Yo creci con colonias a granel, Au de Toilet, Nenuco y perfumes vomitivos de Avon. Bueno, el Nenuco lo olia por mis amigas, en mi casa se estilaba más la botella de plástico de litro de Heno de Pravia, esencia que aun tengo aqui. Cuando voy a casa me traigo jabones Heno de Pravia, tarros de colonia y eso.Y jabones de la Toja. Mis padres van alli cada año de vacaciones y yo cuando voy a casa se los robo discretamente porque me gusta el olor de las pequeñas pastillitas redonditas, que aspiras asi... mmm... y dan ganas de lamerlos. Estoy loca, eso si, por conseguirme una de esas placas metálicas de los anuncios antiguos, de losaños 20, aunque como siga coleccionando cosas no se donde las voy a poner, igual me voy a vivir al descansillo. Siempre que me pongo heno de pravia tras una ducha (la empleo como oro, con cuentagotas), no puedo evitar cantar eso de "El aroma que Heno de Pravia deja en mis manos.../es un aroma que me trae recuerdos de la niñez..." Y es queesta junto con la del negrito del Cola Cao, fueron mas canciones de la infancia que El Cocherito Leré o El Patio de mi Casa.
Y es que es cierto. Me trae recuerdos de mis baños los sábados en casa de mi abuela, que es donde pasaba los fines de semana (todos religiosamente hasta que mi hermana nacio y se hizo mayorcita y se convirtieron en fines de semana alternativos). Mi abuela vivia en una vieja casa que antaño habia sido un convento, y por lo tanto la mayoria de familias que se alojaban en el renovado convento convertido en "habitaciones", no tenian un conjunto de habitaciones que pudieran constituir un piso o apartamento, si no varios "cuartos" a lo largo del corredor de uso público. Asi, mi abuela tenia un cuarto cuadrado, que de dia era salita y de noche se convertia en dormitorio. El sofá era sofá cama, los dos sillones se convertian, puestos juntos y con un colchón de los antiguos de esponja, en mi cama cuando me quedaba a dormir. Segun fui creciendo se le añadio dos botes de esos de "toda la vida" de Colon, donde guardabamos nuestros juguetitos, y asi la cama se hizo más grande. Mi tio vivia con ellos en aquella misnúscula habitación, y su cama descendia, desplegable, del mueble bar. Tirando de una solapita entre dos cajones, salia una especie de bandeja de madera que era su mesa de noche. El resto de mobiliario que estaba alli durante el dia era una mesa camilla que se desplazaba hacia un lado de la pared, junto con las sillas, bajo la ventana. La cómoda se quedaba en su sitio. Un pequeño cuartillo era el aseo: un espacio de 1m x 1m, con una palangana-lavabo, con su desague que iba a parar a un gran cubo metalico debajo. Y una jarra de latón que vertia el agua en el lavabo.
Saliendo al corredor estaba la cocina y lavabo. Lavabo sólo en nombre, era el tipico "retrete", separado de la cocina por un gran pilón de piedra gris donde de pequeña recuerdo que mi tio tenia dos tortugas que murieron de puritico viejas y que olian a muerto desde el principio. El gran barreño de metal colgaba de la pared sobre la pila. Cuando murieron las tortugas, simplemente se puso dentro del pilón, que mi abuela nunca uso para lavar ropa, solo para poner cosas en remojo o en lejia, porque al menos en aquel poquito espacio cabia una lavadora que nos sometia a un terremoto diario.
Cada sábado mi abuela sacaba la tina, calentaba enormes pucheros de agua y llenaba el barreño, lo perfumaba con gel espumoso y me daba "mi tiempo" para "frotarme bien" Salia con los dedos como garbanzos. Las toallas eran rasposas (que gran invento el suavizante y los lavados especiales), pero el agua siempre olia a gel de litro.
Cuando fui creciendo la tina se me quedó pequeña, pero eso no era impedimento para usarla, asi lo hacian mis abuelos y mi tio por falta de una bañera o ducha. La mayoria de vecinos vivian en las mismas condiciones, y fue en los noventa cuando mi abuela al fin consiguió un piso en condiciones, dos dormitorios, un baño, cocina y lavadero y su salon, con maravillosas vistas al mar y el Puente Carranza al Fondo, y los muelles y Puerto Real y San Fernando, y lo mejor de todo era que viviamos en la misma calle, a solo unos numeros de distancia.
Tengo curiosisdad, la proxima vez que vaya, de visitar esta vieja casa, saber si la han adecentado en algun modo, pero para mi era una casa magica, donde jugaba con libertad sin el estricto control de mis padres. Mis abuelos me dejaban jugar en el patio, salir a la calle, mi tio me mandaba a Paco, el tendero de la esquina, a comprarle cigarritos. Me daba cinco duros para que me comprase lo que quisiera y yo me creia rmillonaria. Cinco duros!! ¿¿Pero sabéis la de cosas que se pueden comprar con cinco duros?? Un chicle bazooka de 2 ptas, un polo de 15, unos cromos por 3 ptas, y con suerte... un pastelito!!
