Yo nací en 1970. El año en que apenas paso nada, a juzgar por la poca información disponible en la red. De adolescente, cuando uno ya hace un poco de reflexión y se siente lo suficientemente maduro como para pensar en las cosas que se han experimentado hasta entonces, solía pensar que la gente de la época de mi madre (nacida en 1950), tuvieron gran suerte de vivir en unas décadas tan bonitas como los cincuenta y sesenta. Okay, no todo era color de rosa, había guerras tan temidas como la de Vietnam y aquí teníamos la dictadura de Franco, pero habia algo en aquellos años que parecía casi mágico. Los vestidos, la música, los coches...
Creía que mi madre tenía suerte de haber presenciado en televisión la llegada del hombre por primera vez a la Luna. Creía increible que hubiese visto casi en directo en la televisión el asesinato de John F. Kennedy. Durante la década de los setenta aún se hablaba de ello, gracias a teorías de conspiración de television en blanco y negro.
Sin embargo, todo esto cambiaría el día que fuimos testigos enfrente de una televisión multicolor, aquella inolvidable tarde del 11 de Septiembre del 2001, de la caída de las dos torres del World Trace Center en New York.
Pero presenciamos las imágenes del asesinato de Carrero Blanco, y las patéticas del velatorio y funeral de un Franco apergaminado, el vano intento de Tejero de que los diputados se sentaran calladitos, coño!, y vimos la llegada de la democracia y las chaquetas de pana con coderas de cuero de imitacion.
Poco imaginábamos allá por los setenta, mientras envidiábamos a nuestros mayores los sucesos tan interesantes que habían visto, que nos tocaría presenciar tan catastrófica parte de nuestra historia. A partir de ahí, muchos han sido los sucesos que llenarán paginas en los libros de historia y que fueron captados por una lente en el mismo instante del suceso o muy poco después. La captura de Sadam Hussein, su posterior ejecución, y muchos otros que nos dejan pensando en qué nos tocara presenciar en el futuro y qué nuevas catástrofes tendremos que ver desarrollarse ante nuestra impasible mirada.
A los nacidos en los setenta, un mensaje: nada tenemos que envidiar y nada tenemos de lo que ser envidiados.
Creía que mi madre tenía suerte de haber presenciado en televisión la llegada del hombre por primera vez a la Luna. Creía increible que hubiese visto casi en directo en la televisión el asesinato de John F. Kennedy. Durante la década de los setenta aún se hablaba de ello, gracias a teorías de conspiración de television en blanco y negro.
Sin embargo, todo esto cambiaría el día que fuimos testigos enfrente de una televisión multicolor, aquella inolvidable tarde del 11 de Septiembre del 2001, de la caída de las dos torres del World Trace Center en New York.
Pero presenciamos las imágenes del asesinato de Carrero Blanco, y las patéticas del velatorio y funeral de un Franco apergaminado, el vano intento de Tejero de que los diputados se sentaran calladitos, coño!, y vimos la llegada de la democracia y las chaquetas de pana con coderas de cuero de imitacion.
Poco imaginábamos allá por los setenta, mientras envidiábamos a nuestros mayores los sucesos tan interesantes que habían visto, que nos tocaría presenciar tan catastrófica parte de nuestra historia. A partir de ahí, muchos han sido los sucesos que llenarán paginas en los libros de historia y que fueron captados por una lente en el mismo instante del suceso o muy poco después. La captura de Sadam Hussein, su posterior ejecución, y muchos otros que nos dejan pensando en qué nos tocara presenciar en el futuro y qué nuevas catástrofes tendremos que ver desarrollarse ante nuestra impasible mirada.
A los nacidos en los setenta, un mensaje: nada tenemos que envidiar y nada tenemos de lo que ser envidiados.