viernes, 23 de agosto de 2013

La Casa número 7


La Casa número Siete existió. Existe aún, su dintel encalado una y otra vez atrayendo a los viandantes que osan desviar sus ojos al interior. La mayoría no ve nada. Yo no necesito hacerlo. He estado dentro, acariciado las maletas de helechos y el falso pozo, y revivir todo lo que aconteció durante aquellas tardes de invierno que pasamos en torno a una mesa en el salón aún me eriza el vello.

Nadie podría imaginar lo que sucedía tras las puertas cerradas de aquel piso de celosías enclaustradas que daban a un patio de suelo de mármol desgastado y desigual. Nadie podría haber imaginado jamás el temor que llevaba dentro aquella familia de aspecto normal y trabajadora, el terrible secreto que cada mañana don Manuel arrastraba consigo escalera abajo, cerrando el postigo a sus espaldas y rezando para que lo que había dentro... quedase dentro.

Durante años dudé de mí misma. De lo que vi. De lo que oí. De lo que mi cuerpo sintió. De las singulares corrientes eléctricas y las historias de telefilm de terror que me contaron. Por aquel tiempo era joven e impresionable, maleable y manipulable y con los años desterré los acontecimientos de la Casa número 7 al fondo de mi subconsciente, alimentando la esperanza de que todo hubiera sido un montaje tétrico que nos quisimos creer, a pesar de tener de primera mano los consejos y la sabiduría del Padre M., el único sacerdote que mereció mi respeto y uno de los pocos versados y autorizados para ejercer el exorcismo. Solo gracias a él supe que la Casa número 7 contenía más de una historia, y que todo lo que viví fue tan cierto y a la vez tan intangible como el aire que respiro.

De aquello, nunca más hablamos. A la familia, no la volvimos a ver...

No, eso no es cierto. Veíamos a don Manuel en su esquina cerca del Mercado, vendiendo sus cupones de la O.N.C.E, y a sabiendas de su visión cada vez más apagada, tratábamos de cruzar la calle por el otro extremo, fingiendo no conocerle por temor a escuchar lo que no deseábamos oir, por temor a revivir historias en las que nunca debimos involucrarnos. 

¿Seguía el vaso invertido en aquella fuente rebosante de agua bendita? ¿Volvieron las risas tras las celosías siempre cerradas? ¿Cesó aquella molestia invisible...? No, en el fondo no deseábamos conocer las respuestas. 

Evitábamos, también, recorrer aquella calle donde se asienta la Casa número 7, que en realidad no coge de paso a ningún lugar. Y a la vez, nos sentíamos atraídos por el resplandor del sol en sus balcones y la oscuridad del soportal. Y así, siempre que recorro aquella parte de la ciudad, una de las más antiguas, sobre suelo trimilenario, no importa el destino, mis pasos me llevan a aquella calle sin rumbo a ninguna parte y se detienen ante la puerta invitadora con su lustroso zócalo con un oscuro número siete en relieve. Y aunque no me atrevo a volver a cruzar el umbral, no puedo evitar oir los susurros que se mezclan con la brisa que acaricia las hojas verdes de los helechos...

-Ven... -sisean- Entra... Eres bienvenida... Ven...

Sé que mienten, de modo que me coloco los auriculares, subo el volúmen de mi Mp3 y me pierdo entre el laberinto de callejuelas de suelo de adoquines con Iron Maiden gritándome al oido sin pudor...

666 the number of the beast 
Hell and fire were spawned to be released 

domingo, 11 de agosto de 2013

Cartas

               

Ayer encontré sus cartas. Aquellas cartas de amor y odio escondidas por el tiempo en el fondo de un cajón. Las sostuve en mis manos durante largos minutos, sin abrirlas, rememorando palabras que no quería volver a leer.
Sus ecos laceraban mi alma como afiladas cuchillas invisibles. La caligrafía impoluta y el tono azulado de la tinta traían a mí el aroma de su piel, el sonido de su voz y el brillo de sus ojos.

