sábado, 5 de septiembre de 2009

MIS COMPIS DE PISO (II): JC

Ya hice un post hace bastante tiempo sobre algunos compañeros de piso con los que conviví desde que llegué a Irlanda. Afortunadamente, son muchos años ya los que vivo sólo con el guiri, pero en total habré compartido unos ocho años con gente de toda clase. Los he tenido psicópatas, piojosos, normales, meones y fraudulentos. Cada cual es un mundo, pero la relación de mezclas y personajes de fábula, se dieron cita durante años en el número X de Sexton Street.
Hoy voy a hablaros de uno de ellos. Uno, además, de los últimos en vivir en la casa. Le llamaremos JC.
A JC lo conocíamos del bar de heavy metal que frecuentábamos, The High Stool. Tal era la popularidad del bar, que se ha convertido en lugar de culto a pesar de llevar cerrado unos cinco o incluso seis años. No que me apene, a pesar de la lealtad inamovible del guiri: era misión casi imposible conseguir un vaso limpio, y al final de su existencia, era imposible hasta conseguir algo de beber. La historia del High Stool merece otro capítulo aparte (tened paciencia), pero os diré que tal es el culto del lugar que hoy permanece a la espera de ser derribado para dar lugar a un bloque de apartamentos y tiendas ultramodernas, y que sus antiguos empleados y algunos de sus clientes se apoderaron de las letras del pub y lo grabaron para la posteridad (sí, conozco a todos los culpables):


