Hoy he ido a cortarme las puntas y recortarme un poco el flequillo. Y me diréis, ¿y a nosotros qué nos importa? Probablemente nada y no es de ello de los que voy a hablar. Sólo que mi peluquera es la madre de los niños de los que fui Au Pair, Caroline (en el otro blog más conocida como Cathy). Sí, ya sé que tengo ese blog un poco abandonado, pero tengo mis motivos y os aseguro que en breve lo pondré todo en orden. He estado buscando antiguos papeles y fotografías y me ha llevado un tiempo localizarlos. Mi piso es pequeño pero bien concentrado. Y aprovechando el tiempo libre, he comprado un archivador de dos cajones y he estado reorganizando libros, documentos y carpetas.
Volviendo a mi peluquera: me ha dado noticias muy tristes. La abuelita de los niños, Nana, como yo la llamaba, se está muriendo. Parece ser que no le queda ni medio telediario y están esperando lo peor de un momento a otro. Nana tiene 95 años y el viernes tuvo un ataque al corazón masivo. Le dieron 12 horas, pero aún sigue ahí. Débil, pero sigue. Aunque no hay muchas esperanzas de que se recupere.
Nana se llama en realidad Mary Russell y la adopté como mi nana a mi llegada, aunque como ella misma me decía "me haces el peor té que he probado en la vida". Llegar a una casa nueva, donde se te dice que eres una más de la familia cuando temías que te fueran a tomar como el pito del sereno y encontrar una familia -con sus faltas, sus manías y sus cosas-, completamente normal y además cariñosa, es una suerte para cualquier au pair. Yo no sabía como dirigirme a la abuela, si llamarla Mrs. Russell, o Mary o cómo, así que al principio siempre hablaba en tercera persona "niños, que Nana está escuchando las noticias", "Venga, que bajo a la cocina a preparar té para Nana", y así, me encontré llamándola Nana como si fuera la mía. Y le tomé tanto cariño como a mi propia abuela. Y le tenía respeto, y me encantaba oírla hablar de las monedas por las que había pasado (cuando ya se empezaba a hablar del cambio al Euro), y como contar chelines, y peniques y las distintas medidas, y te las nombraba por orden.
Y hoy las noticias me han producido shock, pero más me lo ha producido el ver que tienen todo ya planeado de la A a la Z como si el funeral fuera mañana. Es otra manera de pensar diferente a la nuestra. Para nosotros quizé, la muerte es un tabú y preferimos no pensar en ello hasta que llega el momento. Hoy, mientras he estado en su casa, William (que tenía 3 años cuando yo lo cuidaba), me ha enseñado el traje de chaqueta que YA se ha comprado para el funeral y me ha dicho que será uno de los Pallbearers (los que llevan el ataúd sobre el hombro), el segundo por la derecha. Jane (la que tuvo su baile de Debs hace unas semanas) ha escogido las canciones para la misa y cantará al final de la misma You Raise me Up. Billy, el padre de los niños (ya no tan niños) e hijo de Nana ha llamado al sacerdote que fuera compañero suyo de clase y al que Nana tenía mucho aprecio para que vaya hoy a ofrecerle los últimos ritos y para pedirle que sea él quien oficie la misa de difuntos.
Caroline me ha dicho que el funeral tendrá lugar primero en la Funeraria Griffiths, pero que no me preocupe que me avisará enseguida porque quieren que yo esté sentada con ellos recibiendo a los que vayan a decir su último adios, porque yo le tenía mucho cariño a Nana y me consideran una más de la familia. Luego se trasladará el féretro a la Iglesia de St. Dominican donde tendrá lugar una breve misa. Al día siguiente por la mañana es la misa propiamente de difuntos (la de la velada anterior es más cortita), y de ahí iremos al entierro que es en Mt. St. Oliver, será enterrada junto a su difunto marido. Luego, nos vamos todos a comer y beber al Kilmorry Lodge y a celebrar la vida de la decesada.
Me ha alegrado que me dejen estar con ellos en la línea de fuego, principalmente porque todo suele ser muy formal y solemne, pero me he sentido incómoda hablando de alguien que aún respira. Por otro lado, no sé si es donde debo estar, son una familia muy extensa.
Aquí el velatorio tiene lugar en una habitación en la Funeraria, con el difunto de cuerpo presente y por lo general con el ataúd abierto para que los familiares, amigos, vecinos y conocidos puedan, si así lo desean, verla por última vez, tocarle la mano, besarla. Los familiares permanecen de pie a un lado y tras desfilar ante el muerto se les da la mano a cada uno, dándoles el pesame (Sorry for your loss). Caroline dice que no le importa lo que los demás piensen y que me quiere allí, y que el resto de la familia, con la que ella no se lleva bien, me tiene afecto. Porque claro, en la línea de "recibimiento" estarán los hijos (Billy, Helen, Tess), y los nietos (Jane y William, Ciara, Danielle, Tara y Nichola) más los maridos y mujeres de los hijos. Y no sé si habrá alguien mas...
El caso es que he regresado con el corazón acongojado, por una parte, repitiéndome que no hay nada de lo que deba sorprenderme y que a fin de cuentas sólo están siendo realistas, que es mejor organizarlo todo con tiempo en lugar de dejarlo para el inevitable final, y por otro, con el dolor de saber que en cualquier momento mi teléfono sonará para anunciarme algo que es simplemente cuestián de horas o de días. Lo contrario sería un milagro y prolongar la agonía.
Y creo que no estoy preparada para ello. Sabía que ocurriría, y que me tocaría vivirlo como me tocó vivir la muerte de mis propios abuelos o la de mi abuela en el futuro, que espero sea muy, muy lejano, pero eso no te prepara para el dolor. O para el choque cultural de los funerales aquí. Y este será mi cuarto, tampoco me va a coger de sorpresa. Pero es difícil pensar que después de la última palada, se sonarán los mocos, enjugarán sus lágrimas y se irán derechitos al pub a comer y reir y celebrar.
Simplemente, no lo entiendo. Pero sé que, a fin de cuentas, es lo mejor.