sábado, 20 de febrero de 2016

La amistad que nunca es

Nunca me he sentido sola, y a la vez, me gusta refugiarme en mi soledad. En Limerick dejé muchos conocidos, muchas relaciones casuales y muy pocos amigos. O quizá nunca los tuve.

He sido una persona nómada desde los 19 años, con amistades esporádicas, momentáneas, de más o menos duración. He tenido amistad con gente por momentos y dejado de tenerla con la misma rapidez por las circunstancias. Si no me mudaba yo, se mudaban ellos.

En el colegio nunca tuve grandes amigas. Solo guardo buenos recuerdos de un puñado de personas que no hicieron mi infancia difícil, bellas personas que a pesar de los años no han cambiado en nada, o en algunas circunstancias, han cambiado para mejor, pero en mi infancia mi propia madre controlaba mis amistades y decidía con quién quería que me relacionase y con quién no. Aunque yo luego hiciese lo que me diera la gana y forjase amistades con quien me saliera de las narices, a sus espaldas. Dicho esto, solo a menos de cinco personas de mi entorno se les permitía venir a casa, a mis progenitores no les gustaba que nadie viniera de visita para jugar. Y hacerlo a escondidas cuando no estaban significó que me "pillaran" un par de veces. Así que se puede decir que tuve compañeras de clase pero no demasiadas amigas y fueron amigas momentáneas. Y cuando digo compañeras de clase me refiero sobre todo a la época de EGB e instituto.

He tenido un par de grupos de amigos con los que salía en mi adolescencia y posteriormente, al regresar a mi ciudad tras separarme. Pero ya no estoy allí y con algunos me he distanciado. Con la mayoría. No por decisión propia. A veces, la vida lo hace por ti. Pero yo les quiero igual. Fueron importantes para mí y tengo mucho que agradecerles. 

Tuve grandes amigas en mi vida de casada, con la mayoría he perdido el contacto, a otros los he recuperado a través de Facebook. Pero no es lo mismo, ¿verdad?

He tenido amigos, grandes amigos en el trabajo. Con esos con los que acabas tu horario, te vas de copas, te emborrachas, les cuentas tus penas, te cuentan las suyas, ayudas monetariamente a veces e invitas a cenar o comer a casa. Luego te cambias de curro, o se cambian ellos, la distancia se empieza a ensanchar hasta que dejas de verlos. Haces nuevos amigos en el nuevo trabajo, y todo es vuelta a empezar. Una línea que a veces se trunca. Un día te los encuentras en la calle, o en un pub, y te acercas a decir hola, das un par de besos al aire, sonríes y en cinco minutos te despides y dejas a ese ser extraño atrás hasta el próximo encuentro. De algunos, hasta tienes el teléfono aún en tu móvil, pero no encuentras motivo para llamarles. O te preguntas por qué ellos tampoco te llaman.

Cuando llegué a Limerick me integré en una pandilla de amigos que se conocían prácticamente de toda la vida, Me sentí parte de ellos, siempre, una más y no una adición tardía, pero aunque la amistad duró bastantes años, llegó el momento en que cada uno se echa pareja y se van quedando trocitos anclados en otros bares. No sumamos nuestras parejas al grupo, nos segregamos y nos distanciamos. Alguien se fue a Australia, otro a Holanda. Alguien se enfadó con un par de componentes de la pandilla y dejó de venir. La disolución solo fue cuestión de tiempo. Y a día de hoy, ya no los conisdero esos amigos "cercanos" que llegamos a ser. Volvemos a ser extraños. Conocidos, sí. Antiguos amigos. Sombras de algo que ya parece un sueño.

Tengo amigos en medio mundo. Hay relaciones que perduran, pero están en la distancia. Tengo amigos a los que quiero y a los que no conozco personalmente, y sin embargo, los quiero, los admiro y los considero amigos. Tengo amigos a los que solo veo una vez al año, y a estos sí los siento más amigos y temo el momento en que también se disuelva esa amistad y aunque ya somos adultos y tenemos nuestras vidas hechas, nos caigamos de ese vínculo.

En Limerick, mis mejores amistades las he hecho en mi último trabajo, y aún seguimos en contacto bien por email o FB. Nos vemos cuando voy a Limerick, que sigue siendo con una cierta frecuencia.

Aquí en Cork no estoy muy segura de lo que tengo. Conozco a un ramillete de personas de diferente edad y condición. A algunos preferiría no verlos, pero hay que ser educada. No se le puede decir a alguien "no me caes bien, mira, paso de tu cara". Sí, con cuarenta y algo de años a tus espaldas, es difícil encontrar a personas de tu edad o de tus intereses. No suelo clasificar a la gente por edad, porque a veces se puede tener una conversación más inteligente con alguien de 25 que de 45. 

Nunca me he sentido sola. Ni si quiera me importa trabajar desde casa, con lo que ello comporta en cuanto a conocer a gente. Hay personas de mi trabajo con quien no me relacionaría ni borracha y gente con la que tengo cierta afinidad pero una vez más, ni siquiera nos vemos las caras a diario, nos relacionamos a través de chat y alguna salida eventual a tomar algo.

Tan solo necesité un comentario de alguien, un "me siento solo en Cork" para replantearme toda una existencia. 

Mis amigos han ido y venido. Nunca tuve una mejor amiga, de esas inseparables, de las de toda la vida. De las que van contigo al baño (menos mal, porque nunca me ha gustado) o a comprar ropa (dios mío, no lo soporto). Mi mejor amiga he sido yo. Y probablemente, también mi peor amiga.

Soy una nómada. Pero no me arrepiento.

3 comentarios:

chema dijo...

yo también soy "muy mío"...
se me han quitado las ganas por un tiempo de agregar en facebook a compañeros de colegio. cuando no te dicen ni hola y además dan opiniones muy radicales de política y de sociedad como si estuvieran en posesión de la verdad, es una combinación explosiva.
además, los compañeros de colegio sabes de qué pie cojean. ves a alguien que era un juerguista y que además se portó mal contigo escribiendo unas parrafadas grandilocuentes hablando de valores cristianos, y te quedas como: tío, qué me estás contando?
es verdad que hay personas a las que conoces en el trabajo, en algún curso o academia... y te dejan un buen recuerdo que no se borra a pesar de la distancia.

Geno dijo...

Pues yo he tenido amig@s que han llegado y se han ido, otr@s que han permanecido y, sobre todo, me siento muy afortunada de conservar algun@s desde la niñez. Otr@s los "perdí" durante unos cuantos años y ahora hemos vuelto a reunirnos y somos muy felices juntos. Y desde luego están esas amistades a distancia que tenemos gracias a internet. La verdad es que en este sentido, no me puedo quejar. A veces echo de menos a los que ya no veo pero entonces me centro en los que siguen a mi lado (en persona o a través de la red) que a fin de cuentas son los que merecen la pena

martmas dijo...

Yo creo que no existe ese amigo/a del alma, que lo sabe todo de ti, que sobrevive a los años, la distancia y a todos los cambios de una vida. He tenido buenos amigos, tengo buenos amigos y espero tener buenos amigos en el futuro, pero no siempre son los mismos. Los amigos vienen y van, aparecen o los encuentras por las circunstancias de cada uno y desaparecen o los pierden por lo mismo, porque así es la vida.
Y ahora cuando veo a mis hijos adolescentes creyendo en la amistad para toda la vida y en la fuerza con la que creen en ella, me sonrío y pienso que quizás yo me equivoque.....