Allí fue donde conocimos a JC, primero como compañero de barra, más tarde trabajaría algunas horas al otro lado del mostrador. JC trabajaba haciendo seguridad en pubs y fábricas, y teniendo los fines de semana libres y ningún compromiso social, decidió sacarse un dinero extra en el mismo bar donde bebía.
Cuando se nos quedó una habitación vacía, coincidió que él buscaba alojamiento barato. Vivía en un bedsit infesto, un cuartucho que era lo mismo cocina/dormitorio/salita. JC quería pertenecer a una casa con más habitaciones y movimiento de gente. De esta manera pasó a ser nuestro compañero de piso. En aquellos momentos en la casa también vivían Miro, un camarero eslovaco y Georgina, una camarera de pub. Y el guiri, claro.
Nos pareció una buena idea porque aparentaba ser un chico calmado y serio. Sus padres tenían una carnicería muy conocida en Killmallock que se preciaba de tenr los mejores puddines (morcillas) de la región, y en casa disfrutábamos a menudo de carne fresca y de calidad por la patilla. Sin embargo, JC tenía más caras de las que habíamos visto.
Por aquella epoca yo también trabajaba en hostelería, era la manager de un pub llamado Macs que luego fue llamado Mojo's y ahora es un restaurante de postín. Los sábados, después de trabajar, solía reunirme con el guiri en el High Stool o en el bar de arriba con billares, que era más calmado si en esa noche el High Stool tenía banda tocando. Y después de toda una noche trabajando con la música a todo trapo, lo único que a uno le apetece es sentarse a tomar una pinta en silencio...
A veces me venía a buscar el guiri, pero lo más práctico era que me reuniera yo con él para no hacerle dejar su bebida y su asiento y venir para luego volver. Esa noche, sin embargo, habría preferido que viniera a recogerme, porque necesitaba trasladar una importante cantidad de dinero al otro bar de la dueña para una transacción, y Limerick no es un lugar en el que quieras caminar un sábado por la noche a las dos de la madrugada con una señal en la frente que diga "llevo casi cinco mil euros en el bolso". Pero por más que llamé y llamé al guiri al móvil, lo tenía desconectado, que es algo que me saca de quicio. Especialmente cunado no le estoy llamando para preguntarle si la Guinness está buena. Pedir un taxi estaba fuera de cuestión, pues el otro bar estaba solo a unas tres calles paralelas y habría tardado más en esperar un vehículo (especialmente un sábado de madrugada), que en llevarlo andando.
Tras cumplir con mi misión y dejarme el corazón en el camino y el dinero a salvo en su destino, lo primero que hice fue preguntarle al guiri por qué coño su teléfono estaba desconectado. Estaba arriba, en el bar con música suave donde el sonido más estridente es el de las bolas al chocar entre sí sobre el tapete. Me señaló con el ceño fruncido y muy poca paciencia el teléfono sobre la barra, asegurándome que no había donado. Lo cogí: apagado. Se quedó a cuadros. JC estaba con él, y me dice, así y sin anestesia: "Oh, lo apagué yo, estábamos aquí teniendo una agradable conversación y no quería que nos interrumpieran, me lo estaba pasando muy bien, así que cuando fue al baño, se lo apagué". No os quiero contar el pollo que le monté allí mismo sin importarme quién me oyera o qué pensaran de mí. Mi fama tampoco era buena en el lugar, de todos modos, yo era "demasiado fina" para aquellos lugares de relajada naturaleza higiénica y de modales (pedos, eructos, risotadas... y la ocasional pelea). ¿Pero quién se había creído que era? Si llega a ser una chica me habría puesto terriblemente celosa, porque había actuado como lo haría una loba: desactivando la comunicación entre dos amantes.
Llegué a arrepentirme de haber pedido a JC que se viniera a vivir a la casa: lo veía allí y en mis horas de asueto también. Si salíamos, se nos acoplaba. Si estaba trabajando, nos buscaba al salir y nos encontraba. Era una lapa pegada al culo de el guiri. Otra cosa que me traía por la calle de la amargura eran sus borracheras: cuando la cogía bien, lloraba y lloraba abrazado a mi regazo como un niño, por no tener una chica que le quisiera. JC necesitaba un polvo con urgencia. JC, también, necesitaba cirujía estética: tenía un ojo mirando a Rota y una nariz que era la muerte del loro. La ambición de JC era presentarse a uno de esos programas para cantantes con poca voz y mucha ambición y grabar un disco. Su hermana sí lo consiguió, presentándose a un programa similar a OT para representar a Irlanda en Eurovisión, donde quedó eliminada ya en las finales. Pero eso fue mucho después.
JC se cansó de ser segurata y de servir copas en bares ajenos y decidió abrir su propio garito en una parte no muy recomendable de la ciudad, pero tampoco de las peores. Se llevó a Georgina a trabajar con él, otra pájara de cuidado que salteaba la nevera de casa y y la despensa de los demás. Y a la que un día di un tremendo bofetón (otra historia que contar).
Una mañana de domingo nos despertamos a una desagradable sorpresa: una pareja de desconocidos durmiendo en el sofá de la salita. Yo bajé a desayunar, despeinada, miope y en camisón... y me "ordenaron" que me fuera. Palabra equivocada, majos. ¿irme de mi propia casa? ¿pero quiénes se habían creido que eran? Tapados allí con un edredón que tenía guardado en el trastero y pertenecía a una amiga que se estaba mudando y vendría a recogerlo. Se comieron media hogaza de pan de Georgina, mi queso y unos caramelos en forma de bastón que había comprado para incluir en un paquete que iba a enviar a mi hermana. Me abrieron una caja de bombones también para regalo y se bebieron dos litros de leche de Miro. Y cuando se marcharon, descubrimos que habían robado el móvil de el guiri. Naturalmente la bronca en casa fue apoteósica. JC me acusaba de ser una maleducada por echar a la calle a "sus invitados". Invitados a los que, por cierto, había conocido esa misma noche en el bar, pero se quería asegurar el polvo con su amiguita, que estaba allí escuchando la bronca y mascando chicle y tenía una pinta de putón desorejado que daba asco. A JC no le entraba en la cabeza que lo que había hecho al traer a absolutos desconocidos a casa era una irresponsabilidad enorme. Pagó por la limpieza del edredón en la lavandería (desinfección, lo llmaba yo) y le compró al guiri una tarjeta SIM (yo le presté uno de mis móviles) y a partir de aquel momento, entraba y salía de casa lo justo y necesario, se encerraba en su habitación y no nos hablaba. El móvil nos fue devuelto casi dos semanas después, tras cancelar la tarjeta y el mismo artefacto, que dejó de ser funcional a todos los efectos.
Poco después, JC se mudó. Una semana más tarde, nos enteramos que había emigrado a América, a Alabama. El negocio no le iba bien, la clientela había bajado considerablemente tras ala mala fama que el local adquirió cuando uno de sus habituales fue apuñalado mortalmente en la puerta tras una discusión en el interior. JC Se marchó del país huyendo de deudores y de la policía que le buscaba por fraude y por venta ilegal de artículos que no le pertenecían. Dejó una extensa cuenta a pagar a sus proveedores y a los empleados que tenía sirviendo copas. Vendió un antiguo y carísimo espejo de marco dorado, las neveras, el microondas y algunos taburetes y sillas además de todas las botellas de licor. Vendió las tragaperras y hasta el teléfono de pago. Dejó el local "limpio". A casa vino la policía a buscarlo un par de veces, y les dijimos que no sabíamos de su paradero.
A día de hoy, a veces llama desde Alabama, a altas horas de la madrugada sin tener en cuenta el cambio de horario, borracho como una cuba. Lo último que hemos sabido era que iba a casarse. Si es cierto o no, tampoco lo sabremos, porque otra virtud de JC era que no distinguía entre lo verdadero y lo falso. Una noche llegó a casa a eso de la una un viernes, llorando. Segun él, había ganado unos 500 euros apostando en las carreras, y había salido a celebrarlo. A la vuelta le habían atracado a punta de navaja. Tuvimos que convencerlo para que llamara a la policía, la zona en la que aseguraba que le habían robado está bien vigilada con CCTV, pero en los escasos diez minutos que tardó el coche patrulla en presentarse en casa, los 500 euros ya habían sido 700 e iban alcanzando los mil.
JC: uno de esos compañeros de piso que nunca se olvidan. Más que nada porque ni ellos mismos te dejan.

