domingo, 18 de noviembre de 2012

Recuperando mi pasado

O recuperando mi infancia. O un momento de ella. Un sentimiento. Una sensación, un recuerdo. A veces me encuentro recuperando mis trocitos de niñez, y al recibir ese álbum de cromos de Marco que tuve hace más de treinta años, o ese tomo de Dumbo que di cuando pensé que ya era "mayor" para esas tontadas, me encuentro recuuperando a la vez el olor de los yogures con los que te regalaban los cromos, y si me apuras mucho, su sabor. Porque lso yogures de ahora no saben ni parecidos a los de antes. Y aquí menos, aunque sean de la misma marca.

Cuando Glénat (hoy EDT) reeditó el primer tomo de Esther y su Mundo y llegó a mis manos días antes de que saliera al mercado, lo primero que hice fue abrazarlo y olerlo. Y recordar cómo ahorraba mi paga semanal par ir a comprar los tomos de Bruguera, con sudor y lágrimas hasta conseguir las 500, 800 o 1000 pesetas que costaban entonces. ¡Tardaba tanto en ahorrarlas con mi triste paga de 200 pesetillas! Y la sensación al tener ese tomo en las manos, una reedición tan esperada por los fans de la serie, ciertamente me hizo recuperar un cúmulo de sensaciones.

Me considero afortunada en ese sentido: todo aquello que alguna vez tuve y perdí, lo he vuelto a recuperar, a veces con creces. Porque yo tuve muuuuchos Lilys, pero no la colección completa y ahora casi lo estoy consiguiendo, me faltan realmente pocos, si tenemos en cuenta que son unos 738 tebeos. Y he hecho otras colecciones que jamás tuve. He comprado trajes para Nancy que nunca estuvieron en el armario de mi muñeca, me he quitado "espinitas" como tener una Core, La Familia Feliz de Mattel con su casa, una Lesly (de hecho tengo 3) o una Laura de Toyse. Muñecas que nunca me compraron porque para algunas ya era muy mayor cunado llegaron al mercado español o mi hermana las tenía y a mí me habían comprado algo que mis padres pensaban "era mucho mejor". 
Claramente ignoraban que la hierba es más verde, pero mucho más, al otro lado.

Naturalmente, todavía tengo cosas en mi listado esperando a poder conseguir. Siempre hay que tener una ilusión guardada en algún cajón, porque de lo contrario, la vida no tendría sentido. Sería demasiado fácil. Por eso, cuando los sueños se cumplen, hay que buscar nuevas metas, nuevas ilusiones. 

El caso, es que, casi en la recámara de mi memoria, había algo que he añorado durante mucho tiempo, pero por desconocimiento no busqué. Aunque siempre he tenido el ojo atento por si aparecía en el blog de alguna coleccionista de muñeca o vete a saber.

Se trata de una muñeca que "tuve" de pequeña, pero desconocía su nombre o la marca. Era una muñeca antigua, que había pertenecido, sin duda, a la infancia de mi madre. Y yo jugaba con ella los fines de semana en casa de mi abuela.
La casa de mi abuela, de la que ya he hablado en otras ocasiones, no era una casa. Era un "partidito" típico gaditano, una habitación multiusos que de día era salita y comedor y de noche dormitorio. El sofá era la cama de matrimonio de mis abuelos, del mueble bar salía una cama donde dormía mi tío. Yo pasaba allí los fines de semana y mi cama eran los dos butacones puestos juntos y un colchón sobre ellos. Según fui creciendo (no mucho, ya, que nos conocemos), se creó una "extensión" entre los dos sillones hecha con dos botes de detergentes de esos redondos que también eran multiusos: cuando se acababa el detergente se convertían en tambor para guardar juguetes.

Al priincioio, yo pasaba todos los fines de semana en casa de mis abuelos, hasta que nació mi hermana y cuando fue lo suficientemente mayor, mis fines de semana se convirtieron en alternativos. No había sitio para las dos a la vez. Y también, como no, mi herman compartía esos juguetes que antes solo habían sido míos.

Los tambores de detergente tenían toda clase de pequeños tesoros, la mayoría pertenecientes a la infancia de mi tío: sus cowboys de plástico de diversos colores y rostros desgastados, los "taquitos", que era como yo llamaba a unas piezas de madera pintadas en colores para hacer construcciones, el predecesor del tente y el lego; piezas de plástico de animales, desde un pavo salido del atrezzo de un belén hasta un enorme toro; un casco, tobilleras y muñequeras de romano; bolas de billar (tres, dos de color crema y una roja); puñales de indio y de vaquero pijo (con empuñadora asemejando al marfil); escopetas de chupona; una pistola de plástico; un sombrero de sheriff; la placa del sheriff y el revólver, con su cartuchera; yoyós... Tembién tenía en una estantería una caja con los Juegos Reunidos y en el armario y sobre él, mi abuela tenía varios muñecos. Había uno negro. Pero negro, negro, de plástico duro y sin pelo, con ese pelo "esculpido" en el plástico. Creo que había alguno más que no recuerdo, y luego estaba esta muñeca:


Nunca tuvo nombre oficial. La llamábamos "la llorona", y extraoficialmente era mía, pero nunca me la llevé a casa porque mi hermana también jugaba con ella cuando pasaba allí los fines de semana. Luego, me hice mayor y me olvidé de la muñeca, a la que mi abuela hizo un faldón y un gorrito y metió en la vitrina junto a su mejor juego de café. Y ahí quedó para siempre...

