domingo, 16 de septiembre de 2007

LA CAJA (2do Albanta)


BELFAST, PRIMAVERA 2003.


Los blancos vestidos de tul y seda se mecian al viento mientras los inmaculados zapatitos de medio tacon iban repiqueteando sobre la calzada en aquella primaveral mañana de Sabado. Velos y diademas brillaban al sol, lustrosas manos enguantadas sostenian biblias de pasta de carey. Las niñas se dirigian contentas a realizar su Primera Comunion vestidas de novias de un Dios que les habia desertado hacia ya mucho tiempo.
Sus sonrisas y voces alegres se contradecian con los rostros preocupados de madres, padres y abuelas que, ocultando los rosarios en sus bolsos de charol se dirigian a la Iglesia rezando por adelantado para que todo fuese bien.
Agnes McNamara apretaba la mano de la pequeña Finnuala como lo habia hecho meses antes cuando fue insultada, escupida y golpeada por una lluvia de piedras a la entrada del colegio. Finnuala habia sido alcanzada en la frente y como consecuencia aun lucia una debil cicatriz rosada producto de los siete puntos que tuvieron que administrarle. "Ha tenido suerte", habia dicho el Dr. Mulcahey, "unos centimetros mas hacia la derecha y el golpe podria haberle causado la muerte".
Hoy, ajena a los problemas que afectaban a la sociedad que le habia visto crecer en el lado Catolico de la ciudad entre tanques y soldados armados hasta los dientes, acudia a la iglesia sin saber a cierta cierta de que iba la cosa, pero sabiendo que su papá no podria estar alli. Sean McNamara habia sido taxista y un malparido le habia degollado una noche fria de lluvia por cuestiones politicas dificiles de entender para una niña de 7 años.
Al doblar la esquina que daba a la iglesia, el brillante cortejo se detuvo sobresaltado. Una escolata de uniformes de combate esperaba ante la capilla de columnas salpicadas de vieja metralla. A ambos lados del pasillo humano se habian alzado barreras de metal trenzado para evitar sorpresas desagradables, y solo unos pocos perdedores se atrevieron a abuchear a las ahora asustadase inquietas criaturas cuyas madres se apresuraron a empujarlas dentro del templo. El resto de la ceremonia transcurrio a puerta cerrada, los hombres de la familia cerca de la entrada, las mujeres escoltando a sus hijas en los bancos delanteros.
Al termino de la ceremonia algunas familias se dirigieron al pub de Paddy Doherty a celebrar el evento con canciones alegres, musica, Guinness y sueños de unmundo mejor. paddy tenia un jardin trasero donde los niños podian jugar sin ser molestados.
Finnuala jugaba con su prima Aine cerca de la valla de juncos del fondo cuando vio aparecer entre un resquicio un rostro de orjas prominentes y ojos verdes. El hombre le sonrio.
"Hey, pequeña. Bonito vestido."
"Es un vestido de comunion", le informo ella.
"¿Te han hecho muchos regalos hoy?"
"Si." Se movio inquieta. Tomo a Aine de la mano y retrocedio un paso."Mi mama no quiere que hable con extraños".
"Ah, pero yo no soy un extraño. Soy tu tio Seamus. Queria traerte un regalo sorpresa."
"No sabia que tenia un tio llamado Seamus."
"Aye, aye, pequeña. He estado de viaje. Toma, bonita. Anda, cogelo. Ve a enseñarselo a tu familia y a tus amiguitos. Pero no lo abras hasta que estes dentro, ¿de acuerdo? Asi la sorpresa sera mayor."
Finnuala tomo la cajita cuadrada y un tanto pesada que le ofrecia tia Seamus y antes de que pudiera cambiar de opinion el hombre habia desaparecido. Contrariada, miro a su alrededor y se encogio de hombros.
El lugar que ocupo el pub de Paddy Doherty es hoy un crater entre dos casas medio derruidas. Una bomba en una cajita envuelta en celofan plateado, segun Scotland Yard, habia contenido una bomba tan potente que los cuerpos habian quedado tan destrozados que habia sido imposible reconocerlos. Nadie habia sido arrestado, como de costumbre, aunque dedos acusadores sabian a donde apuntar. Pero hey, esto era Belfast. Y el sonido de una bomba no es diferente a la de otra al otro lado de la ciudad, donde un grupo de protestantes celebra sus festividades anual.
Descansa en paz, Finnuala... donde quiera que estes.

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