martes, 28 de octubre de 2008

UNA CARTA

La semana pasada os dejé unos vídeos de Southill que lo dicen todo. Allí, makis y drogadictos, niños, adolescentes y mayores, conviven de mala manera. Hoy he leído esta carta en un blog local. No ha podido menos que llamarme la atención y conmoverme, y creo que de alguna manera os ayudará a comprender el tipo de personas que viven allí ahora y cómo la violencia no viene precisamente de los mayores. Aquí ves un niño en chandal, con el corte de pelo habitual de estos scumbags y te echas a temblar. Son los peores. No tienen moral, ni ética ni miedo. Las leyes les resbalan por la piel como las serpientes que son.

Este es el testimonio de una señora mayor, que ha preferido permanecer anónima por miedo a represalias. Es su historia.

"Destrozaron nuestra casa y nos dejaron sin nada. Soy vieja ahora, más de lo que dicen mis años. La exposición a la violencia, las palizas, el abandono y el abuso han garabateado líneas en mi corazón y en mi rostro que jamás podrán removerse. Me enfrento al final de mi vida con los recuerdos más terribles de la ciudad bajo los años del llamado progreso. Qué poco podía pensar que mi vida acabaría así. No fue siemrpe de esa manera.

Era un día de primavera a principios de los setenta cuando llegué a O'Malley Park con mi marido y mis tres hijos. Era un lugar maravilloso para nosotros, como jóvenes padres, y para los niños. Había mucho que hacer: incluso salíamos con las bicicletas, hacíamos cabalgatas de disfraces y por supuesto, jugábamos al bingo. Los vecinos eran fantásticos. Finalmente compramos nuestra casa al Ayuntamiento de Limerick. Fue un gran día: nunca habíamos soñado que nos fuera posible comprar una casa.

Durante estos años montamos una cocina nueva, cambiamos el sistema de calefacción y pusimos ventanas dobles. Estábamos tan orgullosos de nuestro hogar. Los niños tenían una buena vida allí: terminaron la escuela, fueron a la universidad, consiguieron trabajo y empezaron sus propias familias. Pero gradualmente nuestras vidas cambiaron, con el nivel creciente de violencia. Coches robados y el ruido de cristales rotos se convirtieron en algo habitual cada día. Pero lo peor es que ciertas familias se convirtieron en el objetivo de esa violencia, sin razon aparente, y se enfrentaban a una rutina de horror. Ladrillos a través de las ventanas, coches haciendo marcha atrás en tu jardin de entrada y constante abuso verbal.

Poco podía pensar que nos llegaría a nosotros. Teníamos una casa adosada, la del medio. La casa de al lado estaba vacía. Esa casa fue allanada un Domingo de Pascua y destrozada. Se utilizaba para fiestas llenas de droga. Nuestros vecinos en el otro lado fueron atacados ese mismo año: les pusieron petardos a través de la ranura del buzón y les rompieron todas las ventanas reforzadas especialmente. Después de décadas juntos, mis vecinos se marcharon.

Ahora nuestra casa se erguía sola entre dos casas abandonadas, una de las cuales fue incendiada, amenazando a la nuestra. Una vez oí a unos niños a los que se les animaba a romper nuestras ventanas y atacarnos. Salí a suplicarles que nos dejaran en paz. Pero no sucedió. Poco después de que mi marido se retirase, le arrojaron piedras. En otra ocasión, cuando yo regresaba de la tienda con mis compras, me tiraron al suelo y me patearon todo el cuerpo junto a mis compras. Me dolía todo pero fue la risa de los niños mientras me golpeaban lo que me asustó mucho más.

El muro de nuestro jardín frontal era constantemente golpeado por coches, y tuvimos que reconstuirlo o repararlo un total de seis veces. Durante dos años dormí con la ropa puesta por si tenía que escapar de repente en medio de la noche. Nos convertimos en prisioneros. Llegó el final.

Al regresar de una rara visita a nuestros nietos, encontramos la casa saqueada. Todas nuestras medicinas estaban flotando en orines en el fregadero de la cocina. La Policía vino pero se tuvieron que marchar rápidamente porque su coche fue atacado. Nunca regresaron.

Suplicamos a cada político local y nacional. No puedo decir si nos oyeron o no, pero nadie nunca hizo nada. Así que nos fuimos.