Tengo muy buenos recuerdos de aquela casa y de su historia y de sus leyendas y fantasmas, y de los niños discolos que bajo el pretexto de hacerse pasar por el fantasma de una monja nos metian mano al trasero. La casa escondia miles de secretos y ahsta tenia una Bruja. En la misma planta que mi abuela, al fondo del pasillo que bordeaba la barandilla que daba al patio de entrada del edificio, vivia una señora muy mayor, que andaba casi encorvada y era bastante robusta, siempre vestida de negro y con abundante cabello blanco y rizado, que siempre nos gruñia y aunque eramos educados y la saludabamos, nunca nos contestaba. La llamabamos La Bruja Piti y tenia un gato negro, que en realidad era una gata, a la que nos empeñamos en bautizar Azrael. Se pasaba las horas sentadas junto a la ventana, de manera que podiamos ver su cabeza blanca, y la puerta de su casa siempre estaba abierta a un piso oscuro y negro como su vestido, y no nos dejaba acercarnos mas alla de la esquina de la baranda. "Ese era su territorio", decia.
Años despues descubrimos que no era una Bruja, que tenia una hija en los cincuenta que habia quedado viuda y sus hijos eran mayores ya, y se vino a vivir con ella, y un dia nos regaló a mi amiga Merceditas y a mi los cuentos que habian perteneido a sus nietos, cuentos grandes y preciosos.
Pero lade aventuras que pasamos en esa casa. La de personajes alli y en lebarrio. La de horas, sentadas en el escalon cosiendo vestiditos para las Nancys o cualquieras de nuestras otras muñecas. La casa escondia miles de secretos y de recovecos y puertas secretas que ahora estaban tapiadas, pero sabiamos que estaban ahi. Y en la torre vivia el Hombre Malo con el que no debiamos estar nunca a solas ni subir por la azotea si no era acompañada... Pero esa es otra historia.
Y lo olores... de las chucherias... el sabor, el olor del bazooka. Nunca más he vuelto a comer chicle, porque no me gusta la menta y el resto me hace vomitar (bueno, me dan arcadas, si, ya se que soy un poquito rara, pero no lo puedo evitar).
Y la última vez que estuve en Madrid, no lo pude evitar y me traje un paquete de Tigreton y uno de la Pantera Rosa. Le traje uno a mi compañera de trabajo y amiga, que es española también, y casi se empacha en el trabajo, lo que hace la nostalgia!
Ya no recordaba el sabor... Y me trajo recuerdos. De calles bulliciosas, olor a verano, el aire salubre del mar, el olor de mi pelo libre de tintes y mousses y champus de marca. En casa todo era a granel y para toda la familia. Ahora le corto las manos al Guiri si usa mi Herbal Essence con olor a sandia... Ese es mi olor particular!!!
Hay tantos olores, tantas pequeñas cosas que me hacen volver a sentir veinte, treinta años más jóven. Extraño como un simple olor te puede llevar en un viaje tan mágico... No os parece??
Saliendo al corredor estaba la cocina y lavabo. Lavabo sólo en nombre, era el tipico "retrete", separado de la cocina por un gran pilón de piedra gris donde de pequeña recuerdo que mi tio tenia dos tortugas que murieron de puritico viejas y que olian a muerto desde el principio. El gran barreño de metal colgaba de la pared sobre la pila. Cuando murieron las tortugas, simplemente se puso dentro del pilón, que mi abuela nunca uso para lavar ropa, solo para poner cosas en remojo o en lejia, porque al menos en aquel poquito espacio cabia una lavadora que nos sometia a un terremoto diario.
Cada sábado mi abuela sacaba la tina, calentaba enormes pucheros de agua y llenaba el barreño, lo perfumaba con gel espumoso y me daba "mi tiempo" para "frotarme bien" Salia con los dedos como garbanzos. Las toallas eran rasposas (que gran invento el suavizante y los lavados especiales), pero el agua siempre olia a gel de litro.
Cuando fui creciendo la tina se me quedó pequeña, pero eso no era impedimento para usarla, asi lo hacian mis abuelos y mi tio por falta de una bañera o ducha. La mayoria de vecinos vivian en las mismas condiciones, y fue en los noventa cuando mi abuela al fin consiguió un piso en condiciones, dos dormitorios, un baño, cocina y lavadero y su salon, con maravillosas vistas al mar y el Puente Carranza al Fondo, y los muelles y Puerto Real y San Fernando, y lo mejor de todo era que viviamos en la misma calle, a solo unos numeros de distancia.
Tengo curiosisdad, la proxima vez que vaya, de visitar esta vieja casa, saber si la han adecentado en algun modo, pero para mi era una casa magica, donde jugaba con libertad sin el estricto control de mis padres. Mis abuelos me dejaban jugar en el patio, salir a la calle, mi tio me mandaba a Paco, el tendero de la esquina, a comprarle cigarritos. Me daba cinco duros para que me comprase lo que quisiera y yo me creia rmillonaria. Cinco duros!! ¿¿Pero sabéis la de cosas que se pueden comprar con cinco duros?? Un chicle bazooka de 2 ptas, un polo de 15, unos cromos por 3 ptas, y con suerte... un pastelito!!
