Ayer encontré sus cartas. Aquellas cartas de amor y odio escondidas por el tiempo en el fondo de un cajón. Las sostuve en mis manos durante largos minutos, sin abrirlas, rememorando palabras que no quería volver a leer.
Sus ecos laceraban mi alma como afiladas cuchillas invisibles. La caligrafía impoluta y el tono azulado de la tinta traían a mí el aroma de su piel, el sonido de su voz y el brillo de sus ojos.
Diez años habían pasado desde que aquellas cartas llegaron, una a una a mis manos. Diez agonizantes años de rencores desmedidos y susurros en la noche. Nunca supe por qué dejaron de llegar. Tal vez se olvidó de mí. Tal vez encontró un nuevo recipiente para sus epístolas.
O tal vez, mientras yo me negaba a abrir aquellos sobres amarillentos, esas cartas se perdían en los recónditos confines de un buzón inexistente.
Habrían de pasar aún otros cinco años para que me atreviera a abrir sus misivas, esas en las que me contaba sus secretos más profundos, en las que desgranaba sus miedos, sus congojas, sus alegrías y sus pesares. Descubrí, en cada frase, a un ser extraordinario y nuevo, a una persona de sensibilidad y alma algo compleja.
Y a pesar de todo, siguió siendo un desconocido...
Relatos Inacabados
5 comentarios:
qué bonito. yo no habría pensado que está inacabado, sino que lo dejaste abierto intencionadamente. esas cartas seguían removiendo sentimientos aunque hubieran pasado muchos años.
Es un relato precioso, me encantó!
Muy bonito, me has hecho pensar en las muchas cartas, de amor y no de amor, que guardo desde hace miles de años. Besito.
A mi tampoco me parece que esté inacabado. Muy bonito. Supongo que casi todo el mundo tiene cartas guardadas
A mi tampoco me parece que esté inacabado. Muy bonito. Supongo que casi todo el mundo tiene cartas guardadas
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