sábado, 6 de septiembre de 2008

HISTORIAS DE LA PLAZA DE MINA (El Rincón de Lar)


En Séptimo de EGB llegó a clase una niña nueva. Se llamaba Astrid y era rubia, con ojos azules, un vestuario de escándalo y un peinado a lo Rita, la mejor amiga de Esther. Nos hicimos amigas de inmediato, aunque a veces no me gustaba su aire de superioridad sobre los demás y el modo en que te hacía sentir como una hormiga, especialmente delante de los chicos, que naturalmente siempre se decantaban por ella. Y Astrid sonreía, movía la cabeza con coquetería, les sacaba una Cocacola y los abandonaba como klinex usados.

Astrid presumía de jugar al tenis y entrenar duramente en el Club Náutico entre la Plaza de España y las Murallas de San Carlos, un lugar que yo sólo había visto desde las murallas. Era un sitio para "adinerados". Astrid vivía en un decimoprimer piso en el Paseo Marítimo, con una terraza con vistas a la vasta playa, los pisos más caros de Cádiz juto con la decadente Bahía Blanca.
No fue hasta muchos años después que me enteré que aquel pisazo de lujo era alquilado y que apenas se lo podían permitir, que su madre era la limpiadora del Club Náutico y su padre estaba en paro, sobreviviendo con los "trabajillos" que le iban saliendo, uno de ellos, mantener la piscina del Club. Si a Astrid se le permitía entrenar en las privilegiadas pistas del Náutico era porque todos los empleados podían utilizar algunas de las instalaciones.


Y Astrid, a veces, se inventaba historias para hacer aún más interesante su "engalanada" vida. Una tarde quedamos en la Plaza de Mina, no recuerdo si con intención de visitar el museo o de ir a la Librería Mignón, donde comprábamos comics y libros de rebajas. Debíamos tener trece años. Astrid llegó excitada.

-"Acabo de venir de La Casa de las Muñecas" -me dijo elevando al cielo sus ojos celestes.
-"Querrás decir del a Casa de los Espejos" -dije, sabiendo de lo que me hablaba.
-"No, la Casa de las Muñecas. Está ahí al lado, en una de las calles que llevan a la Alameda. ¿Te la enseño?"
-"Bueno" -me encogí de hombros-. "¿Y qué hay en esa casa?"
-"Muñecas, muñecas por todas partes. La casa está deshabitada. No vive nadie desde hace siglos. Y podemos coger alguna muñeca, si quieres."


No caminamos muy lejos. Entramos en un patio desierto, con algunas macetas descuidadas y paredes encaladas hacía ya tanto tiempo que el blanco se caía a jirones. Había desconchones en los muros, hojas secas junto a las escaleras y, mirando hacia arriba, sólo cierros cerrados, valga la redundancia, a cal y canto. Ni el murmullo lejano de una radio, ni una televisión, sólo silencio. Ese silencio que da escalofríos y no presagia nada bueno.


La escalera que subía hacia las oscuridades del primer piso estaban en penumbra, pero el interruptor de la luz no funcionaba, claro. Si la casa estaba deshabitada, era completamente lógico que hubieran cortado la electricidad, lo que no me explicaba era por qué la puerta de la calle estaba abierta de par en par, sin más. Según Astrid, era porque sus habitantes se habían ido precipitadamente.

Yo aún no había visto ninguna muñeca. Subimos los tres pisos, con dos puertas en cada uno. La de la azotea estaba cerrada.

-"¿Dónde están las muñecas"-pregunté.
-"Dentro de los pisos"-contestó- "Vamos, en el primer piso están las puertas abiertas."


La seguí de nuevo escalones abajo, en aquellas sombras de la tarde de septiembre. En el rellano del primer piso, mientras ella escrutinaba el terreno a través de la cerradura enorme de la puerta B, yo tiraba del pomo de la puerta A, sin éxito.

-"Está cerrada" -murmuré. No me dio tiempo a decir nada más. La puerta se abrió de golpe y una señora en bata de flores, pelo gris recogido en un moño y gafas plateadas me aferró del brazo con su huesuda mano.

-"¿Quiénes sois"¿Qué estáis haciendo?" -gritó.
-"Yo.. yo.. Creíamos que la casa estaba deshabitada..." -repliqué, temblando como un flan.
-"¿Deshabitada? ¡Yo sé lo que sois!¡Ladronas! ¡Ladronas!¡Voy a llamara a la policía!¡Gamberras!"


Me deshice de su garra y Astrid y yo corrimos escaleras abajo, sin detenernos hasta llegar a la Plaza de Mina. Astrid se echó en el banco de mármol muerta de risa.

-"¡Mentirosa!" -le grité- "¡La casa no estaba vacía!" -y aunque a ella la broma la tenía partida de la risa, maldita la gracia que me hizo a mí. Temía que aquella señora de bata y zapatillas me viera un día por la calle, con mi madre o con mi abuela y me señalara públicamente por haber tratado de entrar en su casa. Las palabras "ladrona" "allanamiento de morada" y "policía" sonaban en mis oídos de manera acusadora. Duraneaños evité pasar por aquella calle, temerosa de ser reconocida.