...hasta que murió mi abuelo hace ahora ya quince años y mi tío, su mujer y su hijo decidieron mudarse con ella para que no estuviera sola. Naturalmente para entonces mi abuela ya no vivía en aquel partidito en el casco antiguo que tantos años de felicidad me proporcionó, sino en un pisito con ventanas a la Bahía y dos dormitorios. Así que mi tío instaló a mi primo en su antiguo dormitorio, ellos ocuparon el de mis abuelos y a mi abuela le construyeron un tabique en el amplio salón, creando un tercer dormitorio. Tiraron todos sus muebles, la mitad de sus figuras y recuerdos y entre esa "basura" fue a parar la muñeca. Cuando yo quise preguntar por su paradero, ya era tarde, a esas alturs ya habría perecido en la incineradora o estaría sepultada bajo toneladas de basura aguardando su turno para la forzosa cremación.

Estuvo en mi mente todos estos años, maldiciendo el atrevimiento de mis tíos de no haber preguntado a nadie antes de haber tirado nada. Probablemente porque "solo era una muñeca vieja". Pero para mí era más que eso. Era mi compañera de mimos de la infancia, con sus olores, su tacto casi de bebé real y su pelo tieso. Y es que en esos tiempos yo no me dedicaba a lavar a los muñecos con cuidado y buen champú ni ponerles mascarillas. Como mucho, un cepillado rápido de vez en cuando. Y la muñeca de la foto de Todocolección es exactamente igual que mi muñeca. Que como ya he dicho, nunca me dediqué a buscar porque desconocía su nombre.

De hecho, su hallazgo se ha producido por pura casualidad. Una muy querida amiga me envió un enlace a unos juguetes de cartón de dientecitos, y abajo aparecía en pequeño las fotos de otros productos del mismo vendedor, entre ellos muñecas. Y esta estaba allí, mirándome con sus pequeños ojitos. Y supe que tenía que conseguirla. A toda costa. Si no hubiera sido porque lleva un conjunto original, habría pensado que era MI muñeca, porque a esta le faltan algunos dígitos, algo muy común en este tipo de muñecas de la época por el tipo de goma:



A raíz de este anuncio, supe que su nombre era Dulcita y que tambié había un Dulcito y que además, las hicieron con diferentes caras a lo largo de los años: y aunque en Todocolección he encontrado otras en mejor estado y más baratas incluso, esta es la que tiene la MISMA cara que aquella que yo tuve. Hasta el mismo peinado. Y los deditos rotos.

Expresar lo que me entró por dentro es difícil. Sí, tenía que conseguirla a toda costa y como el vendedor era de Madrid, le pedí a mi amiga Coti que me la comprase y ya está hecho. Me reuniré con Dulcita, mi llorona, en menos de dos semanas.

A veces no todo es nostalgia, y no es un "simple" libro, un tebeo o un trozo de plástico. A veces, cada objeto que nos rodea tiene su propia historia.

Y esta es la mía y la de Dulcita. Una sola, inseparable. Nos separó el destino y ese destino nos ha vuelto a reunir. Porque aunque no sea la misma muñeca, para mí el sentimiento es el mismo.



11 comentarios:

Bertha dijo...

Ruth en casa teniamos l@s dos, eran de mu hermana mayor, y la reguerdo muy bien, no se si tengo alguna foto de ella, y como mi madre la devio regalar, pues no hicimos mayores y cada un@ no fuimos marchado a nuestras respectivas casas; me alegro por ti y por ese pronto encuentro.

anele dijo...

Qué sensación tan maravillosa cuando recuperas alguno de esos trozos de infancia. Has tenido mucha suerte de encontrarla.

chema dijo...

me alegro mucho de que la hayas recuperado. tiene una cara muy personal. bien por coti, ya la tendrá preparada para dártela cuando vengas. no hay nada como recuperar algo que hemos tenido cuando éramos pequeños.

Geno dijo...

Tiene un poco cara de mala leche ¿no? jejeje Pues no conocía a esta muñeca pero me alegro mucho de que hayas dado con ella XDD

en las nubes dijo...

Conozco esa sensación, qué maravilla :)

Feliz semana guapa!!!

Enrique dijo...

¿Quién dice que no son posibles los viajes en el tiempo? Quizás las máquinas que nos lo permiten no sean las que imaginó H.G. Wells, si no simples objetos de nuestra infancia. Como te entiendo cuando reprochas la desaparición de tu muñeca, y es que no para todos tienen los mismos objetos la misma importancia. Cuanto daría yo ahora por recuperar todos los juguetes que un buen desaparecieron sin más.
Besos

Lucía dijo...

Siempre es bonito recuperar un poco de tu pasado, sobre todo de esa parte que te trae agradables momentos.
La nena, no me suena de nada. Yo no la conocía.

Mercedes dijo...

Yo quiero creer que es la misma muñeca de tu infancia, qué sensación más linda... A mi me encantaría recuperar algunas muñecas de cuando era niña, qué pena que sea imposible porque tiramos muchas de ellas.

Elphaba dijo...

XDDDDD Geno, me has quitado las palabras de las teclas.

Candelilla, me alegro infinitamente de que la hayas encontrado. Ese tipo de cosas dan un subidón que no veas. Pero yo no sé cómo el guiri no se muda al apartamento de enfrente, qué cague por dios, jajajajajjajaja.

Unknown dijo...

Que guay Cande!!!!

Unknown dijo...

Que guay Cande!!!!