Diez años habían pasado desde que aquellas cartas llegaron, una a una a mis manos. Diez agonizantes años de rencores desmedidos y susurros en la noche. Nunca supe por qué dejaron de llegar. Tal vez se olvidó de mí. Tal vez encontró un nuevo recipiente para sus epístolas.

O tal vez, mientras yo me negaba a abrir aquellos sobres amarillentos, esas cartas se perdían en los recónditos confines de un buzón inexistente.

Habrían de pasar aún otros cinco años para que me atreviera a abrir sus misivas, esas en las que me contaba sus secretos más profundos, en las que desgranaba sus miedos, sus congojas, sus alegrías y sus pesares. Descubrí, en cada frase, a un ser extraordinario y nuevo, a una persona de sensibilidad y alma algo compleja. 

Y a pesar de todo, siguió siendo un desconocido...


                                                                                                                Relatos Inacabados

miércoles, 7 de agosto de 2013

A cascarla, oiga...

Viernes por la tarde. A unos veinte minutos de acabar la jornada laboral. Suena el puto teléfono en mi oido...
-Buenas tardes... blablabla... dígame...?

(Señor con acento afrancesado):

-Tengo un montón de puntos y quiero ver dónde puedo hacer una reserva y pagar con puntos...

-Pues puede utilizar sus puntos en cualquier Hostal Marrieta, por supuesto, siempre y cuando haya disponibilidad.

-Pues mírame a ver dónde hay disponibilidad.

-¿Para qué fecha? ¿Y dónde exactamente? ¿Algún hotel en mente?

-A partir del 26 de Octubre, y me da igual dónde, en cualquier parte.

-Sí, pero es que tenemos más de 3500 propiedades alrededor del mundo...

-Me da igual. Iba a cogerme un hotel en Portugal, pero es que he visto por Internet que en Octubre hace unos 20-25 grados como mucho y yo quiero de 30º para arriba, así que en un sitio que vaya a hacer 30º.

-Mire usted, yo no soy la mujer del tiempo... la temperatura no se la puedo garantizar y tampoco puedo poner en el sistema que utilizo "cualquier hotel alrededor del mundo, con disponibilidad para pagar con puntos a partir de l 26 de Octubre (días sin concretar) y que haga 30º de mínima...

-Pues si usted no me puede ayudar, páseme con alguien... ¿de verdad no sabe de algún lugar con más de 30º?

-¿Ha pensado usted en irse al Caribe?

-Ah, pues míreme el Carib...

Y esta servidora colgó. Claro, iba a ponerme a mirarle hoteles y comprobar temperaturas...

lunes, 5 de agosto de 2013

Flores en la chimenea


Silencioso, sin cadencia, despacito... Es el pasar inexorable del tiempo. Dos años se cumplen hoy desde tu marcha y no ha pasado un solo día sin pensar en ti.

Te compro flores cada semana, por ver si sus pétalos multicolores iluminan esos ojos tristes que siempre vistieron tu rostro. Te las compro porque el día que reconocí tu mensaje esparcido aquí y allá, de esa manera que solo las neuróticas como nosotras podríamos reconocer, una gran losa se alzó de mi alma, como un pisapapeles de mármol que hubiera impedido dejar volar mis sentimientos para aposentarse de una vez por todas en el lugar debido.

En días como hoy, cuando más pienso en tí, cuando te siento tan dentro, tan cerca, tan mía sola, solo mía, preferiría acurrucarme en un rincón y abrazar esa cajita que ahora eres tú. La abro de vez en cuando, miro esa mezcla blanquecina como arena, ceniza dorada, y pongo en la balanza el peso de una existencia.


