libros....
Besos

Candela dijo...

Oh! Dina, si que te contesté al email! Te lo reenvio de nuevo!

Ella dijo...

Muy buen relato, me gusta mucho como lo has escrito, y qué triste historia. Lo peor es que sea real, y que no sea la única. Parece mentira que realidades tan diferentes puedan coexistir a tan poca distancia la unas de la otras.

Candela dijo...

Ella, y el problema radica en que si este hombre hubiera tenido mejor ingles (que no me lo explico, que llevaba en el país desde 2007 y murió en Octubre del 2010), no habria muerto.
Vale que la depresión le hizo refugiarse en si mismo, pero si solo hubiese sabido que le devolverian la paga en cuanto se personase con su mujer, todo habria ido bien. O si hubiera sabido que ESB tiene planes personalizados (de los cuales te informan en la trasera de las facturas).
Es lo que tiene vivir en un pais y no hablar la lengua, no querer hablarla y no querer pedir ayuda cuando padeces depresion y te lo deniegas a ti mismo.

Lucía dijo...

Madre de dios !qué triste!

Ella dijo...

Candela, tienes razón, al final por una cosa tan tonta, se desencadenó una desgracia. Yo, que soy extranjera, estoy siempre preguntando y preguntando sobre cualquier cosa que me genere dudas. Pero muchas veces ni los mismos italianos saben cómo funciona su país!

Candela dijo...

Huy, Ella, eso debe ser comun a todos los paises!! Una amiga mia irlandesa, cuando se quedo en el paro no sabia ni la mitad de las cosas que tenia que hacer ni sabia que podia pedir la ayuda para el alquiler ni donde, ni que podia pedir sus tasas de vuelta del P60... Y como aqui los funcionarios del paro no te informan de nada y se quedan mas callados que una puta, si no sabes como va el sistema, te quedas sin cobrar la mitad de las cosas que te pertencen...