Esa tarde Astrid me presentó a un chico que había conocido allí en la plaza pocos días antes. Se llamaba Javi y aunque tenía media paleta rota, a mí me pareció guapísimo. Ni qué decir tiene que yo era totalmente invisible a sus ojos verdes. Pronto sería su cumpleaños y Astrid y yo fuimos a la Plaza de la Catedral, al mercadillo que se ponía allí en las mañanas de verano, a comprarle un regalo con nuestra pingüe paga. Le compramos un bolígrafo de forma femenina, una muñequera (Javi practicaba algún tipo de deporte, que me áspen si me acuerdo), y un poster de alguna cantante pop de la época. A Javi no le volvimos a ver y Astrid se quedó con el boli y el poster y yo con la muñequera, todo un artículo de moda junto con la bandana, como los llevaban los personajes de Fama.

Quedaban pocos días para comenzar el nuevo curso, y tratábamos de aprovechar nuestros últimas horas de asueto al máximo. En breve comenzaríamos Primero de BUP, nos sentíamos muy mayores y ya nos habían dicho que no iba a ser tan fácil como la EGB. A Astrid y a mí nos separarían de clase porque había tres cursos de primero, divididos en orden alfabético conforme a los apellidos de las alumnas. Yo estaría en A porque mi apellido empezaba por B y ella estaría en clase B porque su apellido empezaba por H.

Una tarde, mientras esperaba a Astrid, que siempre llegaba tarde, y a Javi, que no apareció, un señor se acerco a mí. Entonces me pareció muy mayor, rondando la cincuentena o quizás más, pero pensando en frío, el hombre no debía tener más de cuarenta. Me preguntó qué hacía allí tan solita. Le dije que esperaba a una amiga, balanceando mis piernas con incomodidad. No me gustaba que tipos como él me hablaran. Aunque eran otros tiempos, también estábamos alerta de hombres así, no era nada nuevo. Intentó entablar una conversacion aparentemente inocente, "¿Qué edad tienes? ¿Cuándo empiezas el cole?¿Qué curso empiezas?". Se marchó con la llegada de Astrid.
El nuevo curso comenzó en el Amor de Dios de Marconi. Aunque todas las clases nos las daban las hermanas, la de religión y las misas nos las daba el Padre Félix. Aquel señor de la Plaza de Mina que pareció no reconocerme durante los nueve meses que no me dio clase, porque amparada en mi "status" de Protestante, me libraba de las mismas (las cosas que se aprenden al tener una compañera en clase a la que le importaba su religión).


Astrid y yo nos distanciamos con los años, principalmente porque yo empecé a abrir los ojos y ella se quedó anclada en aquel mundo de fantasía que se había llegado a creer.


Al Padre Félix nunca más lo vi.


8 comentarios:

chema dijo...

cuando a dos amigos del colegio se les separa, cada uno en una clase, eso ya hace muy probable que se distancien, porque se pierde el roce diario. y si además, cuando crecen, adoptan diferentes puntos de vista sobre la vida, pues más aún...

ADA dijo...

Muy bonito y enternecedor tu relato Candela,sabes que siempre que tengo un ratillo libre,me encanta leerte
Bsitos ADA

Anónimo dijo...

A propósito de las pistas de tenis: ¿sabes que se han rehabilitado y ahora tienen incluso un aparcamiento subterráneo?. El Club de Tenis fue el segundo más antiguo de España, después del de Riotinto...
Y, el tema de la fantasía en la niñez, me encanta...

Anónimo dijo...

Me ha encantado....Me hace recordar mis batallitas de niña con mis amigas...
Chema, decirte que no estoy muy de acuerdo con lo que dices... Evidentemente depende del grado de amistad que tengas... pero yo conservo amigas desde que tenía 4 años y al empezar BUP... fuimos a colegios diferentes...Esa es mi experiencia, vamos.... espero que no te siente mal mi opinión...

Besos

Karmeta dijo...

Menuda "desconexión" , con mi bocadillito y café.., me ha encantado, ahora voy a seguir trabajando. Gracias guapa, no dejes nunca de escribir, ojalá una tuviese un poco más de tiempo, menos hijos y menos todo jejeje. Besos guapa

Candela dijo...

claro, Karmeta, si es qu os poneis a ello como conejos, jajajaja...

Urko dijo...

Espero que algún día publiques en libro estas cosas que nos cuentas. Deliciosa vida contada. Porque es la vida.

chema dijo...

no, lar, para nada me ha parecido mal tu opinión. ;) es más, me alegra escuchar una opinión más optimista sobre las amistades y me hace recordar, por poner un ejemplo, a un amigo del colegio con el que conservé la amistad a pesar de que él escogió letras y yo ciencias. seguíamos hablando a diario. ahora él vive en otro país, por circunstancias. nos escribimos e-mails con las mismas bromas que hemos tenido siempre entre nosotros. en navidades me manda christmas. es un tío un poco peculiar, pero es muy buena gente.