sábado, 17 de julio de 2010

EL RATONCITO STRONZIO (El rincón de Lar)

Debía tener unos once o doce años. Era verano y las tardes se sucedían hasta extenderse a calurosas noches de ventanas y balcones abiertos, de brisa marítima y viento de levante. No estoy segura qué mes del año corría, pero aquellos vecinos que tenían casa "en el campo" (oséase, en la vecinísima Chiclana), ya comenzaban a pasar cada vez más fines de semana o semanas enteras en ellas. Algunos tenían huertos y al final de su estancia volvían a la urbe cargados de tomates, zanahorias o lo que fuese.
Y ese fue el caso de una de nuestras cuatro vecinas de rellano, que tras volver "del campo" regresó con varias sacas de hortalizas frescas y totalmente orgánicas.

Pocos días después de su regreso oímos gritos alterados proceder de su piso. Gritos de auténtico terror. Nuestras cocinas se comunicaban a través del ventanal del patio interior, donde se tendía la ropa: los cordeles de mi madre a la derecha, los de Angelita a la izquierda. Mi madre la llamó alertada, para cerciorarse de que no la estaban matando, tal era el horror en su voz. Angelita acudió visiblemente agitada, pero sin una gota de sangre sobre su persona. Y explicó que acababa de ver un ratoncillo en su cocina y que ya llevaba unos días sospechando que algo más que verdura había llegado a su casa dentro de los sacos.
El siguiente paso, naturalmente, sería colocar trampas por toda su cocina con la esperanza de que ese fuera el único ratón de "visita" y de que no dejara a toda su prole de okupas en el proceso.
Dos días después, con la macetilla alborotada y todas las vecinas comprando trampas en cantidades industriales "porsiaca", la que gritaba era mi madre. Estaba convencida de haber visto un ratón refugiarse debajo de la lavadora. Con el primer sospechoso aún en paradero desconocido e ignorando las trampas que los inquilinos, sin embargo, debían sortear con precaución, mi casa se convirtió en un campo de batalla. Mi madre -que padece una fobia severa a los roedores (yo le llamo cague)-, se negaba a entrar en la cocina, haciendo peligrar nuestra manutención. Mi padre trataba de asegurarle que aquel pequeño ser sin duda estaba más asustado de ella que ella de él y que solo sería cuestión de tiempo antes de que cayera en alguna de las miles de trampas de cualquiera de los cuatro pisos del rellano (teniendo en cuenta que el primer avistamiento había tenido lugar en casa de Angelita y el supuesto segundo en nuestro piso, no teníamos total seguridad de que el ratón tuviera planes de quedarse como inquilino permanente o visitar a las dos restantes vecinas).

Mi madre hacía su compra mensual una vez al mes de productos no perecederos, y luego una vez a la semana (los martes, siempre) iba a "la plaza" a por fruta, verduras y carne fresca. Creo que fue un viernes cuando mamá llegó con su carro rebosante y sus bolsas, y un par de paquetes de azúcar, con tan mala suerte que uno cayó al suelo, desparramando su contenido de granulitos blancos y brillantes como diamantes africanos en el suelo azul de la cocina. Cerca de la nevera. Y mi madre no se acercaba a la nevera, donde reposaba aún una vacía trampa a la espera de alguna captura de última hora...
Decidió así llamar a mi padre y pedirle que por favor barriese el azúcar vertido, que ella no se acercaba a "las profundas oscuridades del hueco entre el frigorífico y el suelo..." y mientras iba por el pasillo camino de la salita para avisar a mi padre oimos el "chack". Y el tiempo se detuvo.

