lunes, 13 de marzo de 2023

La tejedora depredadora

 Hay una araña fuera de mi ventana. Laboriosa. su trabajo le aporta múltiples beneficios en forma de bichitos voladores de diverso tipo. Mantiene una dieta variada.

Me aterrorizan las arañas más ue darme asco, principalmente porque soy muy alérgica a sus picaduras. de stos Hace años, cuando vivía en un pueblo costero de Girona, solía hacer un rcorrido en bici de montaña al caer la tarde. El recorrido pasaba por subir a una pequeña montaña y en uno de estos paseos tropecé con una piedra que me lanzó volando manos por delante contra el terreno. Y miren ustedes por donde debí molestar a una araña quizá en su hogar bajo alguna roca/hoja/tierra, o quizá simplemente pasaba por allí,

el caso es que al día siguiente me levanté con el dedo corazón de la mano derecha como una salchica. De esas alemanas gordotas y mucho dolor. Mi médico, tras observar con su lupita detenidamente me preguntó si había ido de picnic unos días antes a algún campo. Le dije que no, que mi contacto con la naturaleza se limitaba a mi recorrido de lunes a viernes con la bicicleta. Y al relatarle mi ruta, se le encendió la bombilla y me indicó dónde claramente un arácnido me había clavado sus no tan microscópicos colmillos. Aquello que yo creía era un raspón de la caída. Al parecer esa montañita adonde las familias suben los fines de semana de buen tiempo a pasar un día de cervezas, juegos con los niños y filetes empanados, tiene una especie de bichito autóctono y me había provocado una alergia que fue el desencadenante de hallar mi alergia a sus picaduras. No es demasiado grave mientras sean criaturas pequeñitas, como esta que al parecer es apenas del tamaño de un punto gordo. Pero puede serlo si se trata de una especie mayor y venenosa.

Yo me mantengo alejada de todas las especies, inlcuso de esas que dicen que no "pican". Me suecede algo curioso: durante mi infancia compartía dormitorio con mi hermana. Mientras ella se levantaba a veces prácticamente cubierta de picaduras de mosquito, a mí no me ha picado uno en la vida (al menos que tenga conciencia de ello). Incluso una vez, durante unas obras y un verano caluroso, se nos colaron en el dormitorio una colonia de gruesas polillas marrones. Muy bonitas ellas. Muy fans de las zonas cutáneas expuestas al aire de mi hermana. La pobre se levantaba con unos ronchones enormes y picajosos mientras yo... lucía una epidermis perfecta.

Volviendo a la araña tras el cristal de mi ventana, en otro momento ya me estaría poniendo nerviosa con el pensamiento de que el buen tiempo lelga pronto, esta habitación es un horno y siempre suelo dejarla abierta desde mediados/finales de marzo. La idea de que encuentre refugio al otro lado del cristal me produce pánico, pero la mudanza queda ya a la vuelta de la esquina y me entretengo mirándola subir y bajar y reparar su telaraña,como hace un momento, cuando me ha tenido entretenida mientras tejía en círculos.

Fuera llueve. Y me pregunto qué come cuando no caza...

domingo, 12 de marzo de 2023

Cosas que no te cuento

 Estos últimos años he estado un poco vaga a la hora de escribir. Aquí en el blog, porque proyectos y escritos no me han faltado.

Con la Editorial Dolmen publicando las páginas que quedabande Esther tras el cierre de EDT/Glénat (todo lo de Pecosa y las páginas inéditas en España), he aportado uno o dos textos a cada tomo, más algún texto para otros tomos de tebeos de chicas de la misma editorial (el de Trini Tinturé y el de Caty, la chica gato). Y por supuesto, tengo mis propios proyectos bajo el brazo que nada tienen que ver con el cómic.

Pero estos últimos años han sido complicados en muchos otros aspectos y tras acabar el libro de Las Chicas son Guerreras, me prometí darme un respiro de un año en todo lo relacionado con la escritura. Solo que ese año se convirtió en más de uno, de dos y... de tres.

Primero llegó la pandemia, y mientras el mundo se dedicaba al ostracismo y yo disfrutaba del silencio al otro lado de la puerta de mi casa (donde los estudiantes por lo general tienen su reino), también me llegó una época de trabajo sin cesar. Cuanto menos salía la gente,más trabajo teníamos en esta empresa con nombe de fruta o vástaga de Gyneth Paltrow.

