Al principio creyeron que se trataba de un asesino en serie. Actuaba esporádicamente, pero de manera fulminante. Sin embargo, cuando contrastaron evidencias y compararon cada caso, llegaron a la conclusión de que nada relacionaba una muerte con otra.
Entonces barajaron la hipótesis de que se tratara de una epidemia. Algo difícil de detectar, que atacaba de manera fatídica a cualquier género.
Nada más lejos de la realidad...
El primer cadáver apareció decúbito prono, la espina recta, gozando de su rigor mortis, casi como si alguien lo hubiera dejando reposando sobre aquella estantería de caoba, justo en la quinta balda, totalmente desierta. La causa del fallecimiento, tras una minuciosa autopsia, quedó reflejada como "muerte degenerativa por puro aburrimiento". Aquel libro de tapas antaño de cartoné, que aparecían arrugadas, tras caer en las manos de un lector tan insípido como lento. Sus letras comenzaban a evaporarse en la mente obtusa de su leedor, como el azúcar que se disuelve en un vaso de agua caliente, y entristecido por su incapacidad de alcanzar el alma vacía de aquel cerebro insensible, se dejó languidecer hasta que el tiempo amarilleó su lomo y sus páginas se descompusieron como un plátano dejado al aire.
El segundo cuerpo apareció tres baldas más abajo. El veredicto: muerte por inanición. Además, se descubrió que murió vírgen, sus páginas inmaculadas jamás toqueteadas por dedos ansiosos, sus palabras nunca leídas por labios expertos. Al igual que el cadáver de la quinta balda, se resignó a morir por propio acuerdo, y lo hizo estoicamente, de pie, emparedado entre un clásico de la literatura británica y un manual de reparaciones electrónicas del año 54.
Algunos más aparecerían después. Ajados, abandonados a media lectura, encontrados en cubos de basura de barrios de dudosa reputación o cubiertos en soez graffiti. La policía bibliotecaria parecía no llegar a una conclusión definitiva, y la presión de los medios estaba llegando a hacerse insoportable.
Porque en el fondo, la policía bibliotecaria había dejado pasar como muerte accidental al que en verdad había sido el primer tomo en morir...
Lo hallaron semiinconsciente, con aquella extraña sonrisa que iluminaba su portada bajo letras doradas descoloridas por el uso. Gozaba de buena salud, decían, a pesar de sus pasajes repasados una y otra vez, de las anotaciones en los márgenes y los párrafos subrayados con lápiz. Sus hojas yacían desperdigadas, como arrancadas de su interior, pero la masacre no había sido fruto de un psicópata en pleno apogeo, sino de su inusual caída desde el estante del segundo nivel, donde perdió pie entre sus congéneres y acabó precipitándose al vacío, vomitando cuartillas cuajadas de bellos vocablos y sonriendo ante la mirada atónita de aquellos compañeros de existencia que habían acompañado su vida durante años, como queriendo decir algo así como "he llegado al fin de mis días, y me retiro feliz".
Después de todo, aquella era una muerte envidiada por todos, una muerte por causas naturales debido a su avanzada edad (era un libro de 1910) y no acabaría reciclado en una fría y aséptica planta, transformado en vete a saber qué.
Esa noche tuvo lugar, en la solemnidad del atrio principal de la antigua biblioteca, el funeral más sentido que recordarían aquellos volúmenes de todas las edades. Y aunque circulaba el rumor que aseguraba que en breve serían escaneados y reemplazados por ebooks, los más viejos del lugar prometían seguir autoinmolándose a tiempo antes que caer en manos equivocadas... o transformarse en tinta digital.
Y esa noche, antes que ninguna, nació en realidad la leyenda del Asesino de Libros.
6 comentarios:
pues sí, si los libros pudieran hablar, lamentarían caer en las manos de alguien que no los aprecie o no los comprenda.
leerlos muchas veces, hacer anotaciones, etc. sí es hacer un buen uso de ellos.
yo también soy feliz con los libros en papel, la verdad.
Aysss, hasta penita me ha dado. Yo, cuando hago limpieza a fondo, puedo tirar de todo. Pero no mis libros. Tengo libros de cuando era niña y los guardo y los cuido como a mascotas ;) Me encanta verme rodeada por ellos. Y sí, ahora tengo un e-book y leo mucho en él, pero como los libros de verdad nada. Buen relato, Ruth.
Ooooh, maravilloso relato. Hay libros que no merecen tal fin pero hay otros que...
Buenooo, aparte de la denuncia por maltrato y abandono de muchos libros... de trasfondo se nota tu odia a los ebooks, jejeje por eso te voy a decir una cosa... el día que caigas en las garras del ebook que tanto aborreces te voy a dar de collejas, jajaja
ah y no te digo que yo no eche de menos el papel, dijéramos que conviven ambos formatos en mi casa, hecho de menos el hojear cuando estoy con el ebook, por supuesto... pero yo por necesidad de espacio físico he llegado a mi límite, sin más. De momento, claro, si me toca una buena primitiva y me hago con un adosado de dos plantas y ático, el ático se plagaria de estanterias para libros y para muñecas, fijo!! (soñar es gratis, jajajaja). Y por supuesto jamás me compraría en formato electrónico un comic ni un buen libro ilustrado...
Es que yo cuando tengo problemas de espacio... me mudo a una casa mas grande, XD
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