Desde pequeña me sentí atraída por la fotografía, ese mágico mundillo encerrado dentro de una cajita metálica, que con solo apretar un diminuto botón, guardaba las imágenes en el tiempo. O como decían los nativos de las películas de Tarzán y similares, "la caja que robaba las almas". A mí, definitivamente, la cámara de fotos me robó la mía, y tardé muchos años en convertir una simple afición en algo más que tener una cámara en un cajón para las ocasiones especiales. No me dedico ya de modo profesional a ello, aunque lo hice durante un tiempo; me apasiona la fotografía gráfica, principalmente, y quizá en algún futuro post os enseñe algo de mi anterior trabajo, ya que ahora sólo hago fotografías para mí, ya no me molesto tanto en que sea una foto cuasi perfecta. La era digital me quitó las ilusiones.
Nací en el tiempo de la tecnología manual, cuando nos molestábamos en encerrarnos horas en un cuarto oscuro, abriendo carretes con un abridor de cerveza, enrollando rollos vírgenes, enganchando, en completa oscuridad, el negativo a revelar dentro de su contenedor. Dejándolo luego secar en el secador. El olor del laboratorio sobre la piel, ese que te llevabas a casa después de horas haciendo aparecer imágenes como por arte de magia sobre un papel en blanco...
Ahora todo se me hace como un polvo rápido, bum, bang, thank you ma'am.
En fin, en cualquier caso, también tiene sus ventajas, como el no tener que esperarme una semana para mostraros las fotos que deseo, en este caso precisamente las de las cámaras que me han acompañado desde que tengo dientes.
Esta perteneció a mi madre, es una Kodak, creo que de los años cincuenta, y solo admitía carretes en blanco y negro de 8 exposiciones, según dice mi madre, aunque yo creo que eran de doce. Cuando me empezó a picar el gusanillo, fue mi primera amiga.
Esta otra fue de mi padre y pocas veces la usé. No estoy segura si es de los sesenta o setenta y por aquel tiempo ya tenía la Werlisa, que no conservo, se puso de moda con las comuniones, a mí no me regalaron ninguna al no haberla hecho, y nunca he sido de quedarme sin un antojo, por lo que ahorré y recuerdo que me costó exactametne 1,400 ptas.
Salto en el tiempo, y tras la Minolta (reflex de carrete) que tampoco tengo ya, llegaría la Cannon EOS 5000 que me ayudó mucho en mis tiempos periodísticos y de la que me resistía a partir. La tengo bien guardada, con sus dos objetivos, éste y el 70-300, ambos en perfecto uso.
Mi primera incursión en la era digital. Esta Kodak se la regalé al guiri, es su primera cámara, y aunque yo seguía con la Canon, sí tenía que bajar las fotos al ordenador, las organizaba y demás.
Compacta y para niños de 5 años. No sabía yo como iban a casar la fotografía y el guiri...
Razón por la que al final, caí en las redes de la digitalización y acabé con esta Kodak un tanto mejor que la anterior, que aunque come pilas como una descosida, hace fotos de bastante calidad.
Y finalmente, el amor de mis amores, la Nikon D40, un look profesional a precio asequible, de lentes intercambiables y reflex. Digital, sí, pero hace fotos en la oscuridad. Fotografías con inteligencia, fácil de usar.
Hay gente que dice "Mi vida en fotos". La mía, en cámaras.
1 comentario:
Chulísimas. A mi me apasiona la fotografía también desde muy pequeña. Cuando íbamos a casa de mi abuelo, nos pasábamos las tardes viendo fotos, una y otra vez, siempre las mismas, o viendo los "vídeos", jaja, quiero decir super8, que mi abuelo tenía de mis padres y tíos cuando eran pequeños..." Vamos a ver cine rancio", nos decía, y nos peleábamos por enrollar la película, cambiarla...y deseábamos que se rompiera para utilizar el aparatito de pegar fotogramas...¡qué tiempos!!!
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