Como en una película en blanco y negro, mi hermana y yo -probablemente en calzonas rojas y camiseta de Naranjito o similar- nos detuvimos en el salón o en el pasillo, mientras mi madre, bordeando el histerismo, se lanzó hacia la salita como si la trampa -y su contenido- se hubieran dado a la persecución y allí saltó a la seguridad del sofá.
Lo que vino después fue un megamix de llantos (los nuestros, de mi hermana y mío, para que nos dejaran quedarnos al "ratoncito Stronzio" [sí, le pusimos nombre en milésimas de segundo]), los gritos de alegría de las vecinas cuando supieron que el "criminal" había sido capturado, y los de mi madre exigiendo su inmediata y absoluta espulsión del piso y ejecución.
El ratoncito era simplemente divino, pequeñito, de color café, atrapado sin duda tras ser atraido por el olor del azúcal caido. Mi padre cogió la trampa con el animalillo en él, absolutamente aterrorizado (el ratón, no mi padre), y acompañado de una procesión de vecinas, dispuso de él limpiamente arrojándolo tal cual en un gran contenedor de escombros de la obra que se llevaba a cabo en algún otro piso...

Y al ver el anuncio de los quesos Nolan del clip de más arriba, no he podido dejar de acordarme de Stronzio. La mascota más breve que jamás he tenido. Si tan solo hubiera sido un poco más fuerte...

11 comentarios:

Candela dijo...

Tengo problemas con el Youtube, no sé si vosotros podéis ver el vídeo, que es imprescindible. Si os funciona el youtube pero no podéis ver el video aquí, buscad por Nolan cheese.

Cloti Montes dijo...

No tengo ni la más mínima intención de ver el vídeo ¡puaf! Yo tengo la misma enfermedad que tu madre, aunque la llames cague, que también lo tengo. De hecho, mis historias con roedores y su extermino son épicas, jajaja
Bssssssssssss
Cloti

chema dijo...

los ratones sin duda son una de las especies con más capacidad de supervivencia. son muy perseguidos para ser mamíferos, se les ha atacado con todo tipo de trampas y productos químicos. leí en algún sitio que en el mundo había aporximadamente cuatro ratas por cada ser humano, pero no me hasga mucho caso, que esto lo estoy diciendo de memoria.

Geno dijo...

El anuncio me ha parecido muy divertido ¡que buen queso, caray! Pobre ratoncito Stronzio!

Candela dijo...

Cloti, tan mayor y una cagona!! Chema, en Londres se dice que nunca se esta a mas de 20 pies de distancia de una rata. Podria ser peor: podrian ser cucarachas, que ajjjjquijo!!

Geno, me parece que eres la unica que ha visto el anuncio!! A que está chulísimo??

Shirat dijo...

A mí los ratones también me dan un poco de cosa. Qué le voy a hacer.

Os recomiendo la novela "Firmin" de Sam Savage. La protagosta es una rata, pero igualmente me ha venido a la mente después de leer este post. Se le coge un cariño que hace que ya no vuelvas a mirar un roedor de la misma manera. Su visión de los humanos y de la literatura (no sólo come libros, también los "devora" intelectualmente) es muy divertida.

Candela, hace mucho que no leía nada en esta sección. Qué bien que ha vuelto.

martmas dijo...

A mi el único ratoncito que me parece mono es "el ratoncito Perez!... y ahora el del vídeo.. que fuerte, no pienso comprar de ese queso "porsiacaso"...

COILET dijo...

Bueeenisimo el video, con la músia de Rocky, jejeje. Pues sí los ratones dan repelús, pero bah, total están más asustados de nosotros, cómo bien dices, y huyen los pobrecillos.

Lo peor son las ratas, que se agazapan en bajos-garajes de edificios, ves sus fríos ojos brillando en la oscuridad y no se amilanan, cómo no hagas ruido y las asustes, se te pueden tirar a morder y todo (y no exagero, testimonios de currelas que limpian pozos sépticos y arquetas y me lo han contado...). Vamos, los ratoncitos son hamsters con la cola algo más larga, de lo más amigable... (como Stuart Little) comparados con estas alimañas....

Ella dijo...

Ay, pobre ratoncito... No me atrevo a ver el video...
Oye, estoy deseando ver el post de tus bolsos actualizado!

Candela dijo...

A ver si me pongo a ello, que para cuando me quiera poner a hacerlo... Ya habre destrozado los bolsos nuevos!!! XDDD

anele dijo...

Ay, pobriño. Lo cuentas de una forma que da penita.
Y me parto con el anuncio, ja, jaaaa, es buenísimoooo.