Esta es Pandora, una serpiente del maíz, comunmente originaria de Norteamérica. Siempre me han gustado las serpientes, ha sido una atracción que comenzó en la infancia y continúa hasta ahora. Lo más cerca que jamás estuve de una fué en el zoo hasta que hace unos años en el pub que frecuentábamos, The High Stool, adquirieron una que mantenían en una pecera tras la barra, y que era algo más grande que la mía en estos momentos. Se llamaba Héctor y era negra como una King, pero dócil como un gatito. Normalmente pasaba de mano en mano entre canciones de Metallica y Iron Maiden.
Un buen día llegamos al bar para encontrar la pecera vacía. La tapa era de plástico blando, de esas que normalmente traen las peceras, sostenida por una gran caracola marina que no fué suficientemente pesada para detener los intentos de fuga de Héctor. Estuvo desaparecido en combate hasta que en una exhaustiva limpieza del local lo encontraron bajo la máquina tragaperras. Volvió a su tanque y se le reforzó la tapa. Aun así, meses después volvió a escapar, y cuando apareció, casi un año más tarde, hacía meses ya que el bar estaba cerrado y asustó a un viandante, apareciendo por el callejón adyacente a través de un sumidero. Estaban haciendo obras en la zona y los trabajadores huyeron espantados. Porque Héctor imponía. Llamaron a la policía, que sin saber qué hacer llamó al Ayuntamiento, los cuales llamaron a la Asociación Protectora de Animales que conjuntamente con una tienda de animales (la única en Limerick que vende estos adorables bichitos), la atraparon sin problema. Inmediatamente se dieron cuenta de que era un animal doméstico y no un reptil salvaje de vuelta a Irlanda tras la expulsión por Saint Patrick, y la mantuvieron perfectmaente cuidada y alimentada en la tienda, en un bonito tanque anti-fugas hasta que el antiguo manager del bar se ofreció a quedársela, se había encariñado con Héctor. En sus aventuras escondida en las entrañas del High Stool debió batallar con numerosas ratas de las que se alimentaba, y su cola, sobre todo, presentaba mutilaciones (le faltaba un trocito del final), y mordeduras varias.
Fue poco después de que Héctor escapara por segunda vez de su habitáculo en el High Stool, que uno de los camareros y su novia compraron una, de color similar a la mía. Y fué gracias a ellos que le sugerí a Jay que quería una para Navidad y me la regaló. Cuando llegó a mis manos, en un pequeño receptáculo de plástico con tapa verde de rejilla, no era mayor que una de esas gominolas en forma de gusano largo, y exactamente del mismo grosor. Apenas medía quince centímetros y me daba miedo cogerla, no porque pudiera moderme, que poco daño me iba a hacer, si no porque parecía tan frágil que temía hacerle daño. Y cogerla debía, porque es la única manera de domesticarlas, dejando que se acostumbren a tu olor, a tu presencia, y sobe todo, a ser manejadas casi a diario.
Lo que peor creí llevar al principio era alimentarla, ya que sólo se las alimenta una vez a la semana (o dos si tienen mucho apetito), y con esa edad (apenas un par de meses de vida), sólo comen unos ratoncillos neonatos del tamaño de media falange del pulgar, sin pelo, llamados pinkies, y tan pequeños y tan renegridos que dan un poco de asquito, pero a todo se acostumbra uno. Cuando ya tienen un tamaño considerable se pasa a los Fossies, que son ratones ya más grandecillos, pero aún sin pelo, del tamaño del pulgar. Dentro de un par de años, a lo sumo, tendré que alimentarla con unos ratones mayores en tamaño, con pelos y bien formados, y esos me dan un poco de repelús de momento, pero como he dicho, a todo se acostumbra uno, que tampoco nadie gusta de limpiar traseros y cuando se tiene unn bebé se le limpia sin escrúpulos.
Pandora va a cumplir estas Navidades cuatro años, si no me equivoco, y aún no ha crecido totalmente. Este tipo de serpiente crece primero a lo largo para hacerlo luego a lo ancho, y aunque ahora mide más o menos un metro, llegará a medir metro y medio o incluso más. Y será tan gruesa como un brazo. Viven unos veinte años y en teoría son mansas como un corderito, aunque la mía se está volviendo un poco salvaje y ya me ha mordido un par de veces. Curiosamente no ha utilizado los dientes, por lo que ha sido más un aviso que un ataque. De hecho ellas tienen más miedo de tí que tú de ellas, porque te ven como un gigante amenazador, y por eso tienden siempre, en sus estados más vulnerables, a ocultarse. Imprescindible, pues, en su terrario es un tronco bajo el que habitualmente duermen (son animales nocturnos) buena parte del día, o se ocultan bajo las ramitas de hojas artificiales que pueblan su "hogar".
