Tara contempla el mar, inspirando profundamente y respirando la libertad que la rodea, sentada al borde del acantilado y con las verdes llanuras de Cornwall a sus espaldas. Acaba de leer la última página de una de las novelas gráficas de Joe Sacco ambientada en la cruenta guerra de Sarajevo y su sonrisa no es una de alegría. Cada una de las viñetas del tomo que tiene entre las manos cuenta una historia horrible, desesperada, real.
Leyendo este tipo de historias Tara logra transportarse a otros momentos de su vida. Momentos de los que nunca hablará, lo cual no significa que desee olvidar. No del todo. Le gusten o no, forman parte de su vida, de lo que es, de la persona quue ha llegado a ser a día de hoy. Y auqnue tuvo la suerte de no vivir una guerra, sí se tropezó con ella, o lo que quedaba, en aquella fatídica época de su vida cuyo recuerdo aún la incomoda.
Cierra los ojos y siente la brisa marina jugar con su pelo pajizo, mientras viaja en el tiempo, no muy lejos, solo unos quinquenios atrás, a aquel tiempo en el que su ingenuidad la llevó por caminos que esperaba la condujeran a una muerte rápida. Algo tan doméstico como el fin de una relación que estaba condenada desde el principio cambió su visión atornasolada del mundo. De pronto, tantos años atrás, su existencia se detuvo solo un instante y vio ante sus ojos la vida, no como la ven los que están a punto de departir, sino desmoronándose ante sus narices, desintegrándose a velocidad de vértigo sin que pudiera hacer nada por detener aquella particular catástrofe.
Tara hizo las maletas y se fue. No en busca de aventura o una historia que escribir. Jamás ha podido poner en palabras su experiencia en un pueblecito sin nombre de apenas una calle en una carretera perdida de al antigua Yugoslavia. Porque si lo hace, se convertirá en real, en paredes de cal salpicadas de sangre, en sonido de moscas y olor con regusto a hierro viejo. No, Tara iba en busca de una bala perdida que atenuara su triste excusa para no apretar el gatillo ella misma.
Ahora sabe que solo era una chiquilla ingenua y estúpida y sabe hacer balance de lo que ha ganado como persona desde aquellos días. Porque al contrario de lo que pensaba, vivir sin él fue su salvación. Aprendió a sobrevivir en lo bueno y en lo malo sin aquella mitad tóxica que oprimía sus impulsos e impedía su crecimiento. Le había tocado la lotería y no se había enterado.
Se levanta y se sacude la falda de invisibles briznas de hierba. La lotería. Ríe como lo ha hecho desde que descubriera que la vida es más que ajustarse a unos parámetros determinados. Allí, en otro pueblecito de paredes encaladas donde el tiempo se detuvo hace años, ha sabido encontrarse a sí misma. Y ahora que lo ha hecho, quiere de nuevo volar.
Esta vez, en busca de aventura.
Leyendo este tipo de historias Tara logra transportarse a otros momentos de su vida. Momentos de los que nunca hablará, lo cual no significa que desee olvidar. No del todo. Le gusten o no, forman parte de su vida, de lo que es, de la persona quue ha llegado a ser a día de hoy. Y auqnue tuvo la suerte de no vivir una guerra, sí se tropezó con ella, o lo que quedaba, en aquella fatídica época de su vida cuyo recuerdo aún la incomoda.
Cierra los ojos y siente la brisa marina jugar con su pelo pajizo, mientras viaja en el tiempo, no muy lejos, solo unos quinquenios atrás, a aquel tiempo en el que su ingenuidad la llevó por caminos que esperaba la condujeran a una muerte rápida. Algo tan doméstico como el fin de una relación que estaba condenada desde el principio cambió su visión atornasolada del mundo. De pronto, tantos años atrás, su existencia se detuvo solo un instante y vio ante sus ojos la vida, no como la ven los que están a punto de departir, sino desmoronándose ante sus narices, desintegrándose a velocidad de vértigo sin que pudiera hacer nada por detener aquella particular catástrofe.
Tara hizo las maletas y se fue. No en busca de aventura o una historia que escribir. Jamás ha podido poner en palabras su experiencia en un pueblecito sin nombre de apenas una calle en una carretera perdida de al antigua Yugoslavia. Porque si lo hace, se convertirá en real, en paredes de cal salpicadas de sangre, en sonido de moscas y olor con regusto a hierro viejo. No, Tara iba en busca de una bala perdida que atenuara su triste excusa para no apretar el gatillo ella misma.
Ahora sabe que solo era una chiquilla ingenua y estúpida y sabe hacer balance de lo que ha ganado como persona desde aquellos días. Porque al contrario de lo que pensaba, vivir sin él fue su salvación. Aprendió a sobrevivir en lo bueno y en lo malo sin aquella mitad tóxica que oprimía sus impulsos e impedía su crecimiento. Le había tocado la lotería y no se había enterado.
Se levanta y se sacude la falda de invisibles briznas de hierba. La lotería. Ríe como lo ha hecho desde que descubriera que la vida es más que ajustarse a unos parámetros determinados. Allí, en otro pueblecito de paredes encaladas donde el tiempo se detuvo hace años, ha sabido encontrarse a sí misma. Y ahora que lo ha hecho, quiere de nuevo volar.
Esta vez, en busca de aventura.
2 comentarios:
hay muchas razones para vivir, cada uno tiene que buscar y encontrar las suyas. muy bonito relato.
Es precioso y tiene razón, siempre se encuentra un motivo para vivir, con la de vueltas que da la vida, una nunca puede acabar con ella porque sabe Dios qué cosas nos esperan a la vuelta de la esquina.
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