En el Ayuntamiento nos advirtieron que aún éramos responsables de nuestra casa, ahora en ruinas, pero al no poder asegurarla, simplemente le entregamos las llaves al Ayuntamiento. Una buena señora en el consistorio nos ayudó a encontrar un lugar de alquiler y nos aseguró que podríamos pedir la Ayuda de Renta pero no nos la dieron al tener en propiedad una casa de protección oficial que devolvimos, y mi marido tenía una pequeña pensión laboral que sobrepasaba el límite para que se nos concediera.

Llegamos a nuestro nuevo alojamiento alquilado, después de casi 40 años en nuestra propia casa, con nada. Mi salud deja mucho que desear pero aún trabajo. Tengo que hacerlo. Nunca hemos recibido ninguna compensación por nuestra casa. La última vez que vi la casa que tanto amamos fue en Tv. Estaba viendo las noticias y vi mi casa siendo derribada por algún tipo de maquinaria amarilla. Me rompió el corazón. Nadie nos había dicho nada o avisado.

Hay muchos como yo, y mi historia no es la peor. Algunos abandonaron su casa y murieron poco después. Algunos de nosotros, los viejos vecinos, todavía nos reunimos en la ciudad simplemente para recordarnos a nosotros mismos los viejos y buenos tiempos en O'Malley Park.

Todo el mundo tiene derechos: los niños, los ancianos, los que están en prisión... pero nosotros no tuvimos ninguno."

14 comentarios:

anele dijo...

Se me pone la piel de gallina sólo de pensarlo. Son verdaderos demonios esos niños....
Lo peor es la impotencia de ver que las autoridades no hacen absolutamente nada. Imagínate llamar a la policía y que ellos mismos salgan huyendo...
Inaudito.

R.M dijo...

Yo tambien estoy con la piel de gallina. Es tal la injusticia ke me parece imposible ke nadie haga nada y ke las propias autoridades tengan MIEDO!!!!

Vergonzoso!

Anónimo dijo...

Horrible. Dios mío, qué modo de terminar los días. Y aquí en Sevilla nos quejamos de la delincuencia....

Bertha dijo...

Que horror, pobre gente,se siente, impotencia al ver lo que les pasaba, no me estraña, es mejor salir por sus propios pies, que no en un ataul, pero que las autoridades no pudieran hacer nada y que cuando fue deruida o tirada no fue capaz de avisales, dandeles las llaves y todo sin nada a cambio, no puedo ver esas injusticias.

Anónimo dijo...

Toda una vida trabajando y luchando para tener algo y resulta que tienen que salir por pies.
La verdad es que no hay derecho. Y las autiridades sin ayudar a esta pobre gente.
Qué pena mas grande.

Susana Ce.

Inma dijo...

Es una injusticia tremenda. Tiendo a pensar que esas cosas tienen final feliz pero es solo que soy una ilusa.

Elphaba dijo...

Pues no sé si decirte que es mejor el Limerick de miseria que dejó Frank McCourt o este. Pero qué suerte tenemos.

chema dijo...

es increíble, aquello es la ciudad sin ley... lo que más cuesta entender y más asusta pensar es que se trata de actos de violencia indiscriminada, sin ningún objeto... qué triste que haya personas que no tengan otro objetivo en la vida que hacer daño a los demás, y qué triste también que tengan que pagarlo personas honradas que no han hecho mal a nadie, como esa mujer que dio su testimonio.

Shirat dijo...

Hace tiempo que no te leo, pero he empezado por esta carta y estoy impresionada.
Qué pena tan grande he sentido por esta mujer. No puedo imaginar nada peor que envejecer de la forma que lo ha hecho ella.

Veo que tienes un artículo de Victor Mora, a ver si mañana me pongo a leerlo que ahorita es muy tarde. Buenas nochesss.

SONY dijo...

Tremendo testimonio, no puedo imaginar cómo se patean así los derechos de unas personas..., encima de todo un barrio y los delincuentes quedan impunes...

Unknown dijo...

que fuerte!!! una pregunta... como es ese peinado que distingue a estos niños? ... digo, para saber.

Candela dijo...

Seguro que loshas visto por aqui, Pucca, van todos con el chandalito negro/azul marino/blanco, con su capucha puesta, normalmente de UMBRO, llevan el pelo al 1, al dos por el centro, cortado como con orinal, y el flequillo engominado hacia abajo tipo pua de peine. Las niñas van con los chandales rosas o blancos, la barriga al aire, a veces con botas de pelos, coletas y aros en las orejas. He de poner foto pronto, saldre a la caza de este especimen tan extendido por estos lares...

Elphaba dijo...

Como la niñata de "Little Britain", vamos.

Candela dijo...

Talmente, Elphaba, pero con acento irlandes.