Tengo muy buenos recuerdos de aquela casa y de su historia y de sus leyendas y fantasmas, y de los niños discolos que bajo el pretexto de hacerse pasar por el fantasma de una monja nos metian mano al trasero. La casa escondia miles de secretos y ahsta tenia una Bruja. En la misma planta que mi abuela, al fondo del pasillo que bordeaba la barandilla que daba al patio de entrada del edificio, vivia una señora muy mayor, que andaba casi encorvada y era bastante robusta, siempre vestida de negro y con abundante cabello blanco y rizado, que siempre nos gruñia y aunque eramos educados y la saludabamos, nunca nos contestaba. La llamabamos La Bruja Piti y tenia un gato negro, que en realidad era una gata, a la que nos empeñamos en bautizar Azrael. Se pasaba las horas sentadas junto a la ventana, de manera que podiamos ver su cabeza blanca, y la puerta de su casa siempre estaba abierta a un piso oscuro y negro como su vestido, y no nos dejaba acercarnos mas alla de la esquina de la baranda. "Ese era su territorio", decia.
Años despues descubrimos que no era una Bruja, que tenia una hija en los cincuenta que habia quedado viuda y sus hijos eran mayores ya, y se vino a vivir con ella, y un dia nos regaló a mi amiga Merceditas y a mi los cuentos que habian perteneido a sus nietos, cuentos grandes y preciosos.
Pero lade aventuras que pasamos en esa casa. La de personajes alli y en lebarrio. La de horas, sentadas en el escalon cosiendo vestiditos para las Nancys o cualquieras de nuestras otras muñecas. La casa escondia miles de secretos y de recovecos y puertas secretas que ahora estaban tapiadas, pero sabiamos que estaban ahi. Y en la torre vivia el Hombre Malo con el que no debiamos estar nunca a solas ni subir por la azotea si no era acompañada... Pero esa es otra historia.
Y lo olores... de las chucherias... el sabor, el olor del bazooka. Nunca más he vuelto a comer chicle, porque no me gusta la menta y el resto me hace vomitar (bueno, me dan arcadas, si, ya se que soy un poquito rara, pero no lo puedo evitar).
Y la última vez que estuve en Madrid, no lo pude evitar y me traje un paquete de Tigreton y uno de la Pantera Rosa. Le traje uno a mi compañera de trabajo y amiga, que es española también, y casi se empacha en el trabajo, lo que hace la nostalgia!
Ya no recordaba el sabor... Y me trajo recuerdos. De calles bulliciosas, olor a verano, el aire salubre del mar, el olor de mi pelo libre de tintes y mousses y champus de marca. En casa todo era a granel y para toda la familia. Ahora le corto las manos al Guiri si usa mi Herbal Essence con olor a sandia... Ese es mi olor particular!!!
Hay tantos olores, tantas pequeñas cosas que me hacen volver a sentir veinte, treinta años más jóven. Extraño como un simple olor te puede llevar en un viaje tan mágico... No os parece??
6 comentarios:
Odio la leche, pero cuando se la caliento a mis hijos me envuelve un aire nostalgico de los dias q se fueron...
Vuelvo otra vez porqué me he quedado pensando.
Guardo mis Lilys,mi Nancy,mis Selecciones (una estantería llena), mis libros de Puck y de Enyd Blyton,mis barriguitas...
Tuve una infancia bastante desdichada y ahora me preguntó si todo eso es tan importante para mí porqué lo asocio a los momentos en los q me sentí feliz.
Supongo q quien fue muy feliz en su infancia no se plantea esas cosas, no?
Para mí son mas q cosas o colecciones..creo q me entenderás.
Calro que si, Inma. Se sea feliz o no en la infancia, tus juguetes y tus tebeos eran un medio de escape, de usar tu imaginacion. Los niños felices juegan felices porque no tienene preocupaciones, y los que no lo fueron tanto, tambien porque emplean su imaginacion para evadirse. Yo tambien consrvo mis Nancys, mis barriguitas y todos los libros de Esther, y un monton de cosas mas, y en cuanto vaya a casa me traigo mas cosas. Anda que no me han salido viajeras mis cosas! De Cadiz a Cataluña, de alli a Lanzarote, vuelta para Cadiz y ahora aqui. A ver si se quedan quietas de una vez que tienen un culo mas inquieto que el mio!
Por Dios, Ruth, mira que escribes bien, pero de todos tus artículos, este el mejor, me has contagiado la nostalgía de la niñez y de la adolescencia, también a mi de vez en cuando(demasiado de tarde en tarde), me vienen a la memoria infinidad de recuerdos por algún tipo de olor, no digo que cualquier tiempo fué mejor, pero recuerdo con muchísima ternura la ingenuidad de cuendo era niña.
Un saludo,
Eva
Muchas gracias, Eva, por tus halagos. La verdad es que a veces abro un frasco de colonia barata, o un libro que no abri en mucho tiempo... o cualquier especia, el olor de un dulce que solo he comido de higos a brevas... Y me vienen muchos recuerdos. Supongo que nos pasa a todos.
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