martes, 15 de septiembre de 2009

THE TIME OF MY LIFE

No voy a hablar de la muerte o de la vida de Patrick Swayze. Me niego. Primero porque ya lo hicieron compañeras (Blas, por cierto, la foto que has puesto con Lesly Ann Down ocupaba un sector de mi carpeta). Sí diré que la banda sonora de la película es parte de toda fiesta que se precie y que siempre arrancará una sonrisa y un intento infructífero de baile a lo Dirty Dancing de algún comensal.
Tenía yo 17 añitos y las hormonas muy revueltas cuando fui a ver Dirty Dancing con un amigo un par de años más jóven a un cine cerca de esas calles con olor a carnaval y sabor marinero. Un cine que poco después se convertiría en Sala X. Cuán atrás quedaban mis años en el extinto cine Caleta, donde por 50 pesetas pasaba las noches viendo películas de Bruce Lee con mi tío.
A la salida del cine con mi amigo me dijo que era una pena que bailar, para los chicos, fuera una especie de tabú. Muy machote el Swayze, bailando en vaqueros o pantalones de pana, pero según mi quinceañero compañero de asiento, en la vida real le tratarían de maricón con todas sus letras. Más de diez años después, saldría por fin del armario, aunque entonces ya era tarde para bailar.
El tiempo de mi vida no fue mi infancia, ni mi adolescencia. The time of my life lo decido yo y llega sin avisar, en cualquier momento y en cualquier lugar, y así a bote pronto, recuerdo uno que comenzó precisamente al son de esta canción, en un bar a orillas del Shannon en una de las pocas noches de calor que recuerdo en esta ciudad entre gris y verde.
Acababa de cantar a grito pelado ese tema con medio bar ante una pinta de Heineken cuando saqué el abanico. Tengo una pequeñita colección de seis o siete abanicos. Me los regalan todos, y a mí me gustan, porque en mi alma peregrina yace un corazón tan andalúz como el que más (sin arte alguno para el flamenco pero con pericia para los movimientos de cualquier paipay). Mi abanico era rojo como la sangre, con florecitas en el lado superior. Al guiri no le gustan los abanicos en público. Dice que esto no es Cádiz. Que aquí voy a hacer el ridículo, y yo, más chula que un ocho y envalentonada por el alcohol, abro el pericón con un gran "raaka" y sin inmutarme le empiezo a cantar:
Y un clavé
Y un rojo, rojo clavé y un clavé...
A la orilla
de mi boca...
Canto como una vaca borracha, lo reconozco, pero mi rendición de "el clavé" esa noche y el movimiento picaruelo de mi abanico me ganó una cerveza gratis del saleroso camarero y ver al guiri rojo como la grana de pura vergüenza ajena. Unas cuantas pintas después pretendí hacer una demostración in situ de las habilidades ibicencas de Locomía, pero mi abanico no era lo suficientemente grande y tuve que desistir.
Cosas así, componen esos pequeños "momentos de nuestra vida" Ni qué decir tiene que jamás he vuelto a pisar ese bar (hoy ya cerrado) ni a cantar ni a atreverme a sacar un abanico en público a no ser que esté en las profundidades cañíes de mi piel de toro.
Y ahora llámenme Cabiria. Pero no me pongan en un rincón... no sin un abanico...

10 comentarios:

marian dijo...

y eso solamente con un abanico y una pinta
no quiero pesar que podría haber pasado si te da por ponerte una peineta
que tiembre irlanda¡¡¡¡¡¡¡

Charo Barrios dijo...

Comparto contigo el amor por los abanicos. Tienen algo especial.

BLAS dijo...

Jajajajajajajajajajajaaaaa!!! Cierto, en cuanto llegaste a Barna sacaste el abanico! No conozco al guiri, pero se le tuvo que quedar el mismo careto que se le suele quedar a mi marido cuando yo salgo también por peteneras, juajuajuajuajuaaaa!! Y ¿qué es eso de no sacar tu abanico por tierras irlandesas? Anda y que les den, por saboríos. Pues no me reí yo nada en la boda de mi hermana, que precisamente se repartían abanicos para las señoras, con la mujer de uno de mis primos. Imagina, Cádiz, finales de Julio, primero ceremonia en Sto. Domingo y luego al Baluarte a celebrarlo, 12.30 h, y un levante de agárrate el moño (cosa que hice). Allá que estábamos una prima mía y yo abanicándonos y abriendo y cerrando el abanico mientras hablábamos, muy expresivas nosotras. Pues cuando nos dimos cuenta, vimos a la mujer de mi primo, parisina ella, con el abanido agarrado como si fuera un apio, mirando nuestros movimientos de abre y cierra, mueve y sacude, mientras ella lo movía cual maraca en manos de un mono borracho... De modo que a presumir de abanico y déjate de vergüenzas!! Orgullo nacional!!
(Qué patriótica me he puesto, xDDD)

Geno dijo...

Ná, chiquilla, eso como el "ande yo caliente" pero al revés. Si tienes calor, ¡saca el abanico! Eso no será Cádiz pero tú sigues siendo gaditana

Cloti Montes dijo...

Ruth, otra adicta al abanico.
TE QUEREMOS RUTH
Bsssssssssss
Cloti

Capitán Clostridium dijo...

¡Qué arte tienes Candela! No sólo por como cuentas las cosas, sino por las cosas que cuentas. Has arrancado en mí una sonrisa, cuando me hallaba meditabundo, pensando en una futura entrada que, como la tuya, defenderá a los gaditanos "por su acento".
No hay nada más sexy que una chica que sepa mover el abanico. Ni nada más seductor que coquetear cubriéndose el rostro y asomar los ojos por la parte de arriba, entre los vaivenes del viento y del rojo de los claveles. -¡Ole! Qué andaluz me quedó-.

Candela dijo...

jajajajaa

Si es que nos sale la vena andaluza cuando menos nos lo esperamos.

Besos, guapa.

Inma dijo...

No creo que, aunque quieras, tengas muchas oportunidades de usar el abánico en tierras celtas.
¡A que no hay naices de ponerte peineta en el pub! ¡¡¡queremos foto!!!

anele dijo...

Me imagino el sofoco del guiri, ja, ja.

Bertha dijo...

A mi tanbien me encantan los abanicos y siempre llevo uno encima, se a del paypay o normal, plegable, de madera o plastico o tela, que sea bonito y divertido, para el calor o simplemente por gusto y lo bonitos que son?