Pandora se escapó hace unos meses. El terrario donde habita tiene una tapa metálica pesada que nunca remuevo, y uso las puertas frontales correderas, que jamás me gustaron. Se lo dije a los de la tienda de animales cuando me la vendieron, pero la otra alternativa era un gran tanque para peces con tapa de plástico que iba a saltarse en cuanto pudiera alzarse hasta el borde, ya que este tipo de serpientes son maestros escapistas, auténticos Houdinnis de la naturaleza. Me aseguraron que estos reptiles no tienen memoria ni inteligencia suficiente para abrir puertas correderas pero la mía debe ser especial, porque durante meses se dedicó a trepar junto a la puerta ydejarse caer a un lado, subrepticiamente arrastrando el cristal consigo. Así, llegamos un lunes a casa para encontrar la puerta abierta unos tres centímetros y Pandora huída en busca de aventuras.
Estábamos convencidos de que sin duda se ocultaría bajo la nevera o la cocina, porque necesitan un lugar oscuro y cálido, bajo su tanque ha de estar, constantemente enchufado, un calentador que se asemeja a una radiografía con cable, son animales de sangre fría. Atrapar a un reptil no es fácil, pero normalmente se sugiere colocar bolsas de pléstico del súper por el suelo cercano a la zona donde se cree que se oculta, coger una botella de cocacola de dos litros, vacía, meter un ratón dentro (los ratones hay que mojarlos antes en agua caliente, ya que las serpientes se guían por el sentido del olfato, primero, que se halla en su lengua bífida, y en el calor, lo ven todo en infrarojo), y hacer agujeritos en la botella para que salga el olor. Una vez se oye el ruido de los plásticos, se espera a que esté dentro y ya está! Atrapada!
Nosotros desmontamos todos los bajos de la cocina y no la vimos, y estábamos esperando a montar las trampas a que transcurriera algun tiempo sin comida, porque la había alimentado la noche antes de su escapada y si no tenía hambre, no funcionaría. De todos modos, se me ocurrió comentarle lo ocurrido a mi vecino de la parte de atrás, ya que nuestra ventana del dormitorio da a su patio interior, y con un jardincito tranquilo y oscuro, si Pandora lograba encontrar cualquer resquicio que la llevara fuera del edificio, aquel era el lugar ideal para esconderse. La casualidad quiso que al día siguiente de haber escapado, mientras no estábamaos en casa, la hubiesen encontrado, bajando tranquilamente por la pared de piedra mientras ellos disfrutaban del buen clima de ese día sentados alrededor de su mesita de jardín.
La buena fortuna también quiso que se hallaran en compañía de un amigo que posee varios reptiles y sabe cómo tratar a estos animales, por lo que se la llevó a casa y le compró un tanque, en el cual me la trajo sana y salva días mas tarde.
Desde entonces no la he tocado porque volvió un tanto huraña y se muestra en actitud de atacar cada vez que intento cogerla, retrepándose sobre sí misma en forma de "S", señal indiscutible de que el siguiente paso será atacar. Me han aconsejado que compre guantes de fregar. Detestan el sabor y si muerde, sus dientecillos menudos no llegarán a tocar mi piel, y el sabor es tan desagradable para ellos que soltarán su presa de inmediato. Otra solución es dejar un guante dentro durante unos días, hasta que se acostumbren al olor. Luego, una vez enfundado en tu mano, no opondrán resistencia.
Lo que más disfruto es el cambio de piel. Al principio sus ojos negros se vuelven azules unos días, y casi no pueden ver, lo cual las hace sentir extremadamente vulnerables. Se ocultan durante dias sin salir para nada de su escondrijo. La piel se va volviendo de un color menos intenso, es como si las cubriera una capa de polvo, y cuando al fin se desenfundan de ella, es como ver salir una mariposa de su crisálida. La piel sobrantre se va quedando atrás, como una perfecta funda hilada a ganchillo. Es apasionante. Tengo algunas guardadas, como el que guarda mechones de cabello de un niño, o los dientes de leche.
En cualquier caso, adoro a mi Pandora aunque sea al otro lado del cristal haciéndose fuerte y utilizando sus instintos cuando debe. Ahora os dejo. Voy a echarle un ratoncito para su cena.
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