El día que Antonio Martín, historiador, teórico y editor de cómic decidió confiar en mí para escribir un libro sobre Esther y su Mundo, me sentí la mujer más feliz del planeta. Alguien "daba un duro" por mí. Antonio ya había confiado anteriormente en mis "dotes" de escritora, habiéndome encargado varios prólogos para la reedición de Esther y su Mundo. Otros más vendrían.
Desde el momento en que me encomendó aquella misión, mi mente comenzó a funcionar, estructurando un libro con un "todo lo que quisiste saber y más". Le dí un working title, como en las películas, un título con el que trabajar que definitivamente no sería el que llevaba el libro, y entre Purita Campos -autora de Esther-, Antonio y yo, le llamábamos "Esther y su Moda" para referirnos a él, ya que la moda era uno de los pilares de la estructura del libro.
Durante seis meses o más, aprovechando que mi trabajo como traductora en Thomson era escaso, trabajé todo lo que pude en documentarme sobre todo aquello que me interesaba incluir en el libro. Compré libros de moda, pasé muchas horas en internet, incluso compré algunos libros de historia británica y sobre la Princesa Diana y su fatídico matrimonio. Mi ordenador se convirtió en una extensión de mi mente: tenía documentos con listas de páginas webs y notas sobre ellas, álbumes de fotos e imágenes escaneadas de Esther.
Luego, empezó el proceso de sentarme ante el temido folio en blanco. Se puede decir que cuatro de los siete días de la semana los pasé escribiendo seis horas al día como mínimo. A veces ocho. Las horas pasan volando cuando haces algo que te gusta o en lo que estás concentrado. A menudo mi guiri se iría a trabajar por la mañana y me vería desayunando ante la pantalla del ordenador, tecleando impertinentemente mientras murmuraba un "see ya" con distracción. Cuando llegaba por la noche, me encontraba en la misma posición. Horas en las que escribía y escribía y comparaba notas y volvia a reescribir o borraba el trabajo de dos días antes porque no me gustaba.
Cuando estuvo todo listo, pongamos... otros siete meses después, lo releí, no me convenció la estructura dada y cambié cosas de lugar, como el que remueve la sopa en un caldero, hasta que la consistencia me satisfizo.
Posteriormente vendrían otros cambios, sugerencias del propio Antonio tras leer el primer draft. Una conversación al teléfono con Purita podía traer una idea nueva que añadir. El descubrimiento de un foro en Indonesia dedicado al cómic de la época trajo nueva información, algo que se dijo en el foro de Esther y su Mundo me proporcionó una nueva base para añadir nuevo material...
Cuando al fin el último punto y coma estuvieron en su sitio, envié el manuscrito digital a Purita y a Antonio. Por esa época ya habían pasado casi dos años desde el encargo original. Pero Pura tenía pendiente renovar su contrato con la entonces Glénat (hoy EDT, o lo que es lo mismo Editores De Tebeos), y al ser mi libro derivado de su obra, debía esperar a que todos los asuntos legales estuvieran atados y bien atados. Porque aunque Pura aprobaba mi libro y estaba más entusiasmada que yo, si ella se iba a otra editorial, mi libro podía quedar en un limbo incierto si la nueva empresa no la aprobaba -no que a esas alturas EDT/Glénat hubiera aún sabido siquiera del mío.
Tras el verano, con Purita y su contrato resuelto, presenté el primer manuscrito a Glénat. En papel y en versión digital. Para entonces, Antonio ya no trabajaba allí, primera víctima de los cambios que llegarían a la editorial. A la vez, otras dos editoriales tenían conocimiento del mismo y de las circunstancias (Pura me daba permiso para publicarlo en otro sitio si Glénat se negaba) y se mostraban entusiastados en hacerlo. No hubo problema, desde Glénat me hicieron saber que estaban interesados en el proyecto y en Diciembre del 2011, durante el Expocómic, justo unas semanas después de convertirse Glénat en EDT (Glénat es una empresa francesa que puso a la venta la filial española y sus directores decidieron comprarla, endeudándose hasta las cejas en el proceso), me comunicaron que tras las Navidades se pondrían en contacto conmigo y trataríamos en profundidad el tema contratos/condiciones.
Mientras tanto, añadí algo más al libro y eliminé cosas que no me convencían demasiado y finalmente envié la versión digital definitiva.
En Marzo me fui unos días a Barcelona a discutir algunos temas con los grafistas, y la posible fecha de salida. Un par de meses después firmé el contrato durante el Saló del Cómic de Barcelona, hace ya casi más de un año. El libro, Los Secretos de Esther, se publicó en Diciembre de 2012.
Yo aún no he visto un céntimo.
No se piensen que la vida del autor es holgada, o que este libro -aunque venda a espuertas- iba a ser como si me tocara la lotería. A pesar de pecar de indiscreta, simplemente diré que la edición primera del libro es de 1500 ejemplares. Y que al autor se le paga un adelanto sobre dichos ejemplares, estipulados en 1500 euros. A partir de ahí, si la editorial decide sacar una segunda edición, el autor recibe royalties. Que en la mayoría de casos es de un 10% del valor comercial del libro minus IVA.
No soy la única que no ha cobrado, no se piensen que mi pataleta es por mi propio egocentrismo o egoísmo: yo esos 1400 euros y algo (porque pago un 5% de IVA al no ser residente española) me los iba a gastar en pagar los billetes de avión a Cuba, que me hacía ilusión darme un homenaje, y como no pudo ser, me tuve que conformar con ir a Cracovia y Auschwich, qué remedio, pensando que tarde o temprano recibiría un dinero que para mí es simbólico.
No he tenido que recurrir a la autopublicación para satisfacer mi propio egocentrismo: me han publicado por talento propio, pero no me siento satisfecha por no haber recibido una compensación que emocionalmente me iba a sacar una sonrisa, y que es en pago a esas horas que dediqué a escribir o borrar lo ya escrito, a documentarme y a alimentar una ilusión. A cambio, me he convertido en una más en una lista que comparto con autores de renombre, que no se piensen que a mi no me pagan porque soy una pringada y una mindundi a la que conocen en su casa a la hora de comer. Mi nombre comparte lista de acreedores con antiguos trabajadores de la empresa, con autores que llevan más de 60 años dibujando o escribiendo o ambas cosas, pero no deseo nombrarlos aquí a todos porque podría no gustarles. La propia autora de Esher es una de las afectadas, y el guionista de las nuevas aventuras, Carlos, pero eso es vox populi.
Hay entradas en otros blogs pronosticando la caída del antiguo "imperio" del manga, vaticinanado esa muerte anunciada y ese "moriremos matando". Pero eso no es óbice para que desde mi pequeño rincón haga saber que lo que no es justo, no es justo, y que mientras el fruto de mi trabajo se vende y rinde beneficios, a mí ni siquiera me responden a los emails que con toda la educación que mis padres intentaron inculcarme, y buenas maneras, intento enviar.
El libro ya ni me emociona, fíjense qué cosas. Podría haberlo publicado con alguien que me ofrecía quizá menos dinero, pero me habrían pagado. Se habrían molestado en saber si estaba bien en todo momento, si necesitaba algo o no. Pero me pudo más el querer publicarlo bajo el mismo sello que había ya trabajado en la reedición de toda la obra de Esther.
Yo no trabajo gratis, señores. Ni soy gilipollas. Pero tengo las suficientes maneras para no poder decirles que se metan el dinero por el culo.
Ah, esperen, que lo acabo de hacer.
Santa paciencia.