Terminaba mis días exhausta. Cuando normalmente me voy a la cama sobre las 8.30 de la tarde, para leer en paz y tranquilidad hasta las 11 o 12 de la noche, se me cerraban los ojos y el libro literalmente caía sobre mi rostro.

Todo el dinero que no empleé en comprar ropa esos dos años, en no poder salir porque aquí los bares continuaron cerrados la mayor parte del tiempo (excepto en verano), lo empleé para renovar las cortinas de la casa, la ropa de cama y algunas cosas de cocina.

Después llegó el 2022. Fue el año en el que el guiri y yo dijimos al fin "Sí quiero", en una ceremonia humanista, íntima y con poquitos familiares y amigos.

También fue el año en que mi precioso gatito Pepper falleció (en septiembre) de una condición cardíaca fulminante que se lo llevó de nuestro lado en apenas una semana. Un golpe del que creo jamás nos recuperaremos, aunque vendrán más gatos, cada uno con su carácter y sus manías y cada uno el rey de su casa, esa en la que nos permiten vivir.

Y fue el año en que nos decidimos a comprar casa. Sí. Ya sé qué van a pensar: que a buenas horas, mangas verdes. Pero siemprehe sido un culo de mal asiento. Muy mal asiento. Nos lo planteamos cuando vivíamos aún en Limerick y yo no estaba convencida. De lo que sí estaba convencida es de que no quería quedarme allí para siempre, y una casa es un ancla demasiado pesada. 

aunque llevamos en Cork exactamente 10 años (nos mudamos en Febrero del 2013, no ha sido hasta ahora que nos hemos decidido, precisamente por la edad y por todo un cúmulo de circunstancias. Quizá no ha sido el mejor momento, justo tras la pandemia y en medio de una crisis importante a nivel mundial. Pero las cartas se han dado así y tras muchas lágrimas, lo hemos conseguido.

Muchas lágrimas porque ya nos íbamos a rendir. Comenzamos el proceso en Junio. Antes de poder mirar casas debíamos conseguir el AIP que es un aprobado en principio por parte del banco que,con la información y la documentación aportada en estos momentos, no hay problema para darnos una hipoteca.

Y tras ellos comenzó el largo periplo de visitar casas, de enamorarte de algunas, de poner una oferta y que al final acabe vendiéndose por 20-30 mil euros más del precio de salida. O 50 mil. Porque aquí has de pujar y el que puje más se la lleva. También nos hemos dado de bruces con casas que se caían de viejas, con habitaciones diez veces más pequeñas de lo que veíamos en las fotos, de estancias sin enchufes donde había que hacer una obra completa para modernizar lo más esencial.

Y en diciembre, el día antes de Nochebuena, encontramos LA casa, en la zona que nos gustaba, de tamaño normal, relativamente nueva (a ver, es una casa de 1950 pero bien mantenida y modernizada) y los dueños aceptaron nuestra oferta más un poco más para llegar a un acuerdo al día siguiente de ver la propiedad, que además tiene un jardín que va a ser un nuevo proyecto (uno delante de la casa y otro detrás) que me va a ocupar bastantes horas y viajecitos a comprar plantas y material.

La venta ha sido rápida, con sus altibajos y sus burocracias, con un abogado que es un borde sin filtros que no recomendaré a nadie, y con una broker que ha sido una santa. Ahora solo estamos esperando a que el banco envíe el dinero y nos den las llaves y mudarnos. Porque desde antes de Navidades vivimos entre cajas y mucho polvo (¿se mueven las cajas por la noche para crear tanto polvo que no tengo sitio de limpiar?).

Ahora llegará el temido día de la mudanza. El traspasar (si podemos) las cuentas de electricidad, gas e Internet, de cambiar la dirección en absolutamente todo (me estoy haciendo una lista porque es increíble la cantidad de cosas a tener en cuenta). Queda limpiar la casa que dejas atrás e ir pintando la nueva. Y limpiando sobre la marcha. Y comprando muebles. Cambiando cosas, restaurando otras. 

Y quizás, solo quizá, retomando la costumbre de asomar la patita por aquí, protestar de todo un poco, enseñaros el antes y el después (no creo), y seguir escribiendo aunque nadie visite este rincón que quedó olvidado en el ático de mi cerebro.

El tiempo dirá. Si lo tengo...

Y fue