Mi abuela "vive" en mi chimenea. Y es el "objeto" más preciado de mi vida. Pero sobre todo, vive en mi recuerdo y en los cientos de fotos, y en todo aquello que me regaló y que puedo enumerar con los ojos cerrados.
Y yo, cada semana, le compro flores. 

jueves, 1 de agosto de 2013

Una mujer con cojones


Nació en el corazón de Cork, y fue bautizada como Mary Harris Jones en la Catedral de St. Mary and St. Anne, en 1837, y siendo tan solo una adolescente, emigró con su familia a Canadá durante unos años, y de allí se trasladaron a Chicago y finalmente a Memphis, donde con el tiempo, Mary Harris contrajo matrimonio con George E. Jones, un miembro y organizador de la Union Nacional de Moldeadores de Hierro. Poco después, Mary abrió una tienda de ropa en la misma ciudad, en vísperas de la Guerra Civil.   En su vida hubo dos momentos importantísimos. El primero es de corte trágico: perdió a su marido y a sus cuatro hijos (todos menores de cinco años durante una epidemia de fiebre amarilla. 
Es entonces cuando decide regresar a Chicago y abrir un negocio como costurera. Cuatro años más tarde, perdió la casa que con tanto esfuerzo había pagado, su tienda y sus posesiones en el Gran Fuego de Chicago y esta pérdida la llevó a una enorme transformaciómn: como hiciera su marido en el pasado, Mary se volcó al movimiento obrero convirtiéndose en "Mother Jones" (Madre Jones) por su trabajo. Ideologicamente, estaba lejos de otras mujeres activistas, era totalmente opuesta al aborto y al sufragio femenino, siendo una de sus frases de guerra "¡No necesitas el voto para armarla gorda!" Y era de esas señoras que creían que la mujer debía estar en casa criando hijos mientras el marido traía las habichuelas. También creía que la principal causa de delincuencia juvenil era la negligencia maternal.
Y en lugar de querer aparentar o mentir en su edad y decir que era más joven de lo que era, Mother Jones se había hecho totalmente a su papel de activista y decía ser mayor de lo que era, vistiendo ropas oscuras y antiguas y refiriéndose a los trabajadores a los que apoya ba como "sus chicos".





Pronto fue conocida como "La mujer más peligrosa de América", término acuñado por un fiscal de distrito durante su juicio por ignorar una orden prohibiendo reuniones de mineros en huelga: "Ahí se sienta la mujer más peligrosa de America (...) Dobla su dedo... y veinte mil hombres contenciosos se rinden."
Para acortar una larga historia que puede leerse -si se tiene interés- en Wikipedia o cualquier otra página web, decir que luchó contra el trabajo de los niños en las minas y la explotación laboral infantil.
Y todo esto viene porque, estos días ha tenido lugar aquí un festival dedicado a la memoria del espíritu de Mary-Mother Jones, cuya fecha de nacimiento es un tanto incierta (su bautismo fue el 1 de Agosto de 1837, por lo que se presupone, teniendo en cuenta las costumbres de entonces, que habría nacido en julio, pero ella misma decía haber nacido el 1 de Mayo de 1830, día que posteriormente sería convertido en el Día del Trabajo).

El año pasado, Cork le dedicó una placa cerca de Shandon, esa torre de cuatro caras con reloj que es la imagen de la ciudad. Y como de cierto solo se sabe la fecha de su bautizo, pues es alrededor de esas fecha (hoy) que se celebra el festival.


A pesar de la torrencial lluvia que hoy cae sobre Cork, me he acercado a ver una exposición de fotografías pero ha sido un tanto decepcionante, más que nada porque no era una exposición de fotos en sí, eran más bien unos paneles con recortes y un collage de diversas fotos. Eso sí, he descubierto que esta foto que yo creía era un mock-up del cuadro de James Abbot Whistler, "Retrato de la madre del artista", pero gracias a la exhibición, he aprendido que la foto es obra de

                  

Elmer Holloway y se llama "Groucho Marx as Mother Jones". Whatever. Y como muestra, la foto que tomé del panel (está borrosa porque la hice con el móvil, chorreando que iba):


                               

Y poco más, el festival en su honor se compone también de conciertos y charlas, y acaba esta noche, y espero que por ser el primero no sea el último y el próximo año consigan hacer algo con más actividades y mejores horarios y tenga un poco de mejor organización y exhibiciones más interesantes.