Tenía muchas ganas de bajar a Cádiz. durante el invierno, si visito mi casa es apenas por unos días, cinco, siete a lo sumo. En el verano es diferente: puedo ir a la playa. soy muy playera. Detesto el campo casi con saña. Pero la playa, ah, la playa... no lo puedo evitar. Adoro el mar. Soy hija de marinero, en el mar me siento como pez en el agua, y nunca mejor dicho. El verde es muy bonito en las postales, gracias.
Dicho esto, mi otra gran ilusión en este viaje era ver a viejas amigas, visitar la Feria del Mar, etc., etc... pero lo más importante de todo, era meter mis manos en estas dos cajas:
No contienen secretos de familia, ni joyas extraordinarias ni nada de valor más allá del sentimental. Sí contienen un trozo importante de mi pasado, del pasado de mi familia. Su interior alberga el -para mí- más importante documento gráfico de la vida de mis abuelos. La caja de ColaCao, guarda en sus esntrañas fotos gastadas, daguerrotipos de principios de finales del siglo XIX y principios del XX, con rostros desdibujados por el tiempo. Poco a poco, los años pasan: las imágenes de los años cuarenta dejan paso a las de los cincuentas, a fotos de una madre (la mía) en edad temprana, con peinado a lo Shirley Temple. Los sesenta y su moda tan glamourosa, los setenta y la llegada del retoño (yo misma) a la nueva familia formada por mis padres...
También guarda postales, viejos documentos como la cartilla de Pancho (el perro de la family), viejos contratos de trabajo de mi abuelo, cartas de algún hermano de mi abuela que no me he atrevido a leer por temor a invadir una intimidad que no es la mía y poemas de amor escritos por mi abuelo años ha, cuando aún era un mozalbete.
También encontré un trozo de papel mecanografiado que dice lo siguiente:
Encantadora Srta:
Desde que la vi, pude comprender que su corazón era tan bello como su cara. Dichoso el dueño de tanta hermosura que logre guardar el naciente cariño de Vd.
sospecho y creo que al fin y al cabo no puedo estar esperando mucho tiempo y desearía joven hermosa ser correspondido por Vd. y pretenderla con lo que me haría dichoso y felix en mi vida. La pido por favor su contestación favorable pues mi dicha está pendiente de lo que Vd. determine.
Estas fotos, estas postales y algunos de estos poemas y notas de amor, ya eran conocidos por mí desde mi infancia. Nada me gustaba más que ir a casa de mis abuelos a pasar el fin de semana y bucear entre las imágenes en blanco y negro y las notas de caligrafía imposiblemente perfecta (e imperfectísima ortografía).
La segunda caja no la recordaba tanto. Recordaba la caja en sí, pero sospecho que su contenido haya variado a lo largo de los años. Ahora aloja diversas fotos de varias épocas, recordatorios de comuniones familiares e invitaciones de bodas y la prueba irrefutable de que mi morbosidad es hereditaria:
Mi abuela tien la mayor colección de esquelas que he visto en la vida... no solo los recordatorios que la familia suele dar a los asistentes, sino recortes de la prensa, la "esquela" de toda la vida aparecidas en el Diario de Cádiz, de nombres que para mí no significan nada...
Curiosamente, mi madre también las colecciona. Yo no llego a tanto.