13 comentarios:

Charo Barrios dijo...

Esto me recuerda también a las compis de piso recién llegada a Sevilla. Tras las malas experiencias vividas decidí no compartir nunca más el piso con compañeros. Y así lo hice.

Cloti Montes dijo...

¡Vaya pieza!
Bsssssssssssss
Cloti

anele dijo...

Ozú!! Vaya con JC.
Como para no dejar huella. Recuerdo haber leído la historia del edredón, el móvil y los bastoncillos navideños. Imagino el estado superlativo de cabreo que tendrías en ese momento...

KIRA dijo...

Uuufff creo que lo peor de todo eso, es que a dia de hoy todavia os tenga localizados... y os continue dando la pelma.
Nunca he compartido piso con nadie, que no sea mi familia pero desde luego se aprende de ese tipo de convivencia y mucho... por lo que veo!!

BLAS dijo...

Puuufffff... Menudo coñazo de tío. Lo que me extraña es que el guiri no le pegue dos bocinazos y lo mande a hacer puñetas. Manda narices, y encima feo de coj...s.
Lo que me parece muy fuerte es lo de encontrarte a ese para de cerdos en tu casa y que encima te digan que te largues... ¿Miope? Yo creo que de la furia que me habría entrado a mí (encima sin haberme tomado un café previo, madre mía) se me hubiera quitado hasta la miopía para el momento. De modo que te imagino. De hecho, en realidad prefiero no imaginarte...

marisa desaztre dijo...

Hasta ahora, sólo se me planteó compartir piso cuando me destinaron en la sierra, pero como el alquiler no era exagerado, y la persona que quería añadirse ya era muy conocida mía, decidí quedarme sola. Conozco a varias personas que han tenido que compartir piso, y no vea la fauna que han tenido que aguantar la mayoría de las veces.

Inma dijo...

La descripción de High Stool me ha recordado al bar de piratas de Monkey island, en el que el más normal tenía un sólo ojo y una pata de palo. :D
Karmeta dice que soy una pija de cuidado, y debo serlo porque me metes a tomar algo allí y me da un patatús de cuidado. Al primer pedo empiezo a gritar y no me para ni el JC ese.

chema dijo...

todo lo que cuentas es increíble, pero lo que más, que se indignara de que echaras de tu propia casa a los que estaban durmiendo allí sin invitación y ensuciándote el sofá en todos los sentidos. lo que tuviste que aguantar.

Perín Meison dijo...

Mmmm,sólo se me ocurre que escribas un libro con todas tus aventuras-experiencias de esti estilo,fía.:-).

Geno dijo...

¡¡Joer, menudo elemento el tio!! Mejor en Alabama o en Australia, si acaso.
Ale, sigo, que dejé de pasar un par de días por aquí y se me acumula la lectura, jajajjaja

Bulma Salgueiro dijo...

Niña, de verdad, lo tuyo es para una trilogía por capítulos. Qué buena verdad es que todos somos muy majos de visita. Pero a la hora de la verdad, cuando convives con la gente... es la manera de conocerla (no del todo pero sí lo bastante). Lástima que te tengas que enterar tan a las bravas ^^U

Y lo peor es que aún encima tienes tú más que oir (lo de la pareja en el sofá me ha dejado a cuadros). Si aún fueran sus amigos, mira, lo entiendes (seguro que no te habrían cogido todo lo que te cogieron por educación y tal). ¿Pero unos desconocidos? Ale, otro al que no le implantaron en sentido común

Bertha dijo...

Jolines menuda JOYITA?

Shirat dijo...

Yo nunca he compartido piso con nadie, creo que es algo muy difícil y arriesgado, aunque hay veces en las que no hay más remedio. Puf. Vaya